Ayer tuve una entrevista con un gerente de mi empresa (la empresa que me paga, que propietario de ella no soy) para ver si me aceptaban para trabajar en un proyecto que van a comenzar dentro de la entidad financieda para la que he trabajado estos últimos años.
Requieren unos conocimientos que yo no tengo pero que, como les dije, adquiriré conforme vaya trabajando con esas cosas, como he hecho siempre en mi cutre vida profesional. El gerente, muy seriamente, me preguntó por "la curva de aprendizaje". Quería que yo le dijese cuánto tiempo estimaba que tardaría en aprender por mi cuenta algo que desconozco (y que él desconoce aún más). ¿Cabe mayor despropósito? ¿Puede haber mayor estupidez?
Con esa forma extraña de formular su estúpida pregunta, intentaba disfrazar de sensato algo que es totalmente absurdo. ¿Cómo voy a saber yo lo que tardaré en aprender algo de lo que no sé nada? Eso, en el mejor de los casos, podrá estimarlo alguien que ya ha pasado por el proceso de aprenderlo con resultado exitoso. Cualquier persona sabría esto, pero este pobre diablo (era una persona agradable y educada, eso no lo puedo negar), con el fin de disimular la inmensa inseguridad que tiene por dirigir algo para lo que no está preparado, suelta frases hechas y formula preguntas grandilocuentes que esconden tremendas contradicciones y absurdos.
Lo malo de esto es que entrevistarán a más gente que, probablemente, sepa tan poco del tema como yo pero que no tendrá ningún reparo en afirmar con rotundidad que en una semana aprenderá todo lo que se requiera (sin saber qué se requiere), y a esos los cogerán.
El problema no está en que la gente mienta, sino en que, sabiendo unos y otros que nos estamos contando mentiras, actuamos como si creyésemos lo que nos dicen y como si creyésemos que nuestras trolas son creídas por los demás.