Esta mañana he estado escuchando en Radio Nacional una tertulia en la que se hablaba sobre “los chivatos”. El tema, que pretendía tocarse de modo genérico, se ha centrado particularmente en chivarse de quien incumpla la nueva ley antitabaco. Yo pensaba que la posibilidad de denunciar cualquier cosa que uno estime que va contra la ley, ya existía, pero parece ser que uno sólo es un chivato cuando denuncia a quien incumple (según el criterio del denunciante) la nueva norma sobre el consumo del tabaco.
Durante estos días he llegado a oír comparaciones de la situación actual con la de las delaciones de algunos alemanes a sus conciudadanos judíos en la época de Hitler. Sé que la manera más eficaz de hacerse notar es la de exagerar (yo lo hago con frecuencia), pero ésta parece un tanto extrema. El victimismo me parece exagerado en una afirmación como esa.
No seré yo quien llame a la policía para denunciar a alguien que está fumando a menos de cien metros de un parque infantil ni, probablemente, a quien lo haga en un bar (tal vez le diga que no lo haga si es que me llega su humo, paso de meterme en más líos), pero si lo hace alguien a quien eso le parezca mal, estará en su derecho.
Hay quien defiende la capacidad de la sociedad de autoregularse (algunos de esos que se proclaman liberales), pero esa libertad, en el ámbito tabaquil, ya la tuvimos durante muchos, muchísimos años. ¿Y cómo se autoreguló la sociedad? Yo os lo diré:
1-Se fumaba en los institutos y en las universidades.
2-Se fumaba en los hospitales (incluso en las habitaciones de los enfermos).
3-Se fumaba en los cines, en los aviones, en los autobuses, en el Metro….
¿Dónde estaban los fumadores por la tolerancia en aquellos tiempos? ¿Quién se preocupaba de los que sólo queríamos vivir sin tener la ropa apestando a un humo que no era nuestro y nuestra bella cabellera limpia (yo tenía pelo por entonces)?
Lo más gracioso de todo es que, probablemente, la dictadura del tabaco la imponía una minoría humeante sobre una mayoría no fumadora. No tengo datos al respecto, pero yo diría que los fumadores, aunque numerosos, nunca han llegado al 50% de la población.
Con la ley anterior yo ya estaba contento. Eso sí, mis visitas a los bares eran escasas y, en ocasiones, dada la exagerada densidad de humo del local, mi entrada y mi salida del establecimiento ocurrían en el mismo minuto.
Hasta ahora los no fumadores que, como es bien sabido, somos mayoritariamente unos intolerantes de tomo y lomo (cuando no unos fascistas), acudíamos a los bares con nuestros amigos fumadores, y pasábamos allí buenos ratos de charleta con ellos sin recriminarles su humeante afición, o recriminándosela sin que, en general, tuviesen el detalle de apagar su cigarro ¡Total, el ambiente ya estaba tan cargado que un cigarro más no marcaría diferencia alguna!
Ahora son nuestros amigos fumadores los que tienen que aguantar sin fumar para poder tener un rato de amena charla. ¿Es peor esto que aquello? Es obvio que para mí es mejor, pero comprendo que para ellos sea peor. ¿Somos peores nosotros ahora que ellos antes? Yo diría que no, pero algunos han decidido que se les somete a una terrible persecución. Hace veinte años los no fumadores no éramos perseguidos, sencillamente estábamos rodeados ¿Era eso más aceptable?
Necesitamos normas que regulen nuestro comportamiento público porque, por muy civilizados que nos creamos, la realidad es que, básicamente, somos unos egoístas y lo que nos parece bien a nosotros, pensamos que a los demás tendría que parecerles igualmente acertado.
En ausencia de normas siempre hay quien sabe comportarse educada y correctamente con los demás, privándose de llevar a cabo comportamientos que puedan molestar a otros (ir a 100 Km/h por una calle de Madrid, mear en un portal, fumar o expeler ventosidades en un lugar cerrado en el que hay más gente, gritar en público, incordiar con tonterías a quien está trabajando…), pero otros no somos tan majetes y necesitamos de la amenaza de una multa para comportarnos adecuadamente. Es una pena que así tenga que ser, pero me temo que no queda más remedio de vez en cuando.
Algunos dicen que esta es una ley anti-fumadores, pero realmente es una ley de defensa del no fumador. Hay cosas que es mejor poner en positivo. Yo no tengo inconveniente en que la gente fume si quiere, sólo pido que lo hagan lejos de mí ¿Es eso tan grave?
Sé que parece ridículo incitar a la gente a no fumar y seguir llenando las arcas estatales con los impuestos del tabaco que gestiona ese mismo estado, pero a pesar de la contradicción y flagrante hipocresía yo estoy contento porque ahora no me dará tanta pereza quedar con alguien para comer o pasar un rato en un bar o restaurante.
¡VIVA LEIRE PAJÍN!