jueves, 13 de diciembre de 2007

¡Por fin tengo antibióticos!

El día cuatro de este festivo mes de Diciembre comencé a sentirme indispuesto mientras me entregaba en cuerpo y alma a mis duras tareas laborales. El día cinco me vi obligado a permanecer en mi hogar porque no pude reunir la suficiente presencia de ánimo (me gusta esta tonta expresión) como para acudir a mi puesto para desempeñar con la suficiente dignidad mis trascendentales tareas.

Desde ese día hasta la fecha (día 13 de Diciembre), he ido al médico un total de cuatro veces y ayer incluso me hicieron una radiografía para que mi doctora pudiese constatar hoy que mis pulmones no están demasiado deteriorados.

Lo que comenzó siendo un malestar general ha terminado como una afección bronquial que me hace toser más de la cuenta y me provoca agujetas de tanto mover el cuerpo espasmódicamente.

Estuve de baja el jueves y viernes pasado, volví a trabajar de lunes a miércoles y ayer, tras un desagradable espectáculo de toses y esputos en mi puesto de trabajo, me volvieron a dar la baja.

En estas cuatro visitas al médico me han recetado dos jarabes, unos analgésicos, un inhalador de codeína, un mucolítico, unos antihistamínicos y, finalmente, unos antibióticos.

Aún no sé si los maravillosos antibióticos operarán el efecto deseado contra mis males (yo tengo grandes esperanzas de que lo hagan), pero sí que he podido comprobar lo diferentes que son las cosas ahora con respecto a cuando yo era un tierno infante (allá por los años setenta). Recuerdo que en aquella remota época, en cuanto teníamos un poco de fiebre, venía a casa nuestro médico de cabecera (era un señor mayor, calvo y con bigote) y nos recetaba un lote de inyecciones de antibiótico que nos ponía nuestra simpática tía Felisa (algún día contaré una anécdota flatulenta relativa a una inyección que me quiso poner mi tía).

Hemos pasado de los antibióticos para todo a la táctica de probar todo tipo de medicamentos antes de recetar esas poderosas sustancias. Ciertamente yo soy un ignorante y no sé nada de medicina, pero la retahíla de medicamentos que me he estado metiendo entre pecho y espalda sin eficacia alguna (yo no la he notado) ¿de qué habrá servido? ¿No habrá deteriorado un poco más mi maltrecha salud?

Es tan bonito como inútil hacer futuribles y fabular con lo que habría pasado si en lugar de una cosa hubiésemos hecho otra, así que, como a mí me gusta hacer cosas absurdas, diré que es probable que si me hubiesen recetado los antibióticos el primer día que fui al médico, tal vez me hubiese recuperado del todo el viernes pasado. Si tal hubiese sido el caso, esta semana habría ido a trabajar en plenitud de facultades en lugar de hacerlo como un cadáver viviente (y tosedor). La Seguridad Social se habría ahorrado estos dos nuevos días de baja y mi empresa habría contado con mi insustituible presencia en estas entrañables fechas en las que falta tanta gente.

Pero todo esto, como bien sabemos, no lo puedo demostrar, así que me limitaré a comprobar lo que pasa a partir de ahora cuando me tome esas mágicas pastillas antibióticas (¡qué gusto que ya no se pongan inyecciones!).
P.D.- ¡Las cosas que hay que contar cuando no se sabe de qué hablar!

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Aún recuerdo perfectamente cómo aquel señor calvo y con bigote sacaba de un maletín su instrumental y en menos que cantaba un gallo ya te había recetado una colección de inyecciones.

A continuación, se pasaba por casa, el practicante, que aplicaba en las nalgas del idoso las inyecciones prescritas.

Entonces era mucho más fácil. Hemos evolucionado muchísimo en unos años, pero aún seguimos sin vencer a los catarros. ¿Tendrá la culpa ZP ?

Espero que te repongas pronto y nos mantengas informados de la evolución de tu enfermedad.

Por cierto, Monica Radiuca te manda saludos, aunque está enfadada contigo porque no contestaste su post solicitando ayuda ... marginal, eso sí.

Meteorismo galáctico dijo...

Estimado TarifaGasAhorro (tan flatulento nombre te delata):

Me dolió no contestar a Mónica Radiuca, pero mi estado de salud me tenía postrado de tal modo que incluso mi proverbial solidaridad con los marginados quedó deteriorada. Dile a la señora Radiuca que cuenta con toda mi simpatía y que asuma su situación marginal porque, como yo estoy acostumbrado a experimentar en mis propias carnes, nada hay mejor que la marginalidad para realizarse como persona humana.

Jajaja dijo...

Meteorismo, el motivo por el cual tu médica no te recetó antibióticos de primeras, cuando era "ovio" que era lo único que podía restablecer tu maltrecha salud, no era el que tú te piensas. Y si no estuvieses tan encerrado en ti mismo, solo pensando en tu trabajo, tu blog y tu próxima maratón, también te habrías dado cuenta. Tu médica no es una máquina de hacer recetas. Bajo esa bata blanca y ese fonendoscopio hay una mujer. ¡Y esa mujer te desea, Meteorismo! Todo eso de desnudese de cintura para arriba que voy a auscultarle era solo una excusa para palpar tus músculos y acariciar tu piel. Lo de mirarte la garganta era un ardid para humedecer el depresor con tu saliva, que luego mezclaría con la suya. ¡Si hasta te mandó hacerte una radiografía para tener una imagen tuya! Peculiar pero imagen.

Meteorismo, corre ahora mismo al ambulatorio y estrecha en tus brazos a esa mujer. No permitas que pase más noches entregada al vicio solitario con tu radiografía en una mano y el depresor en la otra. Casaos y formad una familia como Dios manda (que ya va siendo hora).

Meteorismo galáctico dijo...

¡Jajaja!

El velo que cubría mis ojos ha caído mientras leía tu mensaje. Ahora comprendo que tanto interés por alargar mi agonía no era sino el último recurso de esta mujer enamorada para estar cerca de mí. Ella sabe que cuando me recupere tardaré varios años en volver a visitarla, y eso es muy duro para un enamorado (enamorada en este caso).

Mientras escucho la última y magistral creación de Bustamante (bueno, de sus productores), mi corazón late al ritmo del “reguetón” y de las vibraciones amorosas de mi querida doctora. El lunes, cuando vaya a la que iba a ser nuestra última cita de estas semanas (se supone que ya estaré curado), le pediré que se sincere conmigo y le abriré mi corazón. Tal vez este sea el comienzo de una bella historia de amor, y todo te lo deberemos a ti, querido Jajaja.

Anónimo dijo...

Meteorismo,

"Esijo" te recuperes pronto de tu "condisión".Yo también recuerdo con añoranza esos tiempos en los que el simpático médico(o médica) te recetaba antibióticos en cuanto dabas dos toses.Y hacían muy bien, que aunque no curen el microbio que tengas, pues alguno matarán..

Anónimo dijo...

Animo meteorismo, que tu puedes salir adelante.

Solo por curiosidad, el otro dia volviendo a casa cabilando y con el walkman puesto justo cuando entraba en el portal oi algo asi como un tosido propio de pepepótamo y su grito hipohuracanado....no se si tu tenias algo que ver con aquello pero lo cierto es que fue acojonantemente estridente.


Respecto a lo que cuentas en "aquellos maravillosos años"...

Bendito practicante, benditos tiempos aquellos y benditos segundos de angustia que tu pasabas nalgas al viento esperando como un toro en las ventas a que el infame picador "entrase a matar".

Yo creo que en aquellos tiempos (a mi me toco muy de refilón cuando apenas tenía edad para razonar....o sea antes de ayer mas o menos) te ponías "güeno" más rápido por el pánico que sentías ante la inminente visita del practicante.

Que esa es otra....a que viene lo de praticante????, que cojones practicaba el tío????, o es que el hombre practicaba con las nalgas de un niño enfermo (joder con la expresión, propia de Michael Jackson) para sacarse el título.
Es acaso lo que hoy llaman en medicina MIR????

En fin, son dudas que espero me resolvais alguno de vosotros.

Eso si,..."esijo" ya mismo que no tengas mas en vilo a tu cada vez mas grande.....audiencia, y cuentes la "anésdota" de la tia Felisa y el gas descomunal. Quizas en ese momento cuente yo la que me pasó en el "insti" con una de las tias más wenas en la clase de gimnasia.

I said

Meteorismo galáctico dijo...

Estimado Kuko:

No creo que fuese yo ese al que oíste lanzar un hipohuracanado grito en la calle, más que nada porque estos días he estado recluido en mi hogar sin sacar un ápice de mi cuerpo a la calle.

Tu duda sobre la palabra “practicante” a mí también me asalta y, antes de mirar en el diccionario para saber la verdad sobre tal vocablo, prefiero inventarme algo como, por ejemplo, que la palabra tiene su razón de ser en que los practicantes practican orificios en las nalgas de los pacientes.

Y ahora procederé a narrar con brevedad la aventura de mi última inyección (más bien del último intento de ponérmela).

Tenía yo unos diez u once añitos (aún conservaba toda mi cabellera lacia y un flequillo estilo japonés que era la envidia de mis compañeros de colegio) y, como cada otoño-invierno, mi garganta estaba roja que el culo de un mandril, así que me recetaron esas maravillosas “indiciones” de benzetacil (era bastante doloroso sentir cómo se infiltraba por entre los tejidos del glúteo) que era el medicamento de moda.

Creo recordar que el tratamiento consistía en cuatro unidades inyectadas en otros tantos días. Las tres primeras fueron administradas sin más problemas que los que yo generaba intentando convencer a mi madre de que ya estaba curado y que no necesitaba más agresiones sobre mis maltrechas nalgas. El caso es que llegó el día de ponerme la cuarta y última dosis y, tras fracasar nuevamente en mis intentos de negociación, ya con el culo en pompa y con la tía Felisa apuntando hacia el techo la terrorífica jeringuilla mientras le daba golpecitos para que el aire de la misma quedase en la parte superior y poder evacuarlo adecuadamente, yo sentí la necesidad imperiosa de hacer lo mismo: Liberarme de los gases que, dada mi posición de culo en pompa, se habían acumulado en la zona más elevada de mi cuerpo (el ojete).

El caso es que, ni corto ni perezoso, mientras Felisa presionaba el émbolo del aparato inyector para sacar el aire que tenía dentro, yo presioné mis intestinos para evacuar los gases que presionaban mi abdomen. El estruendo fue tal que mi tía se llevó un susto que le hizo apretar la jeringa hasta el fondo dejando una marca de benzetacil en el techo de la habitación. Una vez tomada conciencia de lo ocurrido, tanto ella como yo comenzamos a reírnos ostentosamente hasta que llegó el resto de la familia para unirse a nuestro jolgorio.

Aquella fue la última vez que me pusieron una inyección, así que siempre recordaré con alegría tan simpático acontecimiento.

Y ahora que me he sincerado contigo, Kuko, es tu turno de contar lo que te pasó en el instituto con esas chicas tan monas.

Anónimo dijo...

Meteorismo,

Para la próxima vez, no bebas nada de agua, ni de refrescos ni de líquidos ni nada, y así no te costiparás. A parte debes llevar siempre unos pantalones de cuero o de plastiquete, para no pasar frio.

Salu2, Bocaseca!!!

Meteorismo galáctico dijo...

Bocaseca:

Estoy seguro de que serías un gran Ministro de Sanidad. Tus métodos preventivos contra el ataque del catarro son de lo más eficaces. Ojalá todo el mundo los pusiera en práctica, seguro que así no serían necesarios los antibióticos ni ninguna otra de esas potentes medicinas.

¡VIVAN LOS PANTALONES DE PLASTIQUETE Y LA SEQUEDAD BUCAL!

Carlos García R. dijo...

El último antibiótico que tomé debió ser allá por los '80... Y mira, vivo y coleando, como los peces.

¿De que te quejas?. No hay premio sin dolor... Aunque unas cuantas flatulencias hiperpotenciadas con un solemne cocido madrileño te podrían ayudar aún más a expulsar esos microbios que te invaden.

Je, je... que te mejores.

Meteorismo galáctico dijo...

Pues sí, Carlos, es cierto que las flatulencias son mecanismos muy eficaces de expulsión de inmundicias (su olor las delata), pero también son muy peligrosas si uno no quiere verse condenado al ostracismo social. No obstante, mi amor por la marginalidad es sobradamente conocido y eso me permite ejercitar la expulsión de ventosidades sin miedo a la reacción social (en mi caso incluso he hecho algún amigo que otro gracias a esta deleznable afición).

Anónimo dijo...

Estimado meteorismo:

Muy interesante y jocosa tu "anesdota" de la tia Felisa y la inyeccion (en esa posición es prácticamente imposible que no se le escape un pum a nadie en este mundo).

No obstante hay otras situaciones mas engorrosas y vergonzosas como la que me paso a mi en el instituto y que paso presuroso a contar.

Estando en clase de gimnasia toco el dia de la "evaluacion", famoso dia en el que te tocaba hacer toda clase de pruebas como abdominales, flexiones, saltos a pies juntos, lanzamiento de balon medicinal y sobre todo el maldito test de Cooper que sacaba a la luz mi inutilidad como deportista ya que hasta el discapacitado físico hacía mejor marca que yo.

No obstante lo vergonzoso del asunto fue la prueba de abdominales, la cual consistia en hacer el nº mayor posible de éstas en un minuto.

Como éramos 40 y la madre en clase la prueba la haciamos en tandas de 20, 10 hacían abdominales y 10 les agarraban los pies. En mi caso, fue duro ver como la tia mas buena de clase y posiblemente del insti me agarraba los tobillos y me sonreia.

Yo que apenas habia hablado con ella dada mi timidez y viendo de cerca su cuerpo (sobre todo hubo dos cosas que llamaron mi atencion) decidi lucirme y dar el 200%.

A la voz de la profe de ahora me puse como loco a hacer abdominales....1,2,3,...10...iban saliendo una detras de otra a un ritmo impresionante.

Cada vez que hacia una era como acercarme al paraiso (cuerpazo de la piba) y cuando me alejaba a la posicion de tumbado lo unico que queria era sacar fuerzas de flaqueza para volver a acercarme a ella.

Pues bien no fue solo fuerzas de flaqueza lo que saque.....

No se si iba por la treinta y pico a un ritmo bestial cuando de golpe y porrazo y sin subito aviso lance un tremendo pedo en la cara de la tia.

Lo mejor de esa situacion no fue ver como todos dejaron de hacer abdominales y miraron hacia mi, lo mejor fue mi reaccion.

Lo primero que se me paso por la cabeza ante semejante situacion fue dar un grito de dolor, agarrarme el tobillo como si me hubiera lesionado y entre gestos de dolor pedir a dos compañeros que me llevaran al vestuario porque me habia hecho mierda el tobillo.

Pues bien, logre salirme con la mia e irme al vestuario lo mas dignamente que pude.

Y debo de ser un actor cojonudo porque mas de uno y una me pregunto por la salud de mi tobillo. Obviamente la chica buenorra no me dirigio la palabra ni durante ese curso ni durante los años siguientes.

Asi que Fanny, preciosa, si estas viendo este mensaje....perdoname la vida guapa.

Esta es mi "anésdota", espero que haya sido de vuestro agrado. Próximos capítulos en su kiosko cada 2 semanas.

I said

Anónimo dijo...

Estimado meteorismo:

Muy interesante y jocosa tu "anesdota" de la tia Felisa y la inyeccion (en esa posición es prácticamente imposible que no se le escape un pum a nadie en este mundo).

No obstante hay otras situaciones mas engorrosas y vergonzosas como la que me paso a mi en el instituto y que paso presuroso a contar.

Estando en clase de gimnasia toco el dia de la "evaluacion", famoso dia en el que te tocaba hacer toda clase de pruebas como abdominales, flexiones, saltos a pies juntos, lanzamiento de balon medicinal y sobre todo el maldito test de Cooper que sacaba a la luz mi inutilidad como deportista ya que hasta el discapacitado físico hacía mejor marca que yo.

No obstante lo vergonzoso del asunto fue la prueba de abdominales, la cual consistia en hacer el nº mayor posible de éstas en un minuto.

Como éramos 40 y la madre en clase la prueba la haciamos en tandas de 20, 10 hacían abdominales y 10 les agarraban los pies. En mi caso, fue duro ver como la tia mas buena de clase y posiblemente del insti me agarraba los tobillos y me sonreia.

Yo que apenas habia hablado con ella dada mi timidez y viendo de cerca su cuerpo (sobre todo hubo dos cosas que llamaron mi atencion) decidi lucirme y dar el 200%.

A la voz de la profe de ahora me puse como loco a hacer abdominales....1,2,3,...10...iban saliendo una detras de otra a un ritmo impresionante.

Cada vez que hacia una era como acercarme al paraiso (cuerpazo de la piba) y cuando me alejaba a la posicion de tumbado lo unico que queria era sacar fuerzas de flaqueza para volver a acercarme a ella.

Pues bien no fue solo fuerzas de flaqueza lo que saque.....

No se si iba por la treinta y pico a un ritmo bestial cuando de golpe y porrazo y sin subito aviso lance un tremendo pedo en la cara de la tia.

Lo mejor de esa situacion no fue ver como todos dejaron de hacer abdominales y miraron hacia mi, lo mejor fue mi reaccion.

Lo primero que se me paso por la cabeza ante semejante situacion fue dar un grito de dolor, agarrarme el tobillo como si me hubiera lesionado y entre gestos de dolor pedir a dos compañeros que me llevaran al vestuario porque me habia hecho mierda el tobillo.

Pues bien, logre salirme con la mia e irme al vestuario lo mas dignamente que pude.

Y debo de ser un actor cojonudo porque mas de uno y una me pregunto por la salud de mi tobillo. Obviamente la chica buenorra no me dirigio la palabra ni durante ese curso ni durante los años siguientes.

Asi que Fanny, preciosa, si estas viendo este mensaje....perdoname la vida guapa.

Esta es mi "anésdota", espero que haya sido de vuestro agrado. Próximos capítulos en su kiosko cada 2 semanas.

I said

Meteorismo galáctico dijo...

¡Qué gran anécdota, Kuko!

Lo que habría dado por ser el protagonista de la historia. Lo que me indigna es la falta de tolerancia de esa bella dama para con ese leve desliz, comprensible si se tiene en cuenta el descomunal esfuerzo que estabas realizando.

Algún día encontraremos sendas señoritas que sepan apreciar nuestra maestría flatulenta, amigo Kuko. Pero hasta entonces tendremos que seguir vagando en soledad por este mundo.

Pero, siguiendo con el tema de los abdominales y sus efectos en el intestino grueso (en sus gases), siempre recuerdo con alegría aquellas hileras de adolescentes subiendo y bajando sus cuerpos a la máxima velocidad que nuestros músculos daban de sí y, los sonidos discordantes que, de forma inopinada, iban surgiendo de la masa sin que nadie, salvo los que rodeaban al pedorro, supiese de dónde provenía el estruendo. Los “tatamis” tenían la interesante propiedad de amplificar el sonido del pedo y tan hilarante sonido potenciaba la generación de risas entre la concurrencia, cosa que acababa facilitando que algún que otro pedo potencial acabase siendo un hecho en el ojete de cualquier otro esforzado gimnasta.

¡Qué tiempos aquellos!

Hoy en día, cuando participo en carreras populares tampoco es raro escuchar algún que otro ostentoso pedo mientras corremos, pero aquí, lejos de ocultar la emanación, quien la ha protagonizado se enorgullece de ella y es objeto de la envidia de los que lo rodean, no en vano siempre es grato librarse de lastre cuando se corre.

Anónimo dijo...

Yo no tengo "bonitas" historias q contar...

asi q os deseo un Feliz aňo nuevo a toda la gente que lee este blog.

Brave

Anónimo dijo...

¡Feliz Año para todos y para todas!.
Meteorismo, "esijo" un "pos" sobre la absurda carrera en la que participarás pasado mañana.¿Os pillaréis un pedo después de la carrera?.¿Cuando depondrás, antes o después de la carrera?, son tantas dudas..