domingo, 15 de noviembre de 2015

Culpar al inocente

Otra vez nos ha tocado de cerca la barbarie terrorista. No de lleno, porque no ha sido en España, pero sí con gran impacto porque les ha tocado a nuestros vecinos franceses, cuya tierra es de libre acceso para nosotros, así como la nuestra para ellos.

Se multiplican los comentarios que hablan del aparente absurdo de que apenas nos afecten las salvajadas que día a día se producen en Siria, Líbano, Irak o cualquier otro de los muchos países en los que no viven en paz desde hace tiempo, pero nos movilicemos (aunque sólo sea en Internet) por lo que pasa en el occidente. Yo, que no suelo tener casi nada claro, creo que esto es de lo más normal: siempre afecta más lo que le ocurre a tu familia, a tu vecino, a tu paisano, que lo que le ocurre a alguien más lejano. No sé si es bueno o malo, pero me parece totalmente comprensible.

También hay quien se empeña en, no diré justificar, pero sí intentar razonar esta salvajada (tan incomprensible como las de los países que nos quedan más lejos), diciendo que "nosotros" tenemos gran parte de culpa en ello. Que "nosotros" hemos creado a la bestia que ahora se revuelve y nos ataca.

Cuando leo y oigo estas cosas me pregunto con qué derecho me meten a mí o meten a todos los que han sido asesinados por estos salvajes, en el saco de los que supuestamente han creado esos grupos de degenerados. Yo no he creado a ISIS ni a Al Qaeda ni a ninguna de esas alimañas. No sé si la CIA, el CNI o cualquiera de esos organismos habrán puesto alguna semilla para ello, pero, aunque así hubiese sido ¿Qué mierda de culpa tienen los asesinados?

Estoy harto de ser culpable de la conquista de América, de las Cruzadas, de la Santa Inquisición, de la dictadura franquista y, ahora, del salvajismo de los terroristas yihadistas. Os aseguro que yo no he tenido nada que ver en ninguna de las burradas que se han hecho antes del año 1966 y, de momento, en ninguna de las que han acontecido tras esa fecha gozosa de mi nacimiento.

Como dijo una de las pocas personas sensatas que parece que ha habido en la historia (a la que, como suele gustarnos hacer, cada cual interpreta como le viene en gana), "demos al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Los que asesinan sin ton ni son a gente que no está haciendo mal a nadie son los únicos merecedores de nuestra ira. No sus parientes, ni los que visten como ellos ni los que nacieron en su país. Es contra ellos contra los que  hay que luchar, sobre todo contra los cabecillas que, como suele ocurrir, estarán muy cómodos guarecidos en magníficas mansiones o jaimas mientras mandan a morir, con el cerebro puesto patas arriba desde la infancia, a un montón de pobres diablos que les hacen de mano ejecutora.

La desgracia es que estas alimañas no son fácilmente identificables porque se entremezclan entre otros paisanos inocentes que, por cierto, les importan aún menos que los occidentales a los que tanto odio parecen tener, así que acabar con ellos no es tarea fácil.

La situación es complicada y no se resuelve con frases bonitas ni metiendo en el mismo saco a los salvajes y a los inocentes. Yo no tengo ni idea de cuál es la solución, así que dejaré a nuestros gobernantes que hagan lo que estimen oportuno para que, en la medida de lo posible, nadie me pegue un tiro al grito de "Alá es grande".

Todo mi afecto para los familiares y amigos de todas las víctimas de la ingente masa de inocentes asesinados en todo el  mundo sin razón alguna para ello.