Pues sí, pues sí… Parece que hace buena tarde.
Creo que he empezado mal. Una conversación de ascensor no será capaz de mantener la atención de mis sufridos lectores. Ya sólo me falta contaros el chaparrón que ha caído en Madrid esta tarde. Ahora que lo pienso, ¿se habrán producido goteras en las “jaimas” de los acampados de la Puerta del Sol? Creo que es el momento de hacer un llamamiento a la solidaridad de todos y todas los que estáis leyendo estas líneas: acudid con chubasqueros, mantas, sopita caliente y, por supuesto, guitarras y cánticos libertarios, para aliviar este duro trance por el que pasan nuestros luchadores.
Como no consigo captar vuestra atención, intentaré provocaros sueño. Allá voy.
Ayer vi en Telemadrid (soy un progresista que acepta opiniones de la derechona cavernaria porque de ella provengo) a un portavoz de no sé qué grupo de los que han florecido en el centro de Madrid. Melchor Miralles le hizo un par de preguntas que no recuerdo cuáles fueron (lo siento) y el joven portavoz dijo que él no podía dar su opinión, que estaba allí en calidad de portavoz y sólo haría declaraciones relacionadas con lo que se hubiese tratado en las asambleas de los días previos. Todo esto lo dijo con el gesto más serio que podáis imaginar, así que no creo que estuviese de broma.
Está claro que una sola persona no es representativa de un grupo de varios cientos, pero como ese es el que salió en la tele, será de él del que hable. Me pareció un pobre diablo que, probablemente con la mejor intención, estaba jugando a ser político. Estaba allí para quejarse de los políticos y ya estaba ejercitándose en el arte de hablar sin decir nada aprendido de ellos. No me extrañaría que en breve haya un servicio de bicicletas oficiales para los portavoces de los distintos grupos acampados (les gustaría más un coche, pero la bici parece más “sostenible”, sobre todo si tiene pata de cabra).
Viendo a ese chaval, que no superaría los veinticuatro años, pensé en las cosas parecidas que veo a diario en mi entorno laboral: jovenzuelos con uno o dos años de experiencia técnica que están ávidos de “progresar” en el escalafón. Cursaron estudios técnicos y sólo sueñan con dedicarse a rellenar hojas Excel y a asistir a reuniones de seguimiento y a comités de cualquier tipo (vamos, que quieren ser políticos como algunos de la Puerta del Sol). Hay gente cuyo más acariciado sueño es poder decir que “gestiona un grupo de varias personas”.
Particularmente no tengo ambición de dirigir nada que no sean mis pasos cuando salgo a correr. Las pocas veces que he tenido una mínima responsabilidad sobre un grupo de personas, más mínimo aún, mi labor ha sido absolutamente prescindible (eso cuando no ha constituido un lastre). En mi descargo diré que, en esas ocasiones (sólo dos), por lo menos conseguía entretener a mis compañeros mientras ellos trabajaban para sacar adelante el trabajo productivo que, para ser realistas, era una basura infecta.
Hay quien no comprende que una persona no quiera “progresar” del modo comúnmente aceptado. Para mí sería una tortura subir en el escalafón. Yo no quiero tratar con gente que se pasa el día metida en un despacho y que sólo sabe hablar de rollos financieros y económicos. A mí me gusta hablar de pedos, de Mazinger Z, de Supervivientes, de Belén Esteban, e incluso de política y religión. ¿Alguien conoce a un grupo de “progresados” que sea capaz de mantener una conversación de cualquiera de esas cosas (sin estar borrachos, claro)?
No habría ningún problema en ser una persona simpática y sensata y subir en el escalafón, pero lo que yo veo a mi alrededor, salvo alguna honrosa excepción, es que se promociona a la gente desagradable, a los que sólo saben ganarse el respeto de los demás por la vía del miedo, a los que acaban creyéndose las absurdas mentiras que cuentan a sus subordinados para justificar su incompetencia. Eso sí, todos han recibido cursos de gestión de grupos, de aprovechamiento de sinergias, de resolución de conflictos… Hay cursos estúpidos para aburrir, y mucha gente con la acreditación correspondiente (todos listísimos) pero que no saben lo básico: tratar a la gente con educación y, ¿por qué no?, con cariño. Tampoco hace falta besar a todos cada día, a veces bastaría con decir alegremente “buenos días”.
Ya me he cansado de escribir, así que aquí termino mi sinsentido de hoy.