Muchas veces, mientras voy en el coche oyendo la radio, o corriendo con la música puesta, cuando
charlo con algún compañero de trabajo, o cuando estoy en alguna absurda reunión
laboral, se me ocurren cosas sobre las que sería interesante escribir. Pero
cuando llego a casa, me pongo a hacer el tonto o a ver el resumen de
"Supervivientes", y se me pasa el tiempo sin dar rienda suelta a mi
capacidad literaria.
Tengo que reconocer que las reuniones con jefes son las
situaciones más fecundas para generar ideas de debate sobre la estupidez humana
disfrazada de solemnidad. Recuerdo que cierto político llamó a otro "bobo
solemne", creo que no le faltaba razón, aunque no es menos cierto que, actualmente,
aquel calificativo se le podría asignar al que lo inventó. Además, pienso que
ese apelativo tan simpático sería aplicable a montones de nosotros cuando
estamos representando nuestro papel, más bien "papelón", en nuestros
pintorescos puestos de trabajo.
No sé cuántas veces habré visto a gente afirmando con
rotundidad aquello de desconoce (regla número uno del decálogo del paripé), o
comprometiéndose a que otros hagan algo que ellos saben que es imposible, o
planificando unas tareas que ignoran en qué consisten, para ser realizadas por
personas que no conocen y cuyos conocimientos desconocen (esto lo viví hace un
par de días). ¿Cabe mayor cúmulo de despropósitos? La respuesta es sí,
absolutamente sí.
Nunca acabaré de sorprenderme de la cantidad de memeces por
segundo que pueden acontecer en el mundo laboral, sobre todo en la nebulosa de
los "gestores". Pongo entre comillas la palabra porque dudo mucho que
muchos de quienes se catalogan como tales, sepan en qué consiste esa actividad.
Mi empresa es una de tantas en las que las labores
burocráticas, a pesar de su falta de eficacia y, en muchas ocasiones, su total inutilidad,
están mejor vistas que las técnicas (no en vano se paga más a los burócratas
que a los técnicos). Últimamente se ha puesto en marcha un concurso en el que
se insta a los empleados a que pidan a sus hijos que hagan dibujos relativos al
trabajo de sus padres. Ante semejante reto yo me pregunto cómo podrán explicar
muchos de mis colegas a sus hijos en qué consiste su labor profesional.
Me voy a atrever a enumerar algunas de las cosas que veo que hacen los "gestores" para explicarme mejor:
Me voy a atrever a enumerar algunas de las cosas que veo que hacen los "gestores" para explicarme mejor:
-Pasear de una sala de reunión a otra con el portátil bajo
el brazo y con cara de ir a resolver algo trascendental.
-Hablar por teléfono con "obreros" rebeldes que se
empeñan en no cumplir los plazos que ellos han puesto al tuntún o que sus
respectivos jefes (la pila de gestores que soportan los técnicos suele tender
al infinito) le han pedido que exija a "su equipo".
-Contar a sus colegas lo tarde que se fueron a casa el día
anterior o todo lo que trabajaron en su hogar reenviando correos del cliente a
sus pupilos e ignorando los correos de respuesta de sus pupilos pidiendo
aclaraciones sobre las peticiones extremadamente abstractas o contradictorias
que les han pasado.
-Evaluar la labor de sus subordinados a pesar de que, en
ocasiones, no saben ni cómo se llaman. Cuando sí saben ese dato, suelen
desconocer qué hacen. Cuando el gestor es bueno y sabe esas dos cosas, es raro
que sepa cómo hacen sus tareas. No se puede pedir tanto, lo sé.
-Ir a las empresas de los clientes para mantener reuniones
en las que nadie entiende lo que dicen los demás pero todos asienten con cara
de intelectuales y utilizan expresiones como "poner en valor",
"hoja de ruta", "inteligencia apreciativa", "fechas
agresivas" y muchas otras dichas en inglés con acento de
"Madriz".
A la vista de estos cometidos, me parece que a los niños que tengan
que plasmar en un dibujo tan abstractas, difusas y necias actividades, les espera
una compleja labor. Menos mal que los chavales son muy imaginativos y
algo se les ocurrirá. Estoy deseando ver esas obras de arte. Nada me
emocionaría más que ver cómo alguien es capaz de dar sustancia a tanta
insustancialidad. Si no, siempre se puede dibujar algo del estilo de la imagen que ilustra esta parrafada que, sin simbolizar nada, también puede simbolizarlo todo.