martes, 16 de diciembre de 2008

Vamos de cena

Ante el aluvión (que no alubión, que es una alubia grande y flatulenta) de peticiones de un artículo sobre las cenas o comidas navideñas, no me queda otra opción que atender a mis lectores que un día, no muy lejano, confío en que sean mis votantes.

Tengo que decir que casi siempre que he ido a alguna cena navideña ha sido con gente que, mayoritariamente, podía considerar amiga. No recuerdo haber tenido que asistir a encuentros gastronómicos de empresa en los que uno tiembla ante la altísima probabilidad de que le toque estar sentado entre dos personas con las que jamás has cruzado una palabra. Ahora que lo pienso, lo peor no es sentarte con gente a la que apenas conoces, sino quedar emparedado entre dos personas con las que la uno se lleva fatal.

Menos mal que, a causa del efecto navideño, las tensiones personales desaparecen en cuanto la gente comienza a beber. Diríase que el objetivo aparente de estas reuniones no es otro que el de acabar con una cogorza desmedida, cosa que, por ser yo una persona que goza estando consciente, me desagrada enormemente.

No sé si os habéis fijado en que las cenas surgen porque alguien dice eso de “Deberíamos ir organizando la cena de Navidad”. Habitualmente quien dice eso es la persona que no se ocupará de organizar nada y que, probablemente, luego sacará pegas a cualquier propuesta que hagan los demás: “Ese sitio es muy cutre”, “ese día me viene fatal”, etc. Al final el pobre diablo que se encarga, con su mejor voluntad, de hacer buscar el restaurante y hacer la reserva, es el que acaba siendo objeto de todo tipo de quejas y, llegado el caso, insultos si la cosa no sale lo bien que algunos señoritos querrían.

También se da el caso, en empresas con cientos de personas, de que proliferen convocatorias múltiples y que existan empleados a los que se invite a participar en varias de ellas mientras que hay otros, mis amigos los seres marginales, que no son convocados a ninguna. Hay gente a la que esta situación de marginalidad social le resulta terrible, pero otros nos alegramos de quedar al margen de todos estos saraos y ver cómo se generan tensiones y rencillas a cuenta de las listas de convocados y marginados.

Yo, cuando alguno de mis compañeros de marginalidad me propone hacer alguna comida navideña, suelo decir que me parecerá estupendo reunirnos en el McDonald’s el día que quieran pero, por alguna razón que no comprendo, parece que los Burger no son lugares apropiados para estas convenciones de la necedad humana ¡Con lo navideño que es Ronald McDonald!

Además de las cenas de empresa, están las cenas de amigos (de esas sí que tengo algunas). Siempre es agradable reunirse con los amigos (casi siempre), pero hay que reconocer que hacerlo en estos días en los que todo el mundo decide reunirse es un verdadero follón. Es complicado encontrar sitio porque nadie quiere cenar en los restaurantes de Valdebernardo y se empeñan en ir al centro, pero lo peor es el regreso a casa ¡No hay quien encuentre un “tasis”! Menos mal que para personas poco trasnochadoras como yo (nunca me apunto a las copas) siempre queda el recurso del Metro.

¿Por qué nos gusta tanto hacer las cosas a la vez que el resto del mundo? El Gobierno de España debería proponernos, como hace en todas las operaciones salida y regreso del verano, que nos escalonásemos para disfrutar de nuestras cenas (nunca he entendido como semejante petición puede llevarse a cabo cuando nadie organiza el escalonamiento, pero parece que a veces funciona).

Y aquí dejo mis reflexiones sobre tan apasionante tema. Debatamos.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Propongo una cena (o comida, mejor) prenavideña en esa hermosa mansión de nuestro amigo Meteorismo. A ver si es capaz de hacer algo culinariamente digno.

Este año he organizado yo la comida de mi oficina. Somos tan pocos que tenemos que recurrir a jubilados que hagan bulto en la mesa y nos cuenten sus batallitas de cómo antes el ambiente y el trabajo eran mejores (mentira cochina). A algún "jubilata", en cuanto bebe, se le ponen los ojillos vidriosillos y se le quedan los párpados a mitad de descenso, pero en general hay buen ambiente.
Y lo mejor de organizarlo yo:elijo restaurantes sin humo y el que quiere fumar... a la calle a pasar frío.
Y...¡menos mal que paga la empresa! Porque eso de pagar a escote los licores que no has bebido y el solomillo que no has tomado...lo llevo muy mal.
Zarzamora

Anónimo dijo...

Es maravilloso ser marginal, además las pocas veces que reparan en tí para un sarao de esos siempre les puedes decir: "Es que me voy de viaje", "Tengo examen de Tai Chi" o "Tengo otra cena" y muuchas "escusas" más..
Luego por supuesto te dicen el Lunes que lo han pasado "de puta madre" que "vaya lo que te has perdido", "acabamos a las 6 de la mañana" y tú te quedas pensando: "Pero que bien he hecho quedándome en mi casita viendo a Punset(o lo que se tercie)"..
A Meteorismo y a mí nos gusta decir que tenemos que quedar aunque sabemos que no vamos a hacerlo y lo pasamos pipa así..Nuestra "prósima" cita física creo que será en otros dos años..
Pero incluso los seres marginales también nos socializamos-cuando nos da la gana-y el Martes que viene Antares se irá con los compañeros de Tai Chi "de cañas"..

Anónimo dijo...

Las cenas/comidas de empresa son un tostón siempre. Y como creo que a muchos, a mi me hierve la sangre cuando veo que no paran de pedir botellas de vino de las caras (y de las que yo no bebo), licorcitos de hierbas (que ahora viste mucho), e incluso los paquetes de tabaco se pagan a escote, ¡esto ya es lo más!.

No me gusta comer hasta reventar, no me gusta escuchar batallitas de gente que el próximo día no te va ni a saludar en el pasillo, y no me gusta la falsa camaradería que se respira en todos estos eventos.

Prefiero la comida alternativa con los colegas de verdad, en los que no hay hipocresías y se destripa a todo el que lo merece, sin compasión.

Anónimo dijo...

Yo opino que las cenas de empresa tienen su lado bueno y su lado malo.

Su lado bueno que algunas empresas se hacen cargo de los costes y de las copichuelas del postre. Yo en mi actual empresa he tenido dos cenas navideñas en pleno mes de Mayo (es lo que tiene estar desplazado y que tu jefe de empresa solo tenga hueco esas fechas) y en ambas me he puesto como el kiko.

Tambien como lado bueno esta el tratar con gente que no veias desde hace la leche de tiempo o que nunca habias visto (aqui entra la teoria bien probada de que con varias copas de mas todo el mundo se hace amigo mas rapidamente).

Por contra ocurre que en muchas de estas cenas hay quienes se comportan de manera peloteril (me encanta este "palabro") hacia su superior (al igual que vienen haciendo a diario pero mas claramente), y esto me quema la sangre, ya que luego son los primeros que ponen a todo dios de vuelta y media.

Yo personalmente celebro dos cenas de empresa, una con mi actual empresa para la que trabajo, que ya he dicho que suele tener lugar en Mayo y a la que puntuo con un 9 (10 no se lo doy a nada ni a nadie), y otra con el cliente y mis "compañeros" diarios de trabajo, que tiene su lado bueno, ya que con muchos de ellos me llevo de fábula, y su lado malo, que es que a otros les pasaba a cuchillo. Lo jodido es que casi siempre me toca en medio de los segundos, con lo cual no me queda mas narices que beber para no hablar y acabar con una tajada "violenta" en la que suelto improperios a diestro y siniestro (jefes incluidos).

Esperemos que este viernes que es cuando tengo este ágape navideño con mi cliente (hablo igualito que las señoras de la calle Montera) no acabe a tiros con mas de uno/una.

PD: Dado que en estas fiestas es probable que no me acerque al PC, os deseo a todos los contertulios (menos a Brave que me cae gordo por su tendencia cada vez mas facha ya la que obsequiaré con dos patadas en cuanto le vea el viernes) una feliz Natividad del Señor (no se de que señor, pero debe ser importante para ponerlo con mayúsculas) o celebración religiosa análoga.

Anónimo dijo...

Lo peor de las cenas de empresa es la gente que se pasa todo el año criticándolas, para luego aceptar 'gustosamente' participar. A mi la mayoría me parecen un coñazo, así que últimamente cuando me invitan a una que no me apetece, amablemente les digo que no, sin 'escusas'. Cosa que por supuesto aumenta mi marginalidad.
Por otra parte si me parece mal que los demás se beban un vino y coman un solomillo que voy a pagar yo, tengo una opción muy sencilla, decir que cada cuál pague lo suyo, claro que esto me haría parecer un tacaño además de marginal, todo tiene su precio.

Dr. Flatulencias

Anónimo dijo...

Lo mejor de la cena de empresa es que puedes ver a tus jefes borrachos. En mi caso, como somos antisociales, nos juntamos el grupito de todos los dias y nos fuimos a comer y bilotear u n rato y lo pasamos genial, eso si, sin jefes que nos recuerden que estamos currando por una miseria.

¡FELIZ NAVIDAD!
JO JO JO JO
( Adoro los papa noeles que se cuidan y estan en los huesitos)

Jajaja dijo...

Las cenas de empresa deparan una serie de momentos sórdidos que atesorar con fervor. Recuerdo una a la cual uno de los directores generales se presentó a los postres completamente borracho. Después, en el baile, el tío iba bailando "agarraos" con todas las churris que pillaba y, mientras intentaba meterles mano, les contaba que era director general (lo cual ellas sabían perfectamente).