miércoles, 22 de julio de 2009

Atracar bancos está de moda


No sé si creerme la noticia que leo en Libertad Digital acerca del incremento de atracos a bancos por parte de primerizos inexpertos que necesitan el dinero para afrontar la escasez monetaria que les ha provocado la crisis y, en muchas ocasiones, su falta de previsión y esa manía que tienen muchos de vivir por encima de sus posibilidades.

Comentan el caso de un contratista que llegó a robar cinco bancos para intentar pagar a sus empleados. Sólo consiguió 80.000 euros en esos atracos, así que parece que sus esfuerzos no fueron muy exitosos. 80.000 euros en un atraco no estaría mal, pero en cinco parece una birria.

De momento yo no me he visto en la necesidad de tener que decidir entre robar o mendigar, pero llegado el caso supongo que me decidiría por la mendicidad o, más probablemente, por morirme de hambre y no pedir ayuda. Esto me recuerda una simpática anécdota que me ocurrió hace muchos años. Acompañé a una amiga en el Metro a su casa y cuando me disponía a comprar el billete de vuelta para regresar (creo que aún no existía el Bono-Metro), me di cuenta de que me faltaba un duro para completar el precio requerido. Yo dejé en la ventanilla todo lo que tenía y pedí el billete esperando que la taquillera no se diese cuenta de la falta de las cinco pesetas, pero mi esperanza fue vana. ¡Por supuesto que se dio cuenta! Y, además, no fue sensible a mi cara de tristeza al decirle que me había despistado y había salido de casa con un duro de menos.

Salí del suburbano pensando qué hacer. Lo de pedir un duro a alguien me pasó por la cabeza, pero me daba tanta vergüenza que pensasen que era el típico jeta que cuenta una historia triste para conseguir dinero (algo parecido a lo que hace nuestro amigo Kashuma) que decidí comenzar a trotar hacia mi casa (estaría a unos diez kilómetros) vestido con pantalones de pinzas y calzado con unos zapatos que me estaban ligeramente apretados (los pantalones tampoco andaban muy holgados).

Cuando llevaba un par de Km recorridos, el sudor me cubría las partes visibles y empapaba mis prendas íntimas y los zapatos comenzaban a hacerse notar más de lo debido, así que decidí que me armaría de valor y pediría a alguien el duro que me faltaba. Me acerqué a la estación de Metro más cercana y me dirigí a unos chavales que había allí hablando amigablemente entre sí. Les dije que necesitaba un duro para regresar a casa y que si no me creían les comprendería porque había demasiada gente contando milongas para sacarse unos cuartos. Comenzaba yo a enrollarme divagando sobre la sinvergonzonería de algunos cuando uno de los chavales, haciendo ademán de que no era necesario que siguiera con el rollo, me tendió un duro y me lo dio sonriendo. Yo se lo agradecí y me sumergí alegre en las profundidades del Metro.

Esta ha sido mi única experiencia mendicante. A la vista del botín que saqué, creo que no estoy preparado adecuadamente para vivir de la caridad ajena. Me temo que yo tendría que dedicarme al atraco de bancos ¿Alguien se anima a unirse a mí para crear una banda de ladrones?

2 comentarios:

Jajaja dijo...

Te sugiero que le hagas una oferta al enano vecino de los padres de Dorami, que necesita dinero para pagar el sofá. Además aporta pistola propia.

Fabián dijo...

Yo me uno a tu grupo de delincuencia...