sábado, 5 de noviembre de 2011

Se acerca el gran día

Se acerca el gran día de la “fiesta de la democracia” en el que todos y todas hablaremos en las urnas y, según dicen, decidiremos el futuro de España. Esto, como bien sabéis, es una patochada. Sólo decidiremos, y ya me parece una afirmación excesiva, qué partido formará gobierno. Lo del futuro se irá decidiendo sobre la marcha. Dudo que nadie tenga una idea ni remotamente cercana de los efectos que tendrá cualquiera de las políticas que se vayan a aplicar.

Muchos nos reímos de la eficacia predictiva de Rappel y todos los que se dedican a esa profesión adivinatoria, pero lo cierto es que hay otros muchos que, aunque no se pongan túnicas ni se hagan colas de caballo alrededor de la calva, juegan todos los días a lo mismo que nuestro adivino de la “jet set” (¡hay que ver lo poco que se usa ya este término!).

No hay día en que falte una predicción de cómo van a reaccionar los mercados (hoy en día mucho más famosos que Belén Esteban o el propio Rappel) después de alguna de las estúpidas cumbres o reuniones a las que nos tienen acostumbrados los que “dirigen” el mundo (lo de dirigir lo he puesto entre comillas porque dudo mucho que sepan hacia donde llevan esto). Cada mes alguien augura cuándo terminará la crisis y, casualmente, suele dar una fecha que coincide con la que otro “experto” da como comienzo de una nueva recesión.

Lo único que vemos es que la deuda de todos los países en crisis aumenta sin medida, pero siempre hay alguien que la compra. Lo de comprar deuda es un eufemismo para evitar decir que lo que se hace es dar dinero al derrochador. Los países “desarrollados” son derrochadores netos, es decir, que aunque haya mucha gente que ingresa más de lo que gasta, son mayoría los que gastan más de lo que ingresan. Habría que ver también si es la gente normalita la que, como media, gasta más de lo que ingresa o si este desequilibrio se crea sobre todo por la ingente cantidad de gastos estúpidos que acometen nuestros democráticamente elegidos mandatarios: viajes a reuniones inútiles, multitud de administraciones redundantes o prescindibles, actos para reafirmar nuestro sentimiento patrio (nacional o autonómico), etc.

Veo que ya he hecho recaer el peso del derroche en la administración pública. De vez en cuando olvido que yo he trabajado siempre en empresas privadas y he visto como el derroche no es ajeno a ellas. La grandiosidad y el gasto absurdo no son privativos de la cosa pública, la memez está instaurada en todas partes así que, como parece que es una tendencia mayoritaria, habrá que gritar democráticamente: ¡VIVA LA MEMEZ!

Para hacer honor a la verdad, tengo que reconocer que las cosas no son tan sencillas como recortar por aquí y por allá. Echar a la calle a todos los que hacemos trabajos prescindibles (en la empresa pública o la privada) dejaría con el culo al aire a más de la mitad de la población en un instante (he hecho un estudio que avala esta grave conclusión), pero si no se hace, a lo mejor conseguimos que no se salve nadie. Es cierto que la desgracia compartida masivamente es más llevadera, así que tal vez lo mejor sea seguir mareando la perdiz y continuar generando euros y dólares a partir de nada para que sigamos pareciendo los más ricos del mundo (me refiero a los países occidentales) aunque no lo seamos.

Y ahora id a leer los programas electorales, que seguro que son muy clarificadores.