Saludos a todos, queridos lectores:
Aquí me tenéis, escribiendo desde mi puesto de “trabajo”
para entretener el ocio que me acucia desde principios del mes de julio. Menos
mal que disfruté de mis vacaciones durante cuatro semanas que, de haber estado por
aquí, hubiesen servido para acumular más ocio aún a mi currículum.
Sé que habrá mucha gente que no entienda que a uno le paguen
por no hacer nada, pero también habrá otros que se alegren de saber que ellos
no son los únicos que viven tan absurda situación. Sí, ya sé que es tonto
alegrarse de cosas así, pero reconoced que uno se siente bien cuando sabe que
no es el único que sufre.
Es probable que ahora haya quien se pregunte qué hay de malo
en que a uno le paguen por no hacer nada, o cómo puede ser eso un
sufrimiento. La verdad es que, así, a
bote pronto, reconozco que es mejor lo mío que no recibir sueldo alguno por
estar ocioso.
Está claro que, para el que paga, sí debería ser algo malo
porque gasta sin recibir nada a cambio, pero en estas grandes empresas, todo se
diluye y, a pesar de que se generan todo tipo de informes para intentar saber
qué hace cada cual y cómo de bien se cumplen las planificaciones de los
distintos proyectos, la realidad es que, en general, hay bastante desbarajuste.
Unos trabajan demasiado, otros no hacen (hacemos) nada y, para finalizar,
también podemos hacer mención especial a aquellos que, sin hacer nada, no dejan
de resoplar en su sitio para que los demás crean que no paran y que están
liadísimos. Estos últimos forman parte de la gran masa de ases del paripé que pueblan las empresas (el de la foto que ilustra este artículo tiene un máster en paripé en el que Llongueras colaboró), pero este es otro tema que nos aleja del actual.
Podría pensarse que, si hay algún grupo que anda con ahogos
y otro que está lleno de ociosos, podrían pasar éstos últimos a formar parte
del primer grupo para darles un respiro, pero el caso es que cada proyecto es
un mundo y, aunque todos somos capaces de hacer cualquier cosa, no lo somos de
un día para otro. Además de eso, la burocracia requerida para hacer algo así,
puede que sea más compleja que seguir con esta tonta situación.
Este tiempo de ocio podría dedicarlo a aprender nuevas cosas
(a ratos me entretengo con ello), a leer novelas (es lo que me ocupa
últimamente), a chatear con otros ociosos (una de mis actividades favoritas), a
dormitar frente a mi pantalla (esto lo hago de modo involuntario y causa gran
hilaridad a alguna compañera que me ha inmortalizado en varias fotos con los
párpados cerrados y la baba cayendo por la comisura de los labios), etc.
Son, en fin, actividades que popularmente se conocen como
“tocarse los huevos” o, en su versión más culta, “masajearse el escroto”. El
caso es que tantas semanas haciendo eso me tienen con el saco escrotal en carne
viva. ¿Alguien conoce alguna pomada para calmar mis dolores?