domingo, 27 de septiembre de 2015

Ideales molones

Últimamente, con el rollo de la independencia de Cataluña, parece que se ha vuelto molón, "cool", guay y chachipiruli hacerse los comprensivos con esa ocurrencia que unos pocos, como suele pasar siempre, han contagiado a demasiados. No paro de oír a gente que culpa al gobierno central o, más bien, a Rajoy, del aumento de los seguidores de las tesis independentistas. Critican, con la boca pequeña, sacar banderas esteladas y, con la boca mucho más grande, exhibir banderas españolas. Hablan de lo malos que son todos los nacionalismos pero culminan su discurso diciendo que el nacionalismo español es peor. El caso es que yo no he visto a nadie (los hay, pero casi no se les hace caso, gracias a Dios) en los medios de comunicación defendiendo que España tenga que salir de Europa para liberarse del yugo del euro y de las directivas del Eurogrupo. Pero si alguien como los de Junts Pel Si o la CUP defienden cosas similares, son estupendos y se merecen estar en la tele a todas horas. Rajoy es denostado como cabecilla de la extrema derecha, pero Artur Mas parece que fuese el paladín de un ideario progresista de lo más avanzado.

Se vende como estupenda esa idea tan repetida de que todos los pueblos tienen "derecho a decidir". Esa frasecita es una más de las que se ponen de moda y decimos sin ton ni son, sin pensar en qué significa. ¿Qué es eso que tenemos derecho a decidir? ¿Cualquier cosa? Supongo que no querrán eso los que cacarean ese supuesto derecho, porque lo mismo se le ocurre a alguien someter a votación si se quiere expulsar de España (o de las múltiples españas) a los políticos y, con gran probabilidad, como somos fácilmente manipulables y bastante idiotas, saldría que sí.

La masa se moviliza con consignas tontas como la del "derecho a decidir". Tanto es así que se olvidan de que el que los ha movilizado dirige un gobierno, el catalán en este caso, que lleva varios años derrochando dinero en memeces que favorecen a unos pocos y dejando de emplearlo en cosas que son necesarias para muchos. Pero mola mazo salir a la calle rodeados de centenares de miles de conciudadanos a dar apoyo a ese sinvergüenza cuya única tarea de estos años pasados ha sido la de sembrar la discordia entre personas que convivían felizmente. Mola mucho transportar una cabeza de flecha alrededor de montones de personas sonrientes que creen que sus problemas se resolverán levantando una frontera más.

Luego, como el ser humano es así de contradictorio (¿he dicho ya que somos tontos?), tras pedir la creación de esa nueva frontera, reclamamos que se abra, esa y las que ya existen, para acoger a la gente que huye de países en guerra. Esto último me parece bueno, pero no entiendo por qué hay que ayudar a unos, las víctimas de las guerras, y no a otros, la gente de otras provincias españolas con menos renta. Me temo que, por desgracia, también es cosa de modas más que de ideas propias y meditadas.

Otra cosa que es muy molona es hablar de los sentimientos de los pueblos. Yo me pregunto qué leches es eso. ¿Qué es un pueblo? Yo diría que no es nada sin la gente que lo compone y también supongo que cada persona sentirá lo que le dé la gana. Eso de sacar una "media" de los sentimientos de todos para decidir cuál es el "sentimiento del pueblo" me resulta una memez de calibre superlativo.

Me cansa la sacralización de la democracia por parte de la gente que dispone de un púlpito desde el que difundir falsedades y enardecer a la masa para que secunde cualquier idea que se les ocurra proponer, por absurda que sea. No tiene sentido someter todo a votación. No podemos saber de todo ni tenemos la capacidad de discernir la mentira de la verdad a partir de tantas cosas que nos cuentan. Yo voto a mis representantes, a los que creo menos fantasmas y menos "bienqueda",  para que tomen ellos las decisiones. Cuando me parezca que lo hacen mal, dejaré de votarlos, pero no quiero que me den el tostón para solicitar mi opinión sobre cada iniciativa que tengan porque no tengo esa capacidad de decisión. Además, no quiero darles la justificación para que, al cagarla, se refugien en el "lo decidieron los ciudadanos".


Es demasiado fácil unir a la gente cuando se inventa un enemigo contra el que ir, pero es mucho más difícil esgrimir argumentos sensatos que convenzan a la poca gente sensata que hay en el mundo. Somos idiotas y gregarios, sí, lo somos, y nos gusta sentirnos parte de un grupo grande. Preferimos la fuerza a la razón y, desgraciadamente, no siempre los más fuertes tienen la razón (yo tampoco suelo tenerla).