domingo, 26 de octubre de 2008

Paseo vespertino

He estado dando un paseo por un parque valdebernardino y, como ya es hora de que actualice el blog, voy a ver si soy capaz de escribir alguna cosa al respecto de lo observado en ese rato de caminata solitaria entre la gente del barrio.

Nada más acceder a la vía principal del parque, me he topado con una familia con estética tradicional. La madre empujando el cochecito del pequeño un poco adelantada al padre y a la hija díscola a la que éste decía esa frase que seguro que todos hemos oído alguna vez en nuestra infancia: “Si es que parece que esta niña no quiere entender que le decimos las cosas por su bien”. ¡Cuántas veces le dirían a ese hombre esa misma frase en su infancia! Y seguro que, como ahora probablemente le pase a su hija, él no podía creer que esas cosas que le decían, y que tan poco le gustaban, fuesen por su bien.

Luego he visto a un par de matrimonios (supongo que lo serían) parados en el camino pero en una disposición que sugería que ya se estaban despidiendo. Ellas hablaban mientras ellos se situaban al lado de sus esposas pero al margen de la conversación (la cara de aburrimiento delataba su falta de interés por lo que se contaban). Cuando he regresado al punto en el que los dejé, al cabo de unos diez minutos, aún seguían en apariencia de estar despidiéndose ¡Cuánto rollo tenemos algunos seres humanos!

Más adelante he visto a un chavalín de no más de tres años que se lanzaba con su velocípedo por una pequeña cuesta que bajaba de los columpios al camino lleno de paseantes. El niño tenía un dominio absoluto de su “correpasillos” y esquivaba a unos y otros con verdadera maestría. Se notaba que no le preocupaba absolutamente nada de lo que podría pasarle si hubiese colisionado con algún ciclista o si algún obstáculo imprevisto lo hubiese hecho caer. Contrastaba su total alegría y despreocupación con mis “trascendentales” cavilaciones de ese momento. Ya le llegará a ese tierno infante el momento de empezar a preguntarse por el sentido de tantas y tantas cosas o, ¡quién sabe!, a lo mejor acaba siendo una persona sin curiosidad de esas que no se preguntan nada y viven tan tranquilas si meterse en líos intelectuales.

La noche se ha echado encima y he decidido regresar a mi nido a escribir esta sarta de chorradas. Siento no haber tratado sobre el trascendental tema de nuestra ausencia de esas “importantes” cumbres del G-8 y del G-20 en las que, dada la inmensa sabiduría de los invitados a las mismas, seguro que se toman unas decisiones que acabarán con la crisis mundial, con el hambre en el mundo y con la estupidez humana.

jueves, 16 de octubre de 2008

A la caza de Kashuma

Ayer recibí un correo de una redactora del diario Metro (para los que no seáis de Madrid explicaré que es unos de los que se reparten gratuitamente en Madrid cada mañana) solicitando información sobre la historia que hace más de dos años me aconteció con nuestro japonés más famoso y querido, Kashuma, y que había encontrado rebuscando entre los miles de correos que había perdidos en un antiguo buzón de correo electrónico que llevaba mucho tiempo en cuarentena por ataques de spam.

Todos sabéis el afecto que tengo a mi querido timador oriental, así que al contemplar la posibilidad de que mi más fantástica aventura pudiese acabar entre las páginas de un periódico, no dudé ni un momento y llamé a Teresa (así se llama la cordial y simpática redactora que se interesó por mi historia). En cuanto descolgó el teléfono y supo que la víctima del músico japonés era quien estaba al otro lado, no disimuló su entusiasmo. Tanto es así que hasta me sentí importante.

Estuvimos charlando animadamente durante un ratillo en el que, básicamente, corroboré lo que ella ya había leído en mi relato y, además, hice algunas puntualizaciones inútiles (ya sabéis de mi capacidad para aportar información inútil en cualquier situación) como, por ejemplo, que con la publicación de esta historia, podremos conseguir que el timo deje de ser efectivo o, tal vez, que Kashuma acabe siendo un famoso más de los que visitan el plató de Ana Rosa Quintana o el Diario de Patricia (que ahora creo que se llama Diario Imedio, o algo así). Alguna persona ha sugerido que sería interesantísimo vernos a Kashuma y a mí concursando en Gran Hermano. La verdad es que no me parece mala idea.

La conversación terminó y, tanto Teresa como yo, nos quedamos muy contentos: Ella porque tenía algo que contar hoy, y yo porque me encanta ser protagonista de historias absurdas en las que quedo como el más tonto del mundo.

Aquí podéis leer el artículo que conseguirá poner coto a las fechorías de nuestro japonés con coleta. Este es es el primer paso de mi larga carrera hacia la fama. En no muchos años me veréis optando a la presidencia del Gobierno de España ¡Tiembla, ZP!

sábado, 11 de octubre de 2008

El hombre anuncio

Parece ser que al alcalde de Madrid y a su equipo gubernamental les parece vejatorio el oficio de hombre anuncio. Si hubiesen pedido a las empresas anunciantes pagar un impuesto especial por desarrollar su labor anunciadora por las calles de la ciudad, la cosa podría tener algo más de sentido, pero alegar que es una actividad denigrante me parece una sandez. No es ese sea el oficio de mis sueños, pero para quien no tiene otra cosa, ganar 600 o 900 euros al mes no es mala cosa.

¿Es vejatorio también el oficio de barrendero? Lo de barrer las inmundicias que el resto de los “educados” ciudadanos vamos tirando por el suelo, no parece ser algo maravilloso. ¿Y qué me decís del oficio de consultor? ¿Es digno ir contando mentiras de empresa en empresa prometiendo milongas imposibles de llevar a cabo? Tal vez este oficio no sea considerado vejatorio porque no se desarrolla a la intemperie y se suelen cobrar sueldos bastante aceptables, pero fundamentar la actividad de uno en la mentira es algo un tanto vergonzoso. Es cierto que no todos los consultores son mentirosos e incompetentes, pero cada vez que oigo esa palabra, pronunciada con veneración casi divina, me entra la risa.

¿Y el oficio de político? ¿Es digno o es indigno? Afirmar una cosa un día y la contraria al siguiente, reclamar respeto a quien insultas, decir que no hay problema donde sí lo hay y que es terrible lo que no lo es…

Al final, como pasa casi siempre, lo único que cuenta es lo que se ve, mandan las apariencias, así que si el hombre anuncio lleva un par de cartelones de PVC la mar de antiestéticos, su trabajo será considerado degradante, pero si eres un gran deportista y llevas camisetas Nike o Adidas repletas de logotipos de un montón de empresas anunciantes, eso es enaltecedor y dignificante e incluso Gallardón sería capaz de invitarte a su despacho para hacerse fotos contigo.

Si uno tiene un oficio con nombre largo y extraño como, por ejemplo, experto en técnicas de rehabilitación de complejos sociales de esparcimiento sostenible del medioambiente (me lo acabo de inventar y no tiene ningún sentido, pero me gusta), aunque su labor consista en conseguir fondos estatales para no hacer otra cosa que editar publicaciones que nadie lee y en masajearse sus partes íntimas a todas horas, su absurdo oficio será considerado, no ya digno, sino fundamental para el desarrollo integral del ser humano en este peligroso planeta.

Yo diría que, en general, la dignidad de un oficio la da la forma de ejercerlo y no el oficio en sí. Un hombre anuncio, si no va arrollando a los transeúntes que se cruzan con él, desarrolla su labor dignamente. Un consultor que asesora adecuadamente y sin contar milongas a sus clientes, es un profesional digno. Un político que dice lo que piensa y hace lo que dice, contribuye a que su profesión se enaltezca. Un auditor que no falsea los datos sino que informa de lo que averigua, es un buen auditor. Lo contrario ocurre con un hombre anuncio que va empujando e insultando a la gente, o un consultor que dice a sus clientes que se pueden hacer cosas que él mismo no sabe ni por dónde agarrar, o un auditor que clasifica a una empresa con las famosas tres aes, “AAA”, una semana antes de que quiebre.

Es cierto que hay oficios como el de asesino a sueldo o ladrón cuya indignidad no parece depender de cómo se ejerza, pero esos son casos especiales.

domingo, 5 de octubre de 2008

Juicios paralelos (el caso Neira)


Anoche estuve viendo La Noria, ese programa de debate en el que suele participar esa tranquila y tolerante periodista que es María Antonia Iglesias. Por segunda vez acudió a ser entrevistada por Jordi García la novia de Antonio Puertas, el agresor de Jesús Neira. No sé cómo discurriría la primera entrevista que le hicieron en ese mismo programa, pero lo de ayer fue bastante indignante.

De este desagradable suceso parece que está comprobado y asumido por todas las partes implicadas, incluido el agresor, que al señor Neira se le propinaron unos cuantos golpes de tal intensidad que provocaron que, al cabo de unos días, entrase en coma.

Jesús Neira, según él mismo declaró después del incidente, vio como Antonio Puertas discutía y forcejeaba con su novia, Violeta Santander, que acabó cayendo al suelo. Según don Jesús, cayó empujada por el novio, y según la propia chica, cayó porque se desequilibró a causa de un problema de vértigos que parece.

A la vista de que no hay consenso en la cuestión de la agresión a la doña Violeta, los que no somos ni Jesús Neira ni ella misma, lo único que podemos afirmar es que Puertas propinó unos cuantos golpes fatales a Neira. Pero, a pesar de que la supuesta agredida se empeña en repetir que no lo fue, el resto de la humanidad se insiste en contradecirle y en intentar convencerla de que sí que fue maltratada físicamente por su novio.

Violeta ha reconocido que Puertas es adicto a las drogas y que ese día iba un tanto cargado, pero insiste en que no la agredió. Será verdad o será mentira, no tengo ni idea, pero no sé qué derecho tiene ninguno de los participantes en la tertulia de la Noria en afirmar con toda rotundidad que la señorita Santander está mintiendo y que lo que le pasa es que está bajo los efectos del síndrome de estocolmo (diagnóstico al que habrán llegado gracias a sus largos años ejerciendo la psiquiatría, supongo).

Yo pienso que Violeta está haciendo las cosas bastante mal y que con sus apariciones en televisión no hace otra cosa que animar a esa jauría de cretinos que por tener el título de periodistas se creen con derecho a sentenciar sobre cualquier caso mientras, eso sí, abominan de los juicios paralelos que se hacen en la calle, juicios que siempre hacen otros, claro. Ellos dicen que Violeta Santander miente, pero no la están juzgando, sólo opinan.

¿Es que no saben que si ellos condenan a esta mujer, habrá montones de cretinos que al verla pasear por la calle se atreverán a insultarla sin pudor? ¿No se dan cuenta de que ellos, que tanto hablan en contra del maltrato de mujeres, están maltratando de una manera gravísima a esta señora y, lo que es peor, propiciando que otras muchas personas la maltraten? ¿Ese maltrato es bueno y un empujón es malo?

En la mesa de la tertulia de La Noria sólo había una persona que parecía no dejarse llevar por las vísceras y que habló con gran sensatez a pesar de las constantes interrupciones de María Antonia Iglesias. Me refiero a Nacho Abad que, desde ayer, es para mí un ejemplo a seguir y del que deberían aprender todos esos profesionales del periodismo que, de tan encumbrados que ya están, son incapaces de dejar de mirarse el ombligo y supongo que por eso jamás pueden opinar sin sentenciar. ¡Son tan grandes! ¡Su carrera profesional ha sido y es tan brillante! ¿Quién podría dudar de que lo que ellos piensan sea la verdad? ¿Para qué necesitan pruebas? Eso se queda para los que no tienen esa perspicacia e intuición de los grandes.

Como La Noria es un programa de gran seriedad, ayer mostraron las declaraciones que hizo un chaval que ha pasado unos días en la cárcel de Soto del Real con Antonio Puertas. El mozalbete ya está en libertad y, claro, como sabe que este tema da dinero, lo primero que hizo fue ponerse en contacto con Tele 5 para decirles que tenía información interesante. En la "cadena amiga" comprobaron que este chaval, efectivamente, ha estado en Soto del Real cumpliendo condena y que ha coincidido en el tiempo con Puertas.

No creo que puedan haber constatado que realmente habló con Puertas y dudo mucho que puedan saber si lo que ha dicho su compañero carcelario es cierto. El supuesto compañero del agresor de Neira se explayó a gusto y, resumiendo, dijo que Puertas reconoció que estaba maltratando a su novia cuando llegó Neira, al cuál dio un par de puñetazos. También le dijo que esperaba salir pronto de la cárcel si acaban inculpando a los médicos por negligencia y así poder ir de plató en plató para forrarse. Son cosas creíbles, pero es absurdo dar por sentado que son ciertas, sobre todo cuando el que lo ha contado ha hecho negocio con esa información.

Salvo Nacho Abad, que dijo que ese testimonio no valdría un pimiento en un juicio porque bastaría con que Puertas negase haber dicho tales cosas, el resto de los contertulios dio crédito absoluto a lo que dijo ese expresidiario.

Que quede claro mi desprecio por la paliza que el desgraciado de Puertas propinó a Neira y que vaya por delante que pienso que los paseos de Violeta Santander por la tele no hacen más que alentar la creencia de que miente para no meter en follones a su novio, pero una cosa es tener la sospecha de algo y otra muy distinta decir que lo que uno sospecha es la verdad absoluta.