Acabo de leer que el grupo Radiohead lanzó el mes pasado su disco In rainbows comercializándolo en Internet y poniendo como precio “la voluntad”. Según dicen el Libertad-Digital, los que descargaron el disco pagaron, como media, ocho dólares. El caso es que ya llevan sacados más de nueve millones de dólares.
He cotilleado un poco la web de In rainbows y, una vez añadido el disco al “carrito de la compra”, al pulsar el botón de pagar, aparecen un par de casillas para poner el precio que se estime oportuno (las libras y los peniques). Incluso se puede poner un cero patatero (como podéis ver en la imagen que he capturado al hacer mi compra). Luego probaré a poner un importe negativo, a lo mejor los de Radiohead son capaces de pagarte por descargar su música, después de todo, si nos gusta el disco, haremos publicidad de él y tal vez consigamos que alguna persona vaya a alguno de sus conciertos (en este caso pagando).
La página es simple a más no poder. Por detrás de su sobria apariencia está el software de una tienda web, pero tampoco parece nada complejo porque sólo hay un producto que se pueda comprar (o descargar por la cara): el disco.
Igual que vemos “pogramas” en la tele y los oímos en el “arradio”, o del mismo modo que leemos “pidióricos” o vemos vídeos en la web sin pagar un duro gracias a la publicidad, lo de poner la música como reclamo para acceder a sitios web llenos de anuncios publicitarios con los que pagar a los compositores y cantantes, es una idea que, de lo antigua que es, parece mentira que no se haya puesto en marcha antes. El grupo británico ha probado algo más novedoso aún y más barato y rápido de poner en marcha. Yo nunca hubiese sospechado que tanta gente fuese capaz de pagar por algo que podría tener gratis, pero el caso es que la realidad me dice que estoy equivocado y me llena de orgullo y satisfacción ver lo dadivosos que pueden llegar a ser algunas personas con sus grupos favoritos (me cuesta pensar que yo pudiera hacer lo mismo con los discos de Bustamante o Camilo Sesto).
He cotilleado un poco la web de In rainbows y, una vez añadido el disco al “carrito de la compra”, al pulsar el botón de pagar, aparecen un par de casillas para poner el precio que se estime oportuno (las libras y los peniques). Incluso se puede poner un cero patatero (como podéis ver en la imagen que he capturado al hacer mi compra). Luego probaré a poner un importe negativo, a lo mejor los de Radiohead son capaces de pagarte por descargar su música, después de todo, si nos gusta el disco, haremos publicidad de él y tal vez consigamos que alguna persona vaya a alguno de sus conciertos (en este caso pagando).
La página es simple a más no poder. Por detrás de su sobria apariencia está el software de una tienda web, pero tampoco parece nada complejo porque sólo hay un producto que se pueda comprar (o descargar por la cara): el disco.
Igual que vemos “pogramas” en la tele y los oímos en el “arradio”, o del mismo modo que leemos “pidióricos” o vemos vídeos en la web sin pagar un duro gracias a la publicidad, lo de poner la música como reclamo para acceder a sitios web llenos de anuncios publicitarios con los que pagar a los compositores y cantantes, es una idea que, de lo antigua que es, parece mentira que no se haya puesto en marcha antes. El grupo británico ha probado algo más novedoso aún y más barato y rápido de poner en marcha. Yo nunca hubiese sospechado que tanta gente fuese capaz de pagar por algo que podría tener gratis, pero el caso es que la realidad me dice que estoy equivocado y me llena de orgullo y satisfacción ver lo dadivosos que pueden llegar a ser algunas personas con sus grupos favoritos (me cuesta pensar que yo pudiera hacer lo mismo con los discos de Bustamante o Camilo Sesto).
Propondré a los de Radiohead que hagan publicidad de LibertadDiodenal en su exitosa tienda a cambio de esta publicidad que gratuitamente les estamos haciendo desde este foro de necedad y estulticia.
Ante este panorama tan esperanzador sólo me queda proponeros que coreéis conmigo:
¡VIVA LA PUBLICIDAD!
¡VIVA LA GRATUIDAD DE LOS DISCOS DE RAMONCÍN!
¡VIVA EL REY!