lunes, 21 de julio de 2008

¡Qué bello es el monte!

Este fin de semana lo he pasado en el monte junto con otros siete amigos. Éramos tres hombres y cinco mujeres, así que no tengo claro si cumplíamos con la ley de paridad con la que nuestro gran gobierno revolucionó hace poco nuestro arcaico ordenamiento jurídico. El caso es que, estuviéramos dentro o fuera de la ley, lo hemos pasado bien, o incluso muy bien, y hemos disfrutado de un par de días merodeando por la paradisiaca Sierra de Neila, ubicada en Burgos, en la Sierra de la Demanda.

Era un lugar boscoso de acceso sencillo y apropiado para domingueros. Con el coche se puede llegar a una distancia de menos de 2 Km. de unas lagunas en las que da gusto bañarse (¡Qué pena me da no poder pegarme hoy otro bañito por allí!). Hay árboles por todos lados y, si se quiere, también se puede subir a zonas tan peladas como mi cabezota para absorber con más rapidez los intensos rayos solares veraniegos.

Nos resultó curioso que, a pesar de lo fácil que era llegar allí, no hubiese casi nadie andando por aquellos bucólicos parajes. Si en la Sierra de Guadarrama existiese algo así, estaría atestado de gente tomando el sol y dejando basura por todos lados, pero parece que allí, en Burgos, poca gente se ha enterado de la existencia de tan bello lugar ¡Mejor!

A pesar de la belleza del entorno y el gozo de los baños en aquellas aguas, lo mejor no ha sido eso, no señor, lo mejor ha sido la posibilidad de ir caminando de aquí para allá charlando ahora con uno y después con otro, parando aquí para comer cualquier cosa mientras seguíamos charlando de cualquier tema (trascendental o “diodenal”), o deteniéndonos para ver por dónde seguir en los momentos en los que no sabíamos hacia dónde debíamos dirigir nuestros pasos (alguno de esos momentos fue propiciado por mi gran capacidad para perder la senda apropiada). Incluso fue agradable dormir los ocho juntos, pero no revueltos, en la misma habitación con literas del refugio (hasta los ronquidos suenan mejor en el monte).

Una de las cosas más agradables de ir a pasear por el monte con un grupo de gente es la posibilidad de ir charlando (aunque sólo fuese para decir "pues sí, pues sí" o "parece que hace calor"), de bromear o trascender, de hacer el tonto o ponerse serio, de necesitar ayuda o de dársela al que la requiere (esto último ha quedado precioso). Como diría mi gran ídolo Camilo Sesto (siempre tengo que apuntar que el apellido artístico de Camilo Blanes no lleva equis, para que no llegue algún listillo a decirme que he metido la pata): mola mazo.
Otra cosa también moló mazo fue la tromba de agua y granizo que nos cayó encima el sábado por la tarde. ¡Qué gozo se siente cuando el pedrisco te cae encima y te hace pupita! ¡Qué indescriptible placer produce notar que todo tu cuerpo está empapado y que ni siquiera ese recóndito y escondido lugar de la entrenalga se ha salvado de la inundación! Calarse en verano es, como diría el difunto Joaquín Luqui, total, alucinante, lo más.

Tampoco voy a decir aquí que este tipo de reuniones campestres sean siempre una maravilla (a veces son un tostón), pero sí tengo que decir que en este caso la cosa ha salido muy bien a pesar de alguna rebelión protagonizada por mí para regresar por el camino conocido en lugar de aventurarnos descubriendo nuevas sendas (aún tengo algún poso de mi talante crispador de antes). Finalmente mi cabezonería rebelde fue vencida por mi nuevo talante dialogante y conciliador (desde que salí de la “caverna” y me convertí al progresismo, soy otro) y, sobre todo, porque no es recomendable quedarse solo en medio del monte (nunca se sabe qué peligros le acechan a uno).

Y tras estas divagaciones que no tienen interés alguno para quienes no han vivido este bello fin de semana campestre, corto el rollo y os insto a hablar de lo que os plazca para que esto se anime y se crispe un poco, que parece que en vacaciones andamos todos un tanto perezosos para el debate (sobre todo yo).

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Meteorismo:

Siempre que puedo leo tu blog y constato con alegría que, con gran frecuencia, venga a cuento o no, me mencionas (siempre con admiración), cosa que te agradezco enormemente. También me satisface que difundas a los cuatro vientos que mi apellido artístico se escribe con equis. Nunca he entendido por qué razón la gente que dice “tasis”, luego pide en la tienda discos de Camilo “Sexto” (en la tienda o en eMule).

Tras leer tu plomizo artículo (te digo esto desde el cariño, así que no te ofendas), he pensado que la Sierra de Neila sería un buen lugar para ir de excursión con mi hijo Camilín y tener charlas de padre a hijo para fortalecer nuestra deteriorada relación.

Dejaré aquí mi intervención que, como a ti te gusta, no aporta nada interesante al tema de debate aunque, ahora que lo pienso, creo que no había nada sobre lo que debatir.

Hasta la vista estimado admirador.

Anónimo dijo...

¡Qué bella es la naturaleza y qué bello es compartir esos momentos en compañía de otros seres humanos!,¡Viva la convivencia!,¡Vivan los montes y los prados!,¡Viva el Monte de Venus!..

Jajaja dijo...

¡Qué artículo más bucólico nos regalas en esta ocasión! Qué bello es el monte, con sus florecillas, sus vaquitas y sus obispos... perdón, avispas.

Yo estuve por la zona de las lagunas de Neila años ha, cuando estaba en los burri-escaus, etapa de mi vida que dio para numerosos episodios escatológicos, de esos que tanto te gustan. Había allí un par de campamentos, entre ellos, frente a nosotros, uno de niños pijos que tenían una bandera alemana (entre otras) colgada en el mastil. Naturalmente, les mangamos la bandera.

Meteorismo galáctico dijo...

Camilo:

Es un honor tener a un artista de tu talla en este humilde blog. Creo que es una gran idea que vayas con Camilín a pasar un par de días por aquellos bosques burgaleses. La soledad de los mismos os permitirá cantar a dúo entre los árboles sin que nadie se empeñe en haceros callar.

Antares:

¿Dónde está el Monte de Venus al que te refieres? Es para ver si aún puedo acercarme a verlo en los días que me quedan de vacaciones ¿Crees que me gustará?

Jajaja:

¡”Esijo” que nos detalles alguno de esos episodios escatológicos a los que haces referencia en tu comentario!

Espero que no hicieseis nada malo con la bandera alemana que robasteis. En nuestra expedición de este fin de semana venía un alemán afincado en España y no toleraré que se falte el respeto a la madre patria de nuestro amigo.

Anónimo dijo...

Conozco la Sierra de la Demanda , separa La Rioja de Burgos. Pero no conocía esa sierra tan bonita. Toda esa zona tiene que estar a tope de nieve llegado el invierno.
La verdad , es que contemplar la naturaleza a veces da un poco de miedo , porque nos damos cuenta que solo somos una minúscula parte de ella. Quiza por eso nos la estemos cargando , quien sabe...
Que tengais unas felices vacaciones a quien pueda disfrutarlas.
un saludo.

Jajaja dijo...

No te preocupes, Meteorismo, a pesar de ser unos macarras de Aluche, no éramos ningunos quemabanderas ni ejecutamos ninguna vejación sobre la enseña germana, sino que guardamos la bandera como botín de guerra, en plan Museo del Ejército.

En cuanto a las historias escatológicas, recuerdo que conté alguna en tu antiguo blog. Como algunos de los aquí presentes pueden no haberlas leído y, dado que no voy a pedirle a nadie que se lea completa semejante sarta de necedades en busca de mi amena prosa, copio y pego la que sigue:

"En las ocasiones en que no contabamos con esas magnas creaciones del ingenio humano que son el agua corriente y las tazas del water, cavábamos en el campamento una letrina. Las citadas letrinas no eran más que un "bujero" sobre el que se colocaba un cajón negro con una abertura en la parte superior. Puede objetarse bastante sobre la salubridad de esta práctica, pero tampoco es que sea muy agradable pasearse por el campo esquivando las "caquitas" de un centenar de marranflos de diferentes edades, un par de decenas de los cuales andaban siempre diarreicos.

A lo que iba: bujero, cajón negro, plástico alrededor (para preservar la intimidad). Ya está preparado el escenario del drama.

Algún cerdo que no tenía en demasiada estima su integridad física agarró un día un cajón y lo trasladó a otro rincón del recinto letrinero. Consecuencia: entrabas en la letrina y veías a tu diestra el cajón, a tu siniestra el agujero. Pues bien, no sé mediante que procedimiento mental un grupillo de estultos identificaron el cajón como el sitio donde hacer sus deposiciones pensando, quién sabe que, que, mediante un mecanismo similar al de Star Trek, la caca se desintegraba dentro del cajón y aparecía en el agujero. El que esto suscribe, que había ido a las letrinas a rociarlas bien de Zotal, puede dar fe que no era así. Una vez protegidas las manos de las miasmas de la caja por unos guantes y abundante papel higiénico, levanté la misma para devolverla a su lugar y me encontré con una pequeña montañita de mierdas de varios tipos y procedencias".

Unknown dijo...

Si señor, nada como cagar en el monte. Se me ha hecho raro que nuestro intrépido héroe meteorismo no haya hecho mención a una de las acciones escatológicas por excelencia cuando uno visita la naturaleza.

Anónimo dijo...

Yo nunca he cagado en el monte, ¿merece la pena esa "esperiencia"?.
Además, yo puedo llegar a gastar perfectamente un rollo enterito de papel higiénico-o "papel de culo", como me gustaba llamarlo de pequeño-en el acto deponedor, ¿qué haría entonces en plena naturaleza?..

Anónimo dijo...

Cagar en el monte es la mejor "esperiencia" que te puede pasar en la vida.

Yo lo he hecho varias veces, alguna de ellas con un perrete y un paisano al lado (eso es una larga historia que me hizo perder la poca vergüenza que ya me quedaba).

Tambien recuerdo mi época scout en la que nuestro retrete era modelo IKEA (una silla agujereada sobre dos troncos y estos por encima de un agujero lleno de heces, moscas y cal viva) y la "escitante" sensación en mis nalgas cuando cientos de moscas se posaban en ellas alertadas ante la presencia de lo que breves segundos despues iba a caer en cal viva.

Meteorismo galáctico dijo...

He de decir que mi dilatada “esperiencia” deponedora ha pasado también por las deyecciones en la naturaleza. No obstante, a pesar del incomparable marco campestre que aporta belleza paisajística, sonidos selváticos (no me refiero a los rugidos intestinales) y aromas vegetales, tengo que reconocer que la incomodidad de no poder estar cómodamente sentado oyendo la radio, leyendo el periódico o las características del limpiahogar que haya bajo el lavabo, no es superada por el resto de elementos positivos que se derivan de estar en cuclillas en medio del bosque.

¿Qué decir de la tensión de no saber en qué momento puede aparecer algún transeúnte por allí mientras uno anda concentrado en tan importante actividad? Recuerdo que, hace ya muchos años, estaba yo en los Lagos de Covadonga y, tras una larga marcha por aquellas escarpadas montañas, el intestino grueso me avisó de que tenía más carga de la que podía soportar, así que me puse a buscar un lugar apartado para proceder a la evacuación. Como las lagunas estaban bastante concurridas, no me quedó más remedio que encaramarme a la ladera de una colina para evitar, en la medida de lo posible, cruzarme con cualquier otro dominguero (yo también lo era). Encontré un lugar aceptablemente apartado (sudé bastante para llegar allí) y me agaché para comenzar con mi actividad de expulsión. No había pasado ni un minuto cuando oí voces de personas cercanas y, dado mi natural pudoroso, no me quedó más remedio que subirme los calzoncillos y los pantalones (procurando no pegarlos demasiado a la “escotilla” de escape intestinal) y ponerme a silbar. Intercambié saludos con los caminantes y, una vez pasado el peligro, continué con la tarea inacabada. Queda claro que en estas condiciones no se puede gozar ni del la “puesta”, ni del paisaje, ni del aire puro (el que hay antes de comenzar la evacuación), ni de nada.

¡VIVA EL RETRETE! Es el mejor invento jamás concebido por mente alguna.

Anónimo dijo...

Que suerte tuviste amigo meteorismo.

Yo no tuve tanto tiempo como para disimular.

En concreto, y mientras yo andaba plantando un pinorris en una zona apartada en medio de unos matorrales, note unos sonidos como de olfateo y algo rozo mi nalga ante lo cual me gire y vi con estupor la cara de un chucho.

Tras varios intentos con la mano de espantarle tuve que hacer una cucamona de manera imprevista porque de la nada entre los matorrales surgió un palo que atizó en mitad del hocico al perro tras lo cual apareció un vejete muy salado que vino a decir algo asi como "deja al zagal en paz que está ocupado".

Mi sorpresa ante esa situación no fue encontrarme con un extraño estando yo con el culo al aire en cuclillas en mitad de la ardua tarea deponedora, sino que una vez ahuyentado el can despues de recibir tremendo ostion en el hocico con el palo, el vejete se me puso al lado y empezo a hablar de lo bueno que hacia, del lugar de procedencia mio, de que si cada vez mas en el pueblo habia mas turistas, .... ante lo cual yo solamente podia sonreir (dada la situacion) y proseguir cagando mientras educadamente le iba contestando a cada una de sus preguntas.

Lo positivo del asunto es que al final cuando me limpie el culo, el paisano me dijo donde habia un manantial de agua "potable" y un sitio para bañarse en el rio, cosa que nos vino de perlas ya que gracias a que el agua era "potable" mas de uno aumento su ritmo de deposicion diario.

Lo mejor de todo es que pasados los años no hay vez que cuente esta historia que los hermanos Toyos (colaboradores asiduos de este blog) no se descojonen a mandibula batiente.

I said

Meteorismo galáctico dijo...

¡Grandiosa historia, Kuko! No me extraña que esos traidores al progresismo que son los hermanos Toyos, se carcajeen cada vez que la escuchan.

La estampa de tu estulta persona apretando mientras el lugareño te daba conversación, es de lo más impactante. Sería una historia perfecta para llevar a un cortometraje.

Unknown dijo...

Querido meteorismo, si oyeras la historia contada por el protagonista estoy seguro que tus carcajadas se oirían en Pernambuco.