sábado, 3 de febrero de 2007

Lección de sobriedad


Al ver la foto del gran Paul Wolfowitz mostrando sus calcetines con sendos “tomates” en su visita a la mezquita de Selimiye en Turquía, he sentido la necesidad de compartir con los seguidores de Libertad Diodenal la hilaridad que he sentido.

Me ha encantado ver que hay gente de renombre que, como yo, no da importancia excesiva al estado de revista de sus prendas íntimas. Yo siempre doy por sentado que en mi vida cotidiana no tendré que quedarme en paños menores delante de nadie, así que tiendo a obviar los agujeros que aparecen en mis “slips” o en los calcetines. Es cierto que, cuando veo el deterioro de mis prendas íntimas, siempre pienso en que tengo que planificar una escapada a Alcampo (o a Carrefour en su defecto) para reaprovisionarme, pero con eso de que nadie puede ver el andrajoso estado de mi vestimenta interna, tiendo a dejar pasar y pasar el tiempo de modo que a veces he ido verdaderamente harapiento por debajo de mis impecables y modernas prendas exteriores.

Supongo que habrá habido múltiples críticas a la cutrez del presidente del Banco Mundial, pero yo sólo puedo dedicarle palabras de aliento en estas horas en las que, probablemente, habrá multitud de “expertos” en protocolo que estén despellejando a nuestro protagonista y, con más intensidad aún, a su pléyade de asesores de imagen.

De todos modos yo diría que el par de agujeros en los calcetines (¿alguien sabe si también “clareaban” los talones?) han servido para que muchos ignorantes como yo hayamos conocido a este importante representante de la economía mundial. Pocas campañas de publicidad podrían ser tan exitosas como un descuido de este tipo. Además, gracias a esos calcetines viejos, el señor Wolfowitz ha conseguido el cariño de millones de personas que, sea bueno o malo en el desempeño de sus responsabilidades (que yo ignoro plenamente), esbozaremos una sonrisa siempre que volvamos a verlo en la tele o a escuchar su sonoro nombre.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi abuelo y mi abuela fueron todo un ejemplo en cuanto a sobriedad se refiere. Sé de buena tinta que el Caudillo jamás toleró retirar un calzoncillo de la circulación antes de haber cubierto toda su superficie con zurcidos, parches que hacía primorosamente y con gran amor mi abuela, Doña Carmen. Con los calcetines pasaba exactamente igual, de tal modo que, de remiendo a remiendo iban pasando los meses y los años y el fondo de armario del Generalísimo no se renovaba.

Hay que reconocer que las pocas ganas que tuvo de jubilarse él mismo son las que tenía por jubilar sus prendas de vestir, íntimas y externas.

Yo en cambio, soy como Beckham, me encanta estrenar tanga cada día, pero claro, teniendo en cuenta la poca tela que tienen las prendas íntimas modernas, en cuanto doy un paseo o bailo un poquito (ahora que ya soy una profesional del baile lo hago más a menudo), los tangas quedan inservibles, así que los renuevo con gran frecuencia. Menos mal que los abuelos fueron ahorradores, así ahora yo puedo emplear ese dinero en cubrir esas necesidades básicas.

Anónimo dijo...

Yo lo que pienso es ,lo que este hombre ha tenido que sufrir y dudar, cuando le comentaron que se tenía que descalzar.
Sabría de antemano que llevaba los calcetines rotos?
jo que morbo...

Meteorismo galáctico dijo...

Era un día cálido de abril o mayo. Tenía cita en el ambulatorio para aquella tarde a causa de una afección cutánea (dermatitis, creo que era) que tenía mi saco escrotal sometido a unos picores un tanto molestos.

Como el ambulatorio no estaba cerca de casa y sí de mi lugar de trabajo, opté por ir allí directamente al salir del trabajo. Ante tal perspectiva, yo, que soy muy previsor, decidí salir de casa aquella mañana con un calzoncillo puesto y otro (limpio también, que hay mucho malpensado) en la mochila. De este modo, pensé, al salir de la oficina, me pondría el “slip” limpio para que, al descubrir mis partes púdicas, no fuese a aparecer algún resto indecente que pusiera en evidencia mi capacidad para llevar a cabo una higiene íntima adecuada.

El caso es que, justo antes de hacer el cambio de calzoncillo (tengo que puntualizar que en aquella época mis prendas íntimas eran siempre de color blanco), sentí cierta premura intestinal y tuve que exonerar el vientre. Me limpié tanto y tan bien como pude y, al finalizar tan artesanal tarea, hice el cambio de calzoncillos y salí todo ufano hacia mi cita con la doctora.

Finalmente llegó el momento de entrar a la consulta y, como es normal, me bajé los pantalones y la prenda íntima para mostrar el motivo de mis molestias. El caso es que, al poner el “slip” a media asta, me di cuenta con gran estupor de que una sombra marronácea en la zona de la entrenalga se había apoderado de la blancura inicial de mi calzoncillo. Os aseguro que no sabía dónde meterme, así que opté por mantener la calma y seguir allí, mostrando a la doctora mi saco escrotal para que no se fijase en el lienzo mancillado que había unos centímetros más abajo. El calor reinante había hecho que el sudor internalgar arrastrase algún resto fecal licuado hasta el receptáculo del calzoncillo. ¡Qué fatalidad!

Ella, no sé si porque está harta de ver escrotos escocidos o porque se dio cuenta de mi apuro, terminó rápidamente su revisión, así que yo, con gran celeridad, icé de nuevo mis tiznados calzoncillos y sentí que el sudor cesaba de fluir.

Tras conocer esta historia, absolutamente cierta, podréis comprender mucho mejor lo cercano que me siento del presidente del Banco Mundial.

Toda mi solidaridad para quienes hayan sufrido momentos de vergüenza similares a los que hoy estamos tratando en Libertad Diodenal.

Anónimo dijo...

Meteorismo,
me encantan tus historias.

Yo también soy de los que cuando realizan visitas al médico suelo llevar un slip de recambio ( yo no llevo mochila, así que lo guardo en un bolsillo de la cazadora ) y al llegar a la consulta, me cambio, no vaya a ser que alguna zurrapa o gotita de orín arruine la blancura de mi prenda interior.
Carmencita, no eres más golfa porque no puedes. Si tu abuelo o abuela se levantasen de la tumba, a buen seguro que una buena ración de puñadas y capones. ¡Faltaría más!

¡Viva Loli Álvarez!¡Viva Tony Genil!¡Viva Yurema!

Meteorismo galáctico dijo...

Hace tiempo que decidí, en aras de evitar apuros como el narrado antes, utilizar "slips" (a ver si crean una palabra española para denominar a tan cómoda prenda) de tonalidades oscuras. Con ellos es difícil detectar la putrefacción con la vista. No obstante, con el olfato y el tacto se puede apreciar quién es un gorrino y quién no.

LiquidFaeces, te recomiendo pasarte a los tonos oscuros. Seguro que así consigues ser más aceptado socialmente.

Anónimo dijo...

Puntualización histórica:

Antares, ni Alejandro Magno ni Julio Cesar llevaban calzoncillos.

Alejandro llevaba falditas y, como Willie el bedel, omitía los calzones debajo. Su madre Olimpia, que aunque un putón, era muy curiosa, le reñía por ello, pero él lo encontraba más práctico por si le entraba un calentón y le apetecía un revolconcillo rápido con Hefestión.

En cuanto a Julio Cesar, no llevaba calzoncillos para poder mear agusto levantándose el bajo de la toga, como demuestra Colleen McCullough.

Anónimo dijo...

Bueno y digo yo chicos...como solución a ese posible problema originado sobre un calzón blanco , no podría existir algo intermedio, entre la toga de Julio César con sus atributos colgando y los slips color nieve de meteorismo galáctico? algo asi ....como una tanguita negra.
Es una sugerencía.

Super-Winzip dijo...

Este artículo ha producido en mí tal impacto que me veo obligada a colaborar de forma inminente.

La historia de Meteorismo tiene un cierto paralelismo con una que viví yo hace muchos años, cuando veraneaba en un pueblo de Toledo.

Era agosto, hacía un calor sofocante, alrededor de las 8 de la tarde, yo estaba en una terraza de verano cuando escuchamos unos gritos, era "Juanito el guarro" (le llamaban así, un chico nacido del amor entre dos primos hermanos), acaba de ser atropellado por un coche que circulaba a 10 por hora, nos acercamos corriendo para ver lo sucedido, afortunadamente Juanito, se encontraba bien, tendido en el suelo, aunque preso por el pánico,
su barba negra esta vez, estaba aún más cubierta de blanco, por las babas (cuando hablaba, sus residuos los acumulaba en ese espesor descuidado).

Le llevamos en nuestro coche al ambulatorio, él estaba en el asiento trasero, balbuceando y yo iba en el asiento delantero, empecé a observar como diferentes
proyectiles se agolpaban en el parabrisas, de repente toqué mi cabello, ¡Dios! estaba cubierto por algo viscoso, le ordené a Juanito que se callara.

Llegamos al ambulatorio, la doctora que le atendió le dijo que se tumbara ya que le iba a reconocer, para observar su pierna, le hizo que se desvistiera... llegado ya a este punto, Juanito sin pantalones, en ropa interior, exponiendo su mayor tesorito,... la doctora no daba crédito a lo que estaba viendo, por su cara de espanto, jamás debió conocer a alguien en esas condiciones de insalubridad

Decidió coger unas tijeras, Juanito se asustó y empezó a gruñir, el objetivo era arrancarle el harapiento trapo, como estaba bastante adherido a su oscura piel, tuvo que pedir ayuda a dos auxiliares, finalmente lo consiguieron. Para finalizar la doctora procedió a ponerle la vacuna antitetánica por si pudiera tener alguna infección debido a su falta de higiene, que dicho sea de paso, pudiera ser bastante probable.

Así que Meteorismo no te abrumes por situaciones tan embarazosas, al fin y al cabo tú pusiste todos los medios para dar una imagen impecable, únicamente deberías
mosquearte si para tratarte esa afección cutánea, te suministraron la vacuna antitetánica.

Pare terminar, decirte que afortunadamente haces un gran favor a la inmensa mayoría de las mujeres por no mostrar tus lindezas con esas calzoncillos tan poco libidinosos.

Meteorismo galáctico dijo...

Nati:
Si en lugar de mis cómodos “slips” llevase tangas, creo que los tiznajos acabarían en el pantalón. Eso sí, con una línea divisoria bien marcada (la del cordelillo que se acomoda en la entrenalga). Lo que también es cierto es que mi doctora, al verme con semejante “underwear”, se habría caído de espaldas riéndose de mi simpática estampa y no habría percibido las zurrapillas.

Jajaja:
Tu erudición es tan grande que comienzo a sospechar que cuentas la historia como te place aprovechándote de la ignorancia de los que leemos tus aportaciones. Consultaré con César Vidal (otro erudito de tomo y lomo) sobre la veracidad de tus afirmaciones.

Super-Winzip:
Tu narración sobre Juanito el Guarro me ha parecido enternecedora (y un poco pringosa). ¿Te quedaste con algún retal de aquel calzoncillo mugriento? Me encantaría hacer un estudio concienzudo del mismo para ver si existe alguna relación entre el número de capas zurraposas y los días de uso de una prenda íntima.

Raúl Pleguezuelo dijo...

A mi no me ha sorprendido en absoluto, es lo que se suele esperar de un liberal refutado, tomates en los calcetines y que escupa en el peine para peinarse.
saludos.

Anónimo dijo...

Esta es mi primera participación en este foro (espero que no sea la última)

Es una campaña publicitaria del banco mundial...en la foto debería añadirse un eslogan como "No guardes tu dinero en el calcetín, no es seguro. Nosotros lo haremos por ti: BANCO MUNDIAL".

De todas formas lo escandaloso del tema no es ver lo cutre de llevar los calcetines rotos, sino lo que eso te conduce a pensar. ¿¿Como coño tendrá de largas las uñas de los pies???, ¿¿¿Porque sus amigos entonces le llaman, el águila de la economía, por su agudeza para los negocios???, ¿¿¿No tendrá el hombre tiempo ni para remendarse los calcetines???(de los calzoncillos ni hablo porque miedo me da pensar como deben de estar....modelo "pedo libre" que se dice).

En fin son preguntas que siguen atormentando cada poro de mi ser.

Querido lector....yo ya no aguanto mas.

Ful dijo...

De un señor que se apellida en alemán "Chiste del lobo" puede esperarse cualquier cosa