sábado, 29 de noviembre de 2014

Buena gente


Acabo de darme un magnífico homenaje gastronómico con un menú "Whopper" en Burger King y, al terminar, con las energías recobradas, he acudido a Ahorramás con mi bolsita de rafia (este detalle os lo cuento para que sepáis lo comprometido que estoy con la naturaleza) para comprar viandas con las que deleitar mi selecto paladar durante los días venideros.
En la puerta había un grupo de personas del banco de alimentos de Madrid. Uno estaba en la puerta y, tras saludar a todo el que entraba, le indicaba la posibilidad de ayudar comprando productos no perecederos para entregarlos a la salida a otras dos personas que estaban organizándolos en cajas.

Esto me ha hecho pensar en lo eficaces y útiles que son algunas personas que, para más mérito suyo, no cobran un duro por su trabajo, y lo gravosos, inútiles o, peor aún, contraproducentes, que son otros que, además, cobran sueldos bastante suculentos. Podría pensarse que en este último grupo sólo meto a algunos políticos (no todos son malvados e inútiles), pero no, también incluyo a montones de personas de grandes empresas y de algunas pequeñas.

Pero no quiero hablar de las tontunas que hacen unos sino de las buenas cosas que hacen otros. A hablar de los sinvergüenzas, para hundirlos o hacerles la pelota, ya dedicamos demasiado tiempo.
Hay por ahí gente magnífica que dedica su tiempo libre que, en ocasiones, es todo su tiempo, a intentar hacer la existencia de otros un poquito menos ingrata, y eso merece un aplauso y nuestro reconocimiento.

Casi todas esas personas permanecerán toda su vida en el anonimato y sin que algún rey campechano, algún periodista o algún renombrado artista o deportista se fotografíen con él. Creo que pequeño Nicolás tampoco se hará "selfies" con la gente de esos entornos. Pero supongo que eso importa poco a esas personas, porque lo que hacen, unos lo harán por convicciones religiosas, otros por el gusto de sentir que hacen algo verdaderamente útil y otros... ¡Qué sé yo! El caso es que lo hacen y es bueno, así que ¡qué más da su motivación para ello!
Si contásemos a todos los abuelos que cuidan a sus nietos; a todos los padres dispuestos a acoger a sus hijos de nuevo en casa si las cosas les van mal;  a todos los hijos y nietos que cuidan a sus mayores enfermos; a todos esos grupos de personas que visitan a enfermos solitarios o a chavalines que pasan en los hospitales demasiado tiempo;  a los médicos y enfermeros (estas palabras incluyen también a las mujeres, no me llaméis machista) que van durante sus vacaciones a países que los necesitan; a personas que acuden a ayudar allá donde haya una catástrofe; a la gente que, en el trabajo, ayuda a integrar a los que llegan nuevos a la oficina; a los que siempre tienen una palabra de ánimo o una tontuna en la boca para animar a quien está decaído; a los que saludan sonrientes aunque lo estén pasando mal y a los de devuelven el saludo aunque no conozcan al que, con tanta simpatía los saluda; a los que enseñan al que no sabe; a los que pasan papel higiénico por debajo de la puerta al que se ha quedado sin él; a los que avisan al que tiene la bragueta bajada; a los que son capaces de decir a su jefe de que su propuesta es absurda; a los jefes  capaces de corregir a los empleados indicándoles cómo hacer bien las cosas; a los que mean dentro de la taza y usan la escobilla o secan las gotas que caen fuera; a los que usan los intermitentes cuando conducen su coche y, además, saben cómo actuar en las rotondas; al chavo del ocho... Si contásemos a todos los mencionados, decía, serían tantos que todos los del caso Gürtel, los del caso Malaya, los de los eres, los del caso Bárcenas, los de la trama Púnica y tantos y tantos otros, serían cuatro gatos al lado de la masa de gente decente.

Pero eso sí, que nadie se duerma en los laureles, que todos somos capaces de hacer un favor con una mano y usar la otra para llevarnos lo que no es nuestro. Ni unos son unos demonios integrales ni otros unos santos canonizables en vida.
¡Vaya mierda de conclusión a la que he llegado! ¡Con lo navideño y bonito que me estaba quedando el texto!

sábado, 18 de octubre de 2014

Lo que interesa a la ciudadanía


Es sábado. El sol brilla y hace una grata temperatura. Si no fuese porque Estoy un poco acatarrado y no quiero agravar mi estado, me habría ido a trotar para broncear mi calva y quemar unas cuantas calorías de esas que ingiero a diario. El caso es que, en este estado en el que me encuentro, hacer de escribiente no puede hacerme ningún mal, así que me he puesto a ello y, mientras espero a que me llegue alguna idea sobre la que soltar un rollo, voy haciendo esta introducción.
Parece bastante claro que, cuanto más se habla de algo en los medios, más hablamos nosotros (la gente) de ello. Y, cuando el tema de moda (podría llamarlo "trending topic", pero no me da la gana) cambia, el foco de nuestra preocupación varía igualmente.
No sé si recordáis que, hace un par de meses, la preocupación mundial era todo lo relativo a las decapitaciones de esos salvajes del Estado Islámico. De vez en cuando se repatriaba a algún occidental aquejado de ébola a su país y el foco cambiaba momentáneamente.
Luego el enfermo moría y todo se calmaba hasta que llegaba alguna noticia sobre Pujol. Entonces pensábamos, una vez más, que todos los políticos, de antes y de ahora, son unos sinvergüenzas.

Pasaban unos días y el señor Mas nos contaba sus nuevos planes acerca de la "consulta". Se nos olvidaba lo de Pujol y unos pensábamos que los nacionalistas catalanes son muy pesados mientras otros decían que es muy democrático dejar votar a la gente (al grupo que uno quiera, no a todos) para preguntar cualquier cosa.
Después aparece alguien que estuvo atendiendo a un enfermo de ébola y se infectó. Se nos olvidan las bobadas de Mas, nos asustamos mucho y nos cuentan que lo que hace unas semanas nos dijeron que estaba perfectamente organizado y "protocolizado", resulta que era una chapuza. Nos asustamos aún más y pedimos dimisiones en nuestras reuniones de café diario. Algunos más comprometidos salen a la calle a insultar a la ministra de sanidad y a cualquiera que tenga pinta de ser su amigo.

A los que nos pareció bien repatriar a los españoles enfermos de ébola en su momento, ahora nos parece que fue una decisión inaceptable. Pedimos que no se sacrifique al perro de la enferma porque es una crueldad, pero, eso sí, nos olvidamos de que ese perro está en una vivienda con vecinos que, tal vez, no quieran arriesgarse a tener allí un posible foco de ébola.
Otros piden que se estudie al perro, así no estará suponiendo un peligro para los vecinos y se podrán sacar conclusiones interesantes sobre la enfermedad. Pero los que piden eso no se dan cuenta (o sí) de que el estudio lo tienen que hacer personas que correrán un riesgo y que, para hacer un estudio, antes hay que saber qué estudiar y cómo hacerlo.

Criticamos mucho a los políticos porque toman decisiones apresuradas y sin preparar nada, pero nosotros somos igual de idiotas (aunque nuestra responsabilidad es menor, eso sí) y pensamos que, efectivamente, se pueden poner en marcha cosas complejas  de un instante a otro.
Gracias a Dios, la auxiliar enferma está mejorando, así que lo que interesa hoy es la asamblea constituyente de Podemos.

¿Qué será lo que importe a la ciudadanía mañana? Entre los políticos y los periodistas, nos lo harán saber. Tened paciencia.
P.D.- No he hablado de Gran Hermano porque sé que no os interesa ese gran "estudio sociológico" a casi ninguno, pero, por si hay algún bicho raro leyendo, diré que Lucía fue expulsada y que todo puede pasar entre Paula y Omar. No me digáis que no es emocionante.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Se acaba el verano, pero no las tontunas

 

El verano va terminando y es hora de escribir algo para desentumecer mis dedos tecleando un rato. Yo no he hecho nada reseñable ni de interés, pero nos han contado que en el mundo han pasado cosas que, según parece, son importantes.
Hace unos días murió Emilio Botín, pero su sucesión se tramitó en un ratillo, así que ese tema podemos dejarlo estar porque no ha generado problemas. Eso sí, parece que lo del sistema dinástico no es algo privativo de las monarquías. De hecho ocurre en muchas partes. La frutería de abajo la regenta ahora el bisnieto del que la fundó. El bisabuelo se la legó a su hijo, éste al suyo y, finalmente, llegó al actual propietario.
¿Os lo habéis creído? Pues es mentira porque Valdebernardo no lleva tantos años existiendo, pero como lo he afirmado con rotundidad, la mayoría de vosotros no sabe nada de este bonito barrio y, además, yo os parezco digno de confianza (salvo a algún lector que, con bastante razón, me llamó parásito), os he engañado con gran facilidad.
Hablando de mentiras, de modo misteriosome ha venido a la cabeza la celebración de la Diada Catalana. ¿Qué tendrá que ver eso con las mentiras? -diréis algunos- pues yo diría que mucho, porque en cuestiones históricas es extremadamente fácil falsear las cosas. Hay documentación que avala unas cosas y documentos que demuestran las contrarias, y cada cual se aferra a aquello que le da la razón.
¡Nuevamente os he engañado! No tengo ni idea de historia y, mucho menos, de si existen documentos que dicen una cosa y documentos que cuentan la contraria, pero lo mejor es que en casi cualquier movimiento masivo basado en legitimidades históricas, la mayoría de los seguidores no tienen ni idea de cuál es la verdad sobre lo que se defiende. Se limitan a ser fans de sus carismáticos líderes y les parece bien cualquier cosa que digan, por muy absurda que sea. Da igual que hoy digan blanco y mañana negro, el apoyo se lo darán igual (o se lo daremos, que yo tampoco me escapo de esta actitud tan tontorrona).
Yo, como todos sabéis, soy fan de Belén Esteban, así que, cualquier cosa que ella diga, la defenderé hasta las últimas consecuencias. Lo mismo pasa con los fans de los líderes independentistas o de muchos otros. Les han contado que ahora está todo fatal por culpa del latrocinio del malvado estado español (no lo pongo en mayúscula para no ofender) y se lo han creído. Hay que reconocer que algo de latrocinio (tal vez demasiado) sí que ha habido, y sigue habiendo, por parte de ese estado maligno y opresor, pero me temo que tampoco se han quedado mancos en el "estadito" que algunos quieren crear como medio de llevar la felicidad a sus habitantes.
Hablan a todas horas de eso que se llama "identidad catalana", pero lo cierto es que, en caso de celebrarse la dichosa consulta, votarían los empadronados en Cataluña que, hasta donde yo sé, no tienen por qué ser catalanes. Pero muchos catalanes que no residen allí no podrán decir ni mu.  No sé si buscar un "piso patera" y empadronarme allí junto con doscientas personas más de fuera de Cataluña para poder votar en la famosa consulta. Lo malo es que creo que la mayoría de los que hiciesen eso, votarían sí a la independencia para que dejen de dar el tostón, cosa que no me gustaría porque haríamos un flaco favor a los muchos catalanes que quieren vivir tranquilos y con sus dirigentes dedicados a resolver problemas de verdad en lugar de a crear otros que no tienen sentido.
He llegado a ver algún debate, más bien intercambios orales de tontunas, en los que una gallega afincada en Barcelona defendía la independencia de Cataluña y un catalán de pura cepa reclamaba seguir siendo español. También vi uno de estos días alguna foto de una mujer ataviada con el sayal musulmán llevando de la mano a un niño con la bandera independentista. A la vista de esta pluralidad social me gustaría saber en qué consiste la identidad catalana.
No defenderé yo uniformidades culturales. Me encanta debatir con gente que piensa y hace cosas diferentes a mí. Incluso yo mismo, a veces, pienso cosas diferentes según pasan los días.
Me parece una tontería (perdón si alguien se ofende) buscar elementos de discordia para crear fronteras donde no las hay, pero me parece aún más tonto querer poner una frontera en España y seguir integrados en Europa. En fin, una contradicción de esas que confirman que los independentistas son tan humanos y tontos como lo somos el resto de los mortales.
Comprendo que un grupo de personas quiera dejar de pertenecer a un estado como ese que, desgraciadamente, se ha hecho famoso este verano: el estado islámico de Siria e Irak (aquí paso de poner mayúsculas por razones obvias), pero no veo la utilidad de dejar de estar unidos a España o, en el caso de Escocia, al Reino Unido. Bueno, tal vez sí haya alguien a quien le sea de utilidad: a los fabricantes de artículos comerciales de esas tontadas. He visto camisetas, zapatillas, relojes, calzoncillos, pantalones, etc., decorados con la bandera independentista catalana.
Lo que más me sorprende es que la gente compre esas cosas. Supongo que lo están pasando francamente mal por tener que arrastrar el yugo español sobre sus cervices, así que es admirable que, lo poco que no les roba España, lo usen para comprar esos artículos que, a falta de otra cosa más profunda, sean una muestra externa de su identidad, por eso visten con orgullo una camiseta y unos calzoncillos abanderados (no "Abanderado", que esos los llevo yo).
Si el problema es que se gestiona mal la riqueza de España, habrá que hacer algo (no sé qué) para gestionarla bien y sin saqueos, pero no veo que las secesiones solucionen nada. ¿Hasta qué nivel sería legítimo el "derecho a decidir"? ¿Hasta la comunidad de vecinos? ¿Hasta que cada persona fuese independiente de las demás? ¡Hay demasiadas cosas que no aclaran estos grandes intelectuales!
Se nos llena la boca de palabras bellas como solidaridad, redistribución de riqueza, progreso... Pero al final, somos todos una panda de egoístas que sólo miramos nuestro ombligo (el mío tiene pelotillas de algodón).

 

 

miércoles, 20 de agosto de 2014

Ocio pagado

Saludos a todos, queridos lectores:

Aquí me tenéis, escribiendo desde mi puesto de “trabajo” para entretener el ocio que me acucia desde principios del mes de julio. Menos mal que disfruté de mis vacaciones durante cuatro semanas que, de haber estado por aquí, hubiesen servido para acumular más ocio aún a mi currículum.

Sé que habrá mucha gente que no entienda que a uno le paguen por no hacer nada, pero también habrá otros que se alegren de saber que ellos no son los únicos que viven tan absurda situación. Sí, ya sé que es tonto alegrarse de cosas así, pero reconoced que uno se siente bien cuando sabe que no es el único que sufre.

Es probable que ahora haya quien se pregunte qué hay de malo en que a uno le paguen por no hacer nada, o cómo puede ser eso un sufrimiento.  La verdad es que, así, a bote pronto, reconozco que es mejor lo mío que no recibir sueldo alguno por estar ocioso.

Está claro que, para el que paga, sí debería ser algo malo porque gasta sin recibir nada a cambio, pero en estas grandes empresas, todo se diluye y, a pesar de que se generan todo tipo de informes para intentar saber qué hace cada cual y cómo de bien se cumplen las planificaciones de los distintos proyectos, la realidad es que, en general, hay bastante desbarajuste. Unos trabajan demasiado, otros no hacen (hacemos) nada y, para finalizar, también podemos hacer mención especial a aquellos que, sin hacer nada, no dejan de resoplar en su sitio para que los demás crean que no paran y que están liadísimos. Estos últimos forman parte de la gran masa de ases del paripé que pueblan las empresas (el de la foto que ilustra este artículo tiene un máster en paripé en el que Llongueras colaboró), pero este es otro tema que nos aleja del actual.

Podría pensarse que, si hay algún grupo que anda con ahogos y otro que está lleno de ociosos, podrían pasar éstos últimos a formar parte del primer grupo para darles un respiro, pero el caso es que cada proyecto es un mundo y, aunque todos somos capaces de hacer cualquier cosa, no lo somos de un día para otro. Además de eso, la burocracia requerida para hacer algo así, puede que sea más compleja que seguir con esta tonta situación.

Este tiempo de ocio podría dedicarlo a aprender nuevas cosas (a ratos me entretengo con ello), a leer novelas (es lo que me ocupa últimamente), a chatear con otros ociosos (una de mis actividades favoritas), a dormitar frente a mi pantalla (esto lo hago de modo involuntario y causa gran hilaridad a alguna compañera que me ha inmortalizado en varias fotos con los párpados cerrados y la baba cayendo por la comisura de los labios), etc.

Son, en fin, actividades que popularmente se conocen como “tocarse los huevos” o, en su versión más culta, “masajearse el escroto”. El caso es que tantas semanas haciendo eso me tienen con el saco escrotal en carne viva. ¿Alguien conoce alguna pomada para calmar mis dolores?

domingo, 15 de junio de 2014

Soluciones en 140 caracteres


No sé si antes del advenimiento de las redes sociales y de la posibilidad que ahora tenemos para opinar sobre cualquier cosa, éramos tan "listos" como somos ahora. En Twitter, además de decir tonterías, que es una cosa muy sana que a mí me encanta, hay gente a la que le gusta dar recetas para resolver los problemas del mundo en ciento cuarenta caracteres o, mejor aún, insultar con acritud a cualquiera cuyas ideas se crean inaceptables para el insultador que, por supuesto, es un ser tolerante, demócrata y dialogante.
En cuanto alguien difunde algo negativo de quien nos cae mal, lo publicamos en nuestro muro, "timeline" o comoquiera que se llame el artefacto de la aplicación correspondiente. Si es algo positivo para quien nos cae bien, también lo hacemos. Esto último, sea verdad o mentira, por lo menos no hace mal a nadie (o sí, dependerá del caso).
Muchas veces, con nuestra mejor intención, damos pábulo a cosas que son absolutamente falsas o cuya veracidad no hemos intentado comprobar de ningún modo. Es tan difícil confirmar la veracidad de las cosas que, particularmente, yo me niego a publicar nada que constituya una acusación directa a personas concretas, conocidas o no. ¿Cómo podemos saber que esa foto que nos llega de alguien a quien dicen que se busca por asesino, violador, corrupto, ladrón, etc. no es de una persona normal a la que alguien quiere jugar una mala pasada? ¿Cómo podemos estar seguros de que esa información que habla de la peligrosidad o bondad de cierto producto no es una campaña publicitaria cutre, a favor o en contra de ese producto?

Siguiendo con el tema de la banalización de la opinión, hay mucha gente que está segura de que España recuperaría el bienestar total simplemente con sustituir la monarquía por una república. Particularmente la monarquía me parece una sandez, pero dudo que por poner a un jefe de estado democráticamente elegido de entre los tres o cuatro que dispongan como elegibles, las cosas vayan a cambiar mucho.
Otros piensan que sería magnífico acabar con el modelo democrático actual, en el que sólo votamos para elegir representantes, para sustituirla por la democracia directa, en la que todos (y todas, claro) decidiríamos sobre todo (¿hay que decir aquí también "y toda"?). Lo que nadie dice es quién decidiría qué cosas habría que preguntarnos y qué cosas no. Tal vez tendrían que ser esos representantes que elegiríamos del modo habitual o, como dicen algunos: los más preparados (no sé cómo se identifica a los mejor preparados porque conozco a gente con título bastante necia y a intitulados la mar de avispados).

¿De verdad pensamos que se puede someter todo a referéndum? ¿Con qué criterio podríamos opinar sobre tantas y tantas cosas que hay que decidir en un gobierno?
No digo que los que gobiernan lo hagan bien, pero si todo lo decidiésemos entre todos, me temo que nunca se decidiría nada o, los más listos y poderosos, haciendo uso de los medios de comunicación, convencerían a la mayoría para apoyar lo que ellos decidiesen. ¿Habríamos ganado algo, o seguiríamos igual pero gastando mucho más dinero en tanta consulta?

Muchas cosas están mal y que hay que resolverlas, lo mismo que ha ocurrido en otras épocas. Hay mucha gentuza en muchas partes, pero no todo el mundo es gentuza todo el rato y todos lo somos de vez en cuando. Las cosas son más complejas de lo que parecen y las soluciones de ciento cuarenta caracteres no suelen ser muy eficaces, sobre todo cuando casi todos esos caracteres sirven para insultar. Opinemos, debatamos, y discrepemos, pero con cabeza y sin dar por hecho que los que piensan diferente son una panda de cernícalos (a veces lo serán, pero no siempre) o que todo es muy sencillo de resolver.

sábado, 24 de mayo de 2014

Hablemos de fútbol


En este sábado 24 de mayo, en el que tantos españoles están viendo un partido de fútbol apasionante, yo he decidido ponerme a escribir algo.
De fondo oigo el ruido de la lavadora en lugar de los comentarios de los locutores de radio y televisión narrando las jugadas de los ídolos de tantas y tantas personas. Nunca he sido amante del fútbol y, en general, de ningún deporte como espectáculo. Sí que me gusta practicar algunos, pero no me parece entretenido verlos en la tele o en directo. Reconozco que algunos deportes sí son espectaculares, por ejemplo, el descenso en bicicleta por rampas imposibles, me parece absolutamente impresionante, eso sí, también creo que es una locura hacer lo que hacen. Los vídeos de los hombres pájaro, esos que se lanzan con un traje pintoresco con una especie de alas entre los brazos y el tronco, también me resultan muy entretenidos, pero, nuevamente, pienso que el riesgo es excesivo.

No dudo que el fútbol tiene su arte, su dificultad y, en ocasiones, su belleza, pero nunca he sentido la más mínima atracción por todo lo que lo rodea. Supongo que esta falta de afición es heredada de mis padres. Ni a ellos ni a mis familiares más cercanos los vi jamás enfervorizados con el tema futbolero, y yo diría que la pasión por cosas tan aparentemente tontas como esta, es más fácil heredarla que adquirirla por cuenta propia.
Acaba de marcar un gol el "Atleti". Con esto me doy cuenta de que os he engañado un poco. Dije que no estaba escuchando la radio ni la tele, pero lo cierto es que tengo el "transistor" a mi lado y, de vez en cuando lo enciendo para ver cómo va la cosa. ¿Será que me estoy aficionando al deporte rey?

La verdad es que, con toda la atención mediática que se le da al tema, no parece raro que cada vez haya más futboleros. Soy de los que piensa que con una intensa campaña publicitaria se puede convencer a la gente de consumir o hacer casi cualquier cosa, por absurda que parezca, y el fútbol lo tenemos metido hasta en la sopa, con lo que no es raro que incluso alguien tan lejano a esa afición, pueda acabar enganchado.
Llevamos unos días en los que no dejan de hablar del "trascendental" partido de hoy y yo me pregunto ¿dónde está esa trascendencia? ¿En qué cambiarán nuestras vidas tras este encuentro?

Habrá personas que, cuando su equipo haya ganado, serán felices durante unas horas, a lo sumo hasta mañana cuando, al llegar a Madrid su maravilloso equipo, se integren en la masa de contentos simpatizantes para corear vítores y compartir la alegría con la muchedumbre. A algunos les durará el gozo un poco más, hasta que el lunes, al encontrarse con sus compañeros de trabajo, amigos, familiares, vecinos y cualquier otro conocido cuya adscripción futbolera, contraria a ellos, conozcan.  Les mirarán con una sonrisa maliciosa y les dirán algo así como: "vaya paliza os dimos ayer". Parece una tontuna, pero yo creo que algo tan simple como eso puede hacer que la grisácea jornada de mucha gente se transforme en un día magnífico, así que, si algo tan simple es tan importante para tanta gente, será que no es malo.
Sé que hay unos cuantos, quizá no pocos, que, en lugar de usar estas cosas como medio para alegrarse un par de días, las toman como justificación para cometer tropelías indecentes contra otras personas, pero supongo que el problema no será del fútbol sino de esas personas que siempre encuentran una excusa absurda para comportarse como animales.

Estoy anonadado. Comencé a escribir pensando en hacer una crítica al fútbol como espectáculo absurdo y, al final, he acabado diciendo que es una buena cosa. No me entiendo ni yo mismo, así que creo que ya estoy preparado para fundar un partido político.

Sigue ganando el "Atleti" y me agrada ese resultado. Creo que algo está cambiando en mí.

sábado, 12 de abril de 2014

¿Cómo dar sustancia a lo insustancial?


Muchas veces, mientras voy en el coche oyendo la radio,  o corriendo con la música puesta, cuando charlo con algún compañero de trabajo, o cuando estoy en alguna absurda reunión laboral, se me ocurren cosas sobre las que sería interesante escribir. Pero cuando llego a casa, me pongo a hacer el tonto o a ver el resumen de "Supervivientes", y se me pasa el tiempo sin dar rienda suelta a mi capacidad literaria.
Tengo que reconocer que las reuniones con jefes son las situaciones más fecundas para generar ideas de debate sobre la estupidez humana disfrazada de solemnidad. Recuerdo que cierto político llamó a otro "bobo solemne", creo que no le faltaba razón, aunque no es menos cierto que, actualmente, aquel calificativo se le podría asignar al que lo inventó. Además, pienso que ese apelativo tan simpático sería aplicable a montones de nosotros cuando estamos representando nuestro papel, más bien "papelón", en nuestros pintorescos puestos de trabajo.
No sé cuántas veces habré visto a gente afirmando con rotundidad aquello de desconoce (regla número uno del decálogo del paripé), o comprometiéndose a que otros hagan algo que ellos saben que es imposible, o planificando unas tareas que ignoran en qué consisten, para ser realizadas por personas que no conocen y cuyos conocimientos desconocen (esto lo viví hace un par de días). ¿Cabe mayor cúmulo de despropósitos? La respuesta es sí, absolutamente sí.
Nunca acabaré de sorprenderme de la cantidad de memeces por segundo que pueden acontecer en el mundo laboral, sobre todo en la nebulosa de los "gestores". Pongo entre comillas la palabra porque dudo mucho que muchos de quienes se catalogan como tales, sepan en qué consiste esa actividad.
Mi empresa es una de tantas en las que las labores burocráticas, a pesar de su falta de eficacia y, en muchas ocasiones, su total inutilidad, están mejor vistas que las técnicas (no en vano se paga más a los burócratas que a los técnicos). Últimamente se ha puesto en marcha un concurso en el que se insta a los empleados a que pidan a sus hijos que hagan dibujos relativos al trabajo de sus padres. Ante semejante reto yo me pregunto cómo podrán explicar muchos de mis colegas a sus hijos en qué consiste su labor profesional.

Me voy a atrever a enumerar algunas de las cosas que veo que hacen los "gestores" para explicarme mejor:
-Pasear de una sala de reunión a otra con el portátil bajo el brazo y con cara de ir a resolver algo trascendental.
-Hablar por teléfono con "obreros" rebeldes que se empeñan en no cumplir los plazos que ellos han puesto al tuntún o que sus respectivos jefes (la pila de gestores que soportan los técnicos suele tender al infinito) le han pedido que exija a "su equipo".

-Contar a sus colegas lo tarde que se fueron a casa el día anterior o todo lo que trabajaron en su hogar reenviando correos del cliente a sus pupilos e ignorando los correos de respuesta de sus pupilos pidiendo aclaraciones sobre las peticiones extremadamente abstractas o contradictorias que les han pasado.
-Evaluar la labor de sus subordinados a pesar de que, en ocasiones, no saben ni cómo se llaman. Cuando sí saben ese dato, suelen desconocer qué hacen. Cuando el gestor es bueno y sabe esas dos cosas, es raro que sepa cómo hacen sus tareas. No se puede pedir tanto, lo sé.
-Ir a las empresas de los clientes para mantener reuniones en las que nadie entiende lo que dicen los demás pero todos asienten con cara de intelectuales y utilizan expresiones como "poner en valor", "hoja de ruta", "inteligencia apreciativa", "fechas agresivas" y muchas otras dichas en inglés con acento de "Madriz".
A la vista de estos cometidos, me parece que a los niños que tengan que plasmar en un dibujo tan abstractas, difusas y necias actividades, les espera una compleja labor. Menos mal que los chavales son muy imaginativos y algo se les ocurrirá. Estoy deseando ver esas obras de arte. Nada me emocionaría más que ver cómo alguien es capaz de dar sustancia a tanta insustancialidad. Si no, siempre se puede dibujar algo del estilo de la imagen que ilustra esta parrafada que, sin simbolizar nada, también puede simbolizarlo todo.

viernes, 14 de febrero de 2014

Modas lingüísticas


Sé que soy un pedante y un plomazo con las cuestiones gramaticales, pero es que hace tiempo que detecté algo que ya es una invasión mayor aún que el queísmo, y es el uso erróneo del pronombre le en singular cuando debería ir en plural o, mucho más fácil, sencillamente eliminarse.
Me refiero a frases del tipo de "le he trasladado a los ciudadanos mi agradecimiento por los esfuerzos realizados" (poner tono de Rajoy), en lugar de la forma correcta "les he trasladado a los ciudadanos...".

En esta excelente web de la Fundéu BBVAse indica que eso es incorrecto y se dan explicaciones al respecto, así os ahorro un poco de mi densa prosa.

He aprovechado para deslizar en la frase de Rajoy, además del error de poner le en lugar de les, la memez de usar el verbo trasladar en lugar de otros más apropiados como comunicar, dar, decir, contar, etc.
Como originalidad no está mal, pero cuando todo el mundo usa la misma "originalidad", la cosa deja de serlo para convertirse en paletada flagrante. Y, encadenando con otra paletez, ¿qué me decís del "sí o sí"? Es otra expresión simpática que a alguien se le ocurrió en su día y ahora hay gente que parece no saber que esa tontuna se puede sustituir por expresiones decentes como, por ejemplo, necesariamente, sin remisión, obligatoriamente, sin excusas, ineludiblemente. Hasta soy capaz de aceptar como más elegante la popular expresión de "por narices" (o por cualquier otro atributo colgandero o saliente de nuestra anatomía).

Ya metidos en harina, me atrevo a hablar también de otra cosa que, aunque no tengo claro que sea errónea, cuando la oigo, me desespero. Me refiero a eso de comenzar una frase con un infinitivo. Aquí tenéis un ejemplo:
-"Deciros que, según las cifras que nos ha trasladado la gerencia de la empresa, este año, sí o sí, tendremos que cumplir con los retos  que se nos han planteado. Para ello tendremos que crear un clima de compromiso y proactividad, así como de trabajo en grupo, de lo que es la plantilla en su conjunto."

¿Qué es eso de "deciros que"? Particularmente me siento como si fuera Tarzán el que habla conmigo.
Yo propongo comenzar la frase de alguna de las maneras que se ven a continuación:

-Quiero deciros que...
-Me muero por deciros que...
-Soy feliz al deciros que...
-He decidido deciros que...
O, si lo que se quiere es ahorrar palabras, sobra el "deciros que", la frase queda perfecta sin esa bobada precediéndola.

En la frase ejemplo de arriba he incluido otra expresión de las favoritas de todos los que hablan en la radio y en la tele. Me refiero al famoso "lo que es". Yo diría que esto se popularizó, en su formato de "lo que viene siendo", por Fiti (1), el novio de la Juani, esos dos personajes de la serie Médico de familia y ahora lo dice todo el mundo sin venir a cuento y pensando que es algo elegante.
Creo que ya es suficiente por hoy. Deciros que me ha encantado trasladaros mis inquietudes en el terreno gramatical y esperar que estas enseñanzas os sirvan para que, sí o sí, consigáis expresaros de un modo apropiado en lo que es la vida diaria.

(1)- Me acabo de dar cuenta de que he confundido "al Poli" de "Médico de Familia" con "el Fiti" de "Los Serrano", pero creo que ambos usaban esa expresión tan popular que ahora usa la gente que se cree importante.

domingo, 12 de enero de 2014

Divagaciones a partir de una película


Acabo de regresar de ver en el cine "La vida secreta de Walter Mitty" y, como me ha gustado, os lo cuento. Empezaré diciendo, para que quede constancia de mi carácter de intelectual, que la he visto en versión original subtitulada y que, además, no he pagado un duro porque mi amiga Cristina me ha invitado.
Es una película de trama sencilla, con algunas escenas muy vistosas y un bello mensaje o, por lo menos, eso me ha parecido a mí, porque ya sabemos que el arte lo entiende cada cuál como puede o como le da la gana, que para eso vivimos en un estado de derecho (esto no viene a cuento pero me gusta decirlo para que no olvidéis que soy un intelectual).
Sin ánimo de hacer "spoilers" diré que el señor Mitty aparece como un empleado normalito de la revista Life, de esos que casi nadie sabe que están allí y cuya vida es bastante simple, tanto que en su perfil de una red de contactos, no sabe qué poner para parecer una persona interesante. ¿Cabe mayor tragedia? Con lo bonito que es decir que has viajado a lo ancho y largo de este mundo (como el Capitán Tan, de grata memoria para los cuarentones y cincuentones), que has esquiado a toda velocidad por Chamonix al lado de algún personaje de la realeza, que has estrechado la mano de Sylvester Stallone (es mi ídolo), cantado en un karaoke con el Fary o recibido un beso y un libro dedicado por Belén Esteban.
A veces nos empeñamos en querer ser como otros que alguien ha decidido que son gente de éxito y no nos damos cuenta de que, para que esos brillen tanto como lo hacen, hay montones de personas alumbrándoles con sus focos o elevándolos sobre sus hombros. Personas de las que nadie sabe nada (salvo sus allegados, claro). ¿Alguien sabe quién limpia la casa de Miguel Bosé (dudo que sea él) para que sus niños crezcan felices y saludables? ¿Se habla del preparador físico que consigue que Cristiano Ronaldo tenga ese torso que tantas damas ansían abrazar? ¿Sabemos quién saca brillo a la corona de Don Juan Carlos para que luzca con elegancia en su regia cabeza? ¿Quién será el que hace las fotos a Miley Cyrus para conseguir que parezca tan chabacana y darle la fama que ahora tiene?
Seguro que todos, o casi todos (que no es bueno generalizar), contribuimos con nuestro trabajo, por cutre que parezca, a que alguien particular, o un grupo, tenga éxito (merecida o inmerecidamente), pero no deberíamos sentirnos mal por no ser nosotros los que ocupamos en centro de atención. Vale más el abrazo de un amigo que el de un fan, la charla sincera y distendida con un familiar que el debate en algún foro de renombre internacional, tirarse un cuesco en casa con los tuyos que en una cena con Su Majestad.
No sé lo que pensaréis vosotros pero, aunque agradezco los aplausos cada vez que canto en un karaoke, prefiero conocer a los que me conocen que ser conocido por todo el mundo. En cuanto al éxito en la vida, cada uno sabrá en qué consiste para él, pero a mí me parece que es tontería medirlo por el número de amigos en Facebook, los consejos de administración a los que pertenecemos, las vueltas al mundo que hemos dado, los kilómetros que hemos corrido o los millones que hemos amasado. Yo creo que los mejores logros son aquellos que nos pasan desapercibidos porque ocurren sin pensarlo y son aquellos que tienen que ver con hacer sentirse bien a otros.
Queda pretencioso decir que uno ha hecho sentirse bien a alguien, pero queda muy bien cuando es al revés, cuando se lo dices al que te ha hecho sentir bien, así que hoy le diré a mi amiga Cristina que he pasado una grata tarde gracias a su compañía y a la de Walter Mitty.