sábado, 29 de noviembre de 2014

Buena gente


Acabo de darme un magnífico homenaje gastronómico con un menú "Whopper" en Burger King y, al terminar, con las energías recobradas, he acudido a Ahorramás con mi bolsita de rafia (este detalle os lo cuento para que sepáis lo comprometido que estoy con la naturaleza) para comprar viandas con las que deleitar mi selecto paladar durante los días venideros.
En la puerta había un grupo de personas del banco de alimentos de Madrid. Uno estaba en la puerta y, tras saludar a todo el que entraba, le indicaba la posibilidad de ayudar comprando productos no perecederos para entregarlos a la salida a otras dos personas que estaban organizándolos en cajas.

Esto me ha hecho pensar en lo eficaces y útiles que son algunas personas que, para más mérito suyo, no cobran un duro por su trabajo, y lo gravosos, inútiles o, peor aún, contraproducentes, que son otros que, además, cobran sueldos bastante suculentos. Podría pensarse que en este último grupo sólo meto a algunos políticos (no todos son malvados e inútiles), pero no, también incluyo a montones de personas de grandes empresas y de algunas pequeñas.

Pero no quiero hablar de las tontunas que hacen unos sino de las buenas cosas que hacen otros. A hablar de los sinvergüenzas, para hundirlos o hacerles la pelota, ya dedicamos demasiado tiempo.
Hay por ahí gente magnífica que dedica su tiempo libre que, en ocasiones, es todo su tiempo, a intentar hacer la existencia de otros un poquito menos ingrata, y eso merece un aplauso y nuestro reconocimiento.

Casi todas esas personas permanecerán toda su vida en el anonimato y sin que algún rey campechano, algún periodista o algún renombrado artista o deportista se fotografíen con él. Creo que pequeño Nicolás tampoco se hará "selfies" con la gente de esos entornos. Pero supongo que eso importa poco a esas personas, porque lo que hacen, unos lo harán por convicciones religiosas, otros por el gusto de sentir que hacen algo verdaderamente útil y otros... ¡Qué sé yo! El caso es que lo hacen y es bueno, así que ¡qué más da su motivación para ello!
Si contásemos a todos los abuelos que cuidan a sus nietos; a todos los padres dispuestos a acoger a sus hijos de nuevo en casa si las cosas les van mal;  a todos los hijos y nietos que cuidan a sus mayores enfermos; a todos esos grupos de personas que visitan a enfermos solitarios o a chavalines que pasan en los hospitales demasiado tiempo;  a los médicos y enfermeros (estas palabras incluyen también a las mujeres, no me llaméis machista) que van durante sus vacaciones a países que los necesitan; a personas que acuden a ayudar allá donde haya una catástrofe; a la gente que, en el trabajo, ayuda a integrar a los que llegan nuevos a la oficina; a los que siempre tienen una palabra de ánimo o una tontuna en la boca para animar a quien está decaído; a los que saludan sonrientes aunque lo estén pasando mal y a los de devuelven el saludo aunque no conozcan al que, con tanta simpatía los saluda; a los que enseñan al que no sabe; a los que pasan papel higiénico por debajo de la puerta al que se ha quedado sin él; a los que avisan al que tiene la bragueta bajada; a los que son capaces de decir a su jefe de que su propuesta es absurda; a los jefes  capaces de corregir a los empleados indicándoles cómo hacer bien las cosas; a los que mean dentro de la taza y usan la escobilla o secan las gotas que caen fuera; a los que usan los intermitentes cuando conducen su coche y, además, saben cómo actuar en las rotondas; al chavo del ocho... Si contásemos a todos los mencionados, decía, serían tantos que todos los del caso Gürtel, los del caso Malaya, los de los eres, los del caso Bárcenas, los de la trama Púnica y tantos y tantos otros, serían cuatro gatos al lado de la masa de gente decente.

Pero eso sí, que nadie se duerma en los laureles, que todos somos capaces de hacer un favor con una mano y usar la otra para llevarnos lo que no es nuestro. Ni unos son unos demonios integrales ni otros unos santos canonizables en vida.
¡Vaya mierda de conclusión a la que he llegado! ¡Con lo navideño y bonito que me estaba quedando el texto!

1 comentario:

Zarzamora dijo...

¡Qué buen comentario! No has incluido a los que hacen la cena a sus hijos, tiran de la cadena cuando ellos no lo hacen, compran prendas de vestir al que no se quiere desplazar a probárselas o hacen manualidades con los sobrinitos. (Aunque en este último caso se alteren un poco)