sábado, 12 de abril de 2014

¿Cómo dar sustancia a lo insustancial?


Muchas veces, mientras voy en el coche oyendo la radio,  o corriendo con la música puesta, cuando charlo con algún compañero de trabajo, o cuando estoy en alguna absurda reunión laboral, se me ocurren cosas sobre las que sería interesante escribir. Pero cuando llego a casa, me pongo a hacer el tonto o a ver el resumen de "Supervivientes", y se me pasa el tiempo sin dar rienda suelta a mi capacidad literaria.
Tengo que reconocer que las reuniones con jefes son las situaciones más fecundas para generar ideas de debate sobre la estupidez humana disfrazada de solemnidad. Recuerdo que cierto político llamó a otro "bobo solemne", creo que no le faltaba razón, aunque no es menos cierto que, actualmente, aquel calificativo se le podría asignar al que lo inventó. Además, pienso que ese apelativo tan simpático sería aplicable a montones de nosotros cuando estamos representando nuestro papel, más bien "papelón", en nuestros pintorescos puestos de trabajo.
No sé cuántas veces habré visto a gente afirmando con rotundidad aquello de desconoce (regla número uno del decálogo del paripé), o comprometiéndose a que otros hagan algo que ellos saben que es imposible, o planificando unas tareas que ignoran en qué consisten, para ser realizadas por personas que no conocen y cuyos conocimientos desconocen (esto lo viví hace un par de días). ¿Cabe mayor cúmulo de despropósitos? La respuesta es sí, absolutamente sí.
Nunca acabaré de sorprenderme de la cantidad de memeces por segundo que pueden acontecer en el mundo laboral, sobre todo en la nebulosa de los "gestores". Pongo entre comillas la palabra porque dudo mucho que muchos de quienes se catalogan como tales, sepan en qué consiste esa actividad.
Mi empresa es una de tantas en las que las labores burocráticas, a pesar de su falta de eficacia y, en muchas ocasiones, su total inutilidad, están mejor vistas que las técnicas (no en vano se paga más a los burócratas que a los técnicos). Últimamente se ha puesto en marcha un concurso en el que se insta a los empleados a que pidan a sus hijos que hagan dibujos relativos al trabajo de sus padres. Ante semejante reto yo me pregunto cómo podrán explicar muchos de mis colegas a sus hijos en qué consiste su labor profesional.

Me voy a atrever a enumerar algunas de las cosas que veo que hacen los "gestores" para explicarme mejor:
-Pasear de una sala de reunión a otra con el portátil bajo el brazo y con cara de ir a resolver algo trascendental.
-Hablar por teléfono con "obreros" rebeldes que se empeñan en no cumplir los plazos que ellos han puesto al tuntún o que sus respectivos jefes (la pila de gestores que soportan los técnicos suele tender al infinito) le han pedido que exija a "su equipo".

-Contar a sus colegas lo tarde que se fueron a casa el día anterior o todo lo que trabajaron en su hogar reenviando correos del cliente a sus pupilos e ignorando los correos de respuesta de sus pupilos pidiendo aclaraciones sobre las peticiones extremadamente abstractas o contradictorias que les han pasado.
-Evaluar la labor de sus subordinados a pesar de que, en ocasiones, no saben ni cómo se llaman. Cuando sí saben ese dato, suelen desconocer qué hacen. Cuando el gestor es bueno y sabe esas dos cosas, es raro que sepa cómo hacen sus tareas. No se puede pedir tanto, lo sé.
-Ir a las empresas de los clientes para mantener reuniones en las que nadie entiende lo que dicen los demás pero todos asienten con cara de intelectuales y utilizan expresiones como "poner en valor", "hoja de ruta", "inteligencia apreciativa", "fechas agresivas" y muchas otras dichas en inglés con acento de "Madriz".
A la vista de estos cometidos, me parece que a los niños que tengan que plasmar en un dibujo tan abstractas, difusas y necias actividades, les espera una compleja labor. Menos mal que los chavales son muy imaginativos y algo se les ocurrirá. Estoy deseando ver esas obras de arte. Nada me emocionaría más que ver cómo alguien es capaz de dar sustancia a tanta insustancialidad. Si no, siempre se puede dibujar algo del estilo de la imagen que ilustra esta parrafada que, sin simbolizar nada, también puede simbolizarlo todo.