martes, 22 de febrero de 2011

Distrayendo el ocio laboral

Por razones que no vienen al caso y que, además, nadie me ha aclarado, llevo una semana y pico viniendo a la sede central de mi gran empresa para sentarme frente a un ordenador y hacer lo que quiera, pero sin largarme de mi sitio (salvo para cumplir con las llamadas de la naturaleza que tenga a lo largo de la jornada). La situación no es buena y si los clientes no dan trabajo, los proveedores tienen dos posiblidades: despedir a los empleados que no pueden colocar o tenernos un tiempo “almacenados” por aquí hasta que aparezca alguien que nos necesite y que dé dinero por nosotros.

Es probable que exista un buen número de personas que envidien mi actual situación: no doy un palo al agua y me pagan el sueldo completo. Pero creo que incluso los que sueñen con esto, acabarían hartos en menos de una semana.

El ocio se lleva mal cuando tienes la obligación de pasarlo sentado en un sitio concreto y sin poder hacer nada que no sea accesible desde el ordenador que hay en la mesa (¡gracias a Dios tiene conexión a Internet!).

Estoy rodeado de personas a las que no conozco y que, como mucho, responden a mi saludo mañanero. Mi único nexo de unión con el resto de habitantes de esta sala es que la nómina la paga la misma empresa. No sé qué hacen unos y otros, ni ellos saben lo que hago yo (aunque seguro que sospechan que no hago nada). En el entorno laboral, los lazos amistosos se suelen crear cuando la gente trabaja en algo común o cuando uno tiene la suerte de sentarse junto a una persona afable de esas que son capaces de hacer amistad con cualquiera.

Mi “tarea” se desarrolla de modo aislado, y la gente con la que comparto mesa no es del tipo simpaticón (aunque a mi derecha se sienta un tipo gruñón que me cae muy bien). La sensación de soledad es total. Bueno, miento, la verdad es que mis antiguas compañeras me llaman por teléfono y me escriben correos con frecuencia ¡Qué haría yo sin ellas!

El ambiente por aquí es un tanto deprimente. No soy el único que parece aislado, yo diría que la mayoría de los que habitan esta zona trabajarían igual de bien, o de mal, en un despacho que les pusieran en Marte, sin nadie a su alrededor. No diré que la gente tenga que estar cotorreando con los de al lado a todas horas, pero lo que veo me resulta triste. Las únicas conversaciones animadas que oigo, se producen por teléfono. Parece que alguien haya hecho la distribución de las personas de modo que nadie esté junto a sus amigos. ¡Vaya mierda!

Ha llegado la hora de mi recreo. Me iré a la máquina de bollos a tomarme un bracito de gitano de marca Dulcesol para calmar mi hambre. Cuando estoy tomando mi bollito en soledad en medio de los ruidosos grupos que pueblan la cafetería, mi sensación de marginalidad se acrecienta enormemente (menos mal que, en el fondo, la marginalidad me gusta). A lo mejor hoy tengo suerte y me encuentro con alguien conocido (y simpático, porque si es un pesado procuraré darle esquinazo).

sábado, 5 de febrero de 2011

Azuzadores de masas

Hace unos días me enviaron un artículo de Jesús Sanz Astigarraga, que no sé quién es, pero, por su carácter chulesco e insultante (el del artículo), alguien se lo había endosado a Arturo Pérez Reverte, y así anda la cosa corriendo por la Red. Aprovecho para pedir disculpas a don Arturo porque le critiqué duramente por esas palabras que él no había escrito (ya me extrañaba a mí que pusiese como ejemplo de virtud intelectual a Saramago y a Chomsky).

Dicho eso, aquí tenéis una dirección en la que podéis encontrar el famoso artículo:

Extraigo unos párrafos del escrito para que sirvan de base a mis comentarios posteriores:

Tenéis una monarquía que se ha enriquecido en los últimos años, que apoya a los poderosos, a EEUU, a Marruecos y a todo lo que huela a poder o dinero, hereditaria como en la Edad Media ¿sois idiotas?

En Inglaterra o Francia o Italia o en Grecia o en otros países los trabajadores y los jóvenes se manifiestan hasta violentamente para defenderse de esas manipulaciones mientras en España no se mueve casi nadie ¿sois idiotas?

Consentís la censura en los medios de comunicación, la ley de partidos, la manipulación judicial, la tortura, la militarización de trabajadores sólo porque de momento no os afecta a vosotros ¿sois idiotas?

Posiblemente tenga razón en la descripción de la putrefacción imperante en tantos y tantos ámbitos de nuestra sociedad, pero lo que no aguanto es eso de incitar a la gente a manifestarse violentamente. Es posible que ciertas situaciones sean difícilmente resolubles sin usar la violencia, pero dudo que sacar a la masa a la calle con palos para romper escaparates y coches (que nunca pertenecen a los culpables de la mala situación por la que la gente se queja), solucione nada.

Me cansan estas personas que, aprovechando la tribuna que les brinda la radio, la televisión, Internet, su partido político o lo que sea, se empeñan en querer guiarnos hacia la salvación con consignas tan tontas como la de “salir a la calle”.

En un intercambio de pareceres que tuvimos durante nuestra jornada laboral (por correo electrónico para simular que trabajábamos duramente), alguien dijo que las revoluciones a veces son necesarias y que, cada uno tiene su papel en ellas: unos se encargan de abrir los ojos a los demás y otros se ocupan de ejercer esa convincente actividad que es la violencia.

Lo malo es que esos que “abren los ojos” a los demás, suelen estar tan ciegos, o más, que aquellos a los que guían, pero mientras los “guías” se quedan en la retaguardia, calentitos en casa escribiendo sus soflamas, sus fieles seguidores salen a la calle a hacer su papel de “carne de cañón”, a romper cabezas o a que se la rompan a ellos.

Actualmente hay mucha gente que está en una mala o muy mala situación, pero salir a la calle a montar follón no va a arreglar nada. ZP es un inepto, pero echarlo a patadas no va a servir (eso creo yo) para que la deuda que tiene España desaparezca al día siguiente, ni para que se creen cuatro millones de puestos de trabajo en un pispás. Si salimos a quemar las calles sólo conseguiremos una cosa: que las calles queden quemadas y que los que tengan las garrotas más contundentes y los músculos más desarrollados, se hagan los amos de la situación.

Si algo nos parece mal, digámoslo. Si los gobernantes nos parecen corruptos y putrefactos, demos ejemplo de seriedad y honradez en nuestro trabajo (el que lo tenga) y en el día a día. Si vemos que las administraciones públicas son nidos de derrochadores y corruptos, procuremos vivir sin gastar más de lo que tenemos y sin pretender que nos den duros a peseta. Si ese comportamiento se populariza, incluso la gente que se dedica a la política que, aunque no lo parezca, son personas normales, acabará ejercitándolo y conseguiremos arrinconar las corruptelas y vivir en un mundo ideal (me acaba de resonar en la cabeza esa bella canción de “La Bella y la Bestia”).

Aprovecho mi gran poder de comunicación para incitar a las masas a salir a la calle sólo para pasear y airearse, pero no para romper farolas o cabezas y, cómo dicen siempre desde la DGT en las operaciones salida: salgan escalonadamente, no se aglomeren, que cuanta más gente se junte en la calle a la vez, peor será.