domingo, 12 de enero de 2014

Divagaciones a partir de una película


Acabo de regresar de ver en el cine "La vida secreta de Walter Mitty" y, como me ha gustado, os lo cuento. Empezaré diciendo, para que quede constancia de mi carácter de intelectual, que la he visto en versión original subtitulada y que, además, no he pagado un duro porque mi amiga Cristina me ha invitado.
Es una película de trama sencilla, con algunas escenas muy vistosas y un bello mensaje o, por lo menos, eso me ha parecido a mí, porque ya sabemos que el arte lo entiende cada cuál como puede o como le da la gana, que para eso vivimos en un estado de derecho (esto no viene a cuento pero me gusta decirlo para que no olvidéis que soy un intelectual).
Sin ánimo de hacer "spoilers" diré que el señor Mitty aparece como un empleado normalito de la revista Life, de esos que casi nadie sabe que están allí y cuya vida es bastante simple, tanto que en su perfil de una red de contactos, no sabe qué poner para parecer una persona interesante. ¿Cabe mayor tragedia? Con lo bonito que es decir que has viajado a lo ancho y largo de este mundo (como el Capitán Tan, de grata memoria para los cuarentones y cincuentones), que has esquiado a toda velocidad por Chamonix al lado de algún personaje de la realeza, que has estrechado la mano de Sylvester Stallone (es mi ídolo), cantado en un karaoke con el Fary o recibido un beso y un libro dedicado por Belén Esteban.
A veces nos empeñamos en querer ser como otros que alguien ha decidido que son gente de éxito y no nos damos cuenta de que, para que esos brillen tanto como lo hacen, hay montones de personas alumbrándoles con sus focos o elevándolos sobre sus hombros. Personas de las que nadie sabe nada (salvo sus allegados, claro). ¿Alguien sabe quién limpia la casa de Miguel Bosé (dudo que sea él) para que sus niños crezcan felices y saludables? ¿Se habla del preparador físico que consigue que Cristiano Ronaldo tenga ese torso que tantas damas ansían abrazar? ¿Sabemos quién saca brillo a la corona de Don Juan Carlos para que luzca con elegancia en su regia cabeza? ¿Quién será el que hace las fotos a Miley Cyrus para conseguir que parezca tan chabacana y darle la fama que ahora tiene?
Seguro que todos, o casi todos (que no es bueno generalizar), contribuimos con nuestro trabajo, por cutre que parezca, a que alguien particular, o un grupo, tenga éxito (merecida o inmerecidamente), pero no deberíamos sentirnos mal por no ser nosotros los que ocupamos en centro de atención. Vale más el abrazo de un amigo que el de un fan, la charla sincera y distendida con un familiar que el debate en algún foro de renombre internacional, tirarse un cuesco en casa con los tuyos que en una cena con Su Majestad.
No sé lo que pensaréis vosotros pero, aunque agradezco los aplausos cada vez que canto en un karaoke, prefiero conocer a los que me conocen que ser conocido por todo el mundo. En cuanto al éxito en la vida, cada uno sabrá en qué consiste para él, pero a mí me parece que es tontería medirlo por el número de amigos en Facebook, los consejos de administración a los que pertenecemos, las vueltas al mundo que hemos dado, los kilómetros que hemos corrido o los millones que hemos amasado. Yo creo que los mejores logros son aquellos que nos pasan desapercibidos porque ocurren sin pensarlo y son aquellos que tienen que ver con hacer sentirse bien a otros.
Queda pretencioso decir que uno ha hecho sentirse bien a alguien, pero queda muy bien cuando es al revés, cuando se lo dices al que te ha hecho sentir bien, así que hoy le diré a mi amiga Cristina que he pasado una grata tarde gracias a su compañía y a la de Walter Mitty.