sábado, 8 de enero de 2011

Delación y victimismo

Hace unos días experimenté el tremendo placer de tomar unas tapitas en un pequeño bar de barrio de esos que, hasta hace una semana, siempre estaban llenos de humo. Era el día de Reyes y éramos seis o siete los que allí estábamos, así que el gozo fue doble porque pudimos respirar y hablar sin humos ni ruidos circundantes.

Esta mañana he estado escuchando en Radio Nacional una tertulia en la que se hablaba sobre “los chivatos”. El tema, que pretendía tocarse de modo genérico, se ha centrado particularmente en chivarse de quien incumpla la nueva ley antitabaco. Yo pensaba que la posibilidad de denunciar cualquier cosa que uno estime que va contra la ley, ya existía, pero parece ser que uno sólo es un chivato cuando denuncia a quien incumple (según el criterio del denunciante) la nueva norma sobre el consumo del tabaco.

Durante estos días he llegado a oír comparaciones de la situación actual con la de las delaciones de algunos alemanes a sus conciudadanos judíos en la época de Hitler. Sé que la manera más eficaz de hacerse notar es la de exagerar (yo lo hago con frecuencia), pero ésta parece un tanto extrema. El victimismo me parece exagerado en una afirmación como esa.

No seré yo quien llame a la policía para denunciar a alguien que está fumando a menos de cien metros de un parque infantil ni, probablemente, a quien lo haga en un bar (tal vez le diga que no lo haga si es que me llega su humo, paso de meterme en más líos), pero si lo hace alguien a quien eso le parezca mal, estará en su derecho.

Hay quien defiende la capacidad de la sociedad de autoregularse (algunos de esos que se proclaman liberales), pero esa libertad, en el ámbito tabaquil, ya la tuvimos durante muchos, muchísimos años. ¿Y cómo se autoreguló la sociedad? Yo os lo diré:

1-Se fumaba en los institutos y en las universidades.

2-Se fumaba en los hospitales (incluso en las habitaciones de los enfermos).

3-Se fumaba en los cines, en los aviones, en los autobuses, en el Metro….

¿Dónde estaban los fumadores por la tolerancia en aquellos tiempos? ¿Quién se preocupaba de los que sólo queríamos vivir sin tener la ropa apestando a un humo que no era nuestro y nuestra bella cabellera limpia (yo tenía pelo por entonces)?

Lo más gracioso de todo es que, probablemente, la dictadura del tabaco la imponía una minoría humeante sobre una mayoría no fumadora. No tengo datos al respecto, pero yo diría que los fumadores, aunque numerosos, nunca han llegado al 50% de la población.

Con la ley anterior yo ya estaba contento. Eso sí, mis visitas a los bares eran escasas y, en ocasiones, dada la exagerada densidad de humo del local, mi entrada y mi salida del establecimiento ocurrían en el mismo minuto.

Hasta ahora los no fumadores que, como es bien sabido, somos mayoritariamente unos intolerantes de tomo y lomo (cuando no unos fascistas), acudíamos a los bares con nuestros amigos fumadores, y pasábamos allí buenos ratos de charleta con ellos sin recriminarles su humeante afición, o recriminándosela sin que, en general, tuviesen el detalle de apagar su cigarro ¡Total, el ambiente ya estaba tan cargado que un cigarro más no marcaría diferencia alguna!

Ahora son nuestros amigos fumadores los que tienen que aguantar sin fumar para poder tener un rato de amena charla. ¿Es peor esto que aquello? Es obvio que para mí es mejor, pero comprendo que para ellos sea peor. ¿Somos peores nosotros ahora que ellos antes? Yo diría que no, pero algunos han decidido que se les somete a una terrible persecución. Hace veinte años los no fumadores no éramos perseguidos, sencillamente estábamos rodeados ¿Era eso más aceptable?

Necesitamos normas que regulen nuestro comportamiento público porque, por muy civilizados que nos creamos, la realidad es que, básicamente, somos unos egoístas y lo que nos parece bien a nosotros, pensamos que a los demás tendría que parecerles igualmente acertado.

En ausencia de normas siempre hay quien sabe comportarse educada y correctamente con los demás, privándose de llevar a cabo comportamientos que puedan molestar a otros (ir a 100 Km/h por una calle de Madrid, mear en un portal, fumar o expeler ventosidades en un lugar cerrado en el que hay más gente, gritar en público, incordiar con tonterías a quien está trabajando…), pero otros no somos tan majetes y necesitamos de la amenaza de una multa para comportarnos adecuadamente. Es una pena que así tenga que ser, pero me temo que no queda más remedio de vez en cuando.

Algunos dicen que esta es una ley anti-fumadores, pero realmente es una ley de defensa del no fumador. Hay cosas que es mejor poner en positivo. Yo no tengo inconveniente en que la gente fume si quiere, sólo pido que lo hagan lejos de mí ¿Es eso tan grave?

Sé que parece ridículo incitar a la gente a no fumar y seguir llenando las arcas estatales con los impuestos del tabaco que gestiona ese mismo estado, pero a pesar de la contradicción y flagrante hipocresía yo estoy contento porque ahora no me dará tanta pereza quedar con alguien para comer o pasar un rato en un bar o restaurante.

¡VIVA LEIRE PAJÍN!

8 comentarios:

Zarzamora dijo...

Me encanta esta ley, pero para mí la que fue fundamental fue la primera, la que prohibía fumar en los centros de trabajo. Al bar puedes ir o no ir, pero estás obligado a trabajar.
Me parece perfecto denunciar a los que fuman en los bares, pero mejor sería denunciar a todos esos jefecillos, diputados de la Comunidad de Madrid, diputados del Congreso, mierdecillas humanas que se creen algo por tener un despacho y que se creen con el derecho de fumar ahí dentro "porque ellos lo valen" como en el anuncio de L,Oreal. Para que veais dónde está la autorregulación entre los que "teóricamente" tienen más categoría intelectual. ¿Sabéis que Mingote es el presidente de fumadores por la tolerancia o algo así? En fin, que me río yo de los fumadores tolerantes, que siempre han buscado la tolerancia en los otros para apestar a quien les plazca. En fin, que lo del tabaco es lo único bueno que ha hecho el PSOE y es que en esto, el PP es muchísimo más pro-fumador, no cabe duda. Y es una pena.

Meteorismo galáctico dijo...

Sería interesante ver cómo los legisladores incumplen las normas por cuyo cumplimiento tienen que velar. La verdad es que no siempre tienen comportamientos ejemplares.

No sabía lo de Mingote era presidente del club de Fumadores por la Tolerancia. He buscado su web y me ha gustado el decálogo del buen fumador. Si todos los fumadores lo aplicasen, no habría sido necesaria esta ley ni ninguna de las predecesoras. A lo mejor los miembros de ese club sí que se rigen por esas buenas normas, en tal caso les aplaudo.

Meteorismo galáctico dijo...

Esto de la prohibición de fumar en lugares públicos (abiertos al público aunque sean privados), da mucho de sí. Acabo de escuchar en la radio un comentario que ya comienza a repetirse en abundancia, y es ese que dice que ahora no huele a tabaco en los bares, pero sí huele a sudor. Es cierto que cuando la humareda no lo impregna todo, pueden detectarse tanto las pestilencias sobacales como los aromas más selectos, pero lo que es altamente dudoso es que todo el local huela a sobaquete. En cualquier caso sería bueno que quienes sostienen esta tesis como fundamento para regresar a la antigua situación de libertad de humos, olisquease bajo sus alerones para ver si, tal vez, ellos pudieran estar contribuyendo al sobaquismo del que se quejan.
En fin, cada cual tiene derecho a razonar del modo que quiera, pero está claro que ese razonamiento a mí no me convence para abrazar con gozo las humaredas del pasado.

Jajaja dijo...

Curiosamente Dorami y yo estuvimos escuchando ese mismo "pograma" hasta que Dorami, presa de la ira ante tanta estulticia como se estaba desparramando por las ondas, cambió de cadena.

Nosotros, que somos bastante de bares, no hemos notado demasiada diferencia en cuanto a la asistencia a estos locales, al contrario de lo que pronoticaban las asociaciones de hosteleros. Tan solo una mejora en la respirabilidad del aire (aun teniendo en cuenta el olor a sobaquina) y un cierto incremento de la tontunez. Cuantas veces he tenido que escuchar eso de: "Esto ni es libertad ni es nada. Para una democracia como esta, es mejor una dictadura". Lo cual se presta mucho a fantasear con fuerzas policiales que, avisadas por delatores, detendrían a la gente en los bares por criticar la política antitabaco del Gobierno y les aplicarían avanzadas técnicas de modificación de conducta: electrodos en las partes pudendas, ahogamientos simulados...

Anónimo dijo...

Esta ley es otro "ésito" de este gobierno de progreso, para todos y para todas, ¡VIVA LEIRE!, ¡VIVA BETTY MISIEGO!,¡VIVA CARMEN DE MAIRENA!
P.D. A mí tb me agradó sobremanera la ley que prohibía fumar en los centros de trabajo, era sencillamente de traca, fumando en reuniones, en las salas de trabajo..
A mí en un bar me da más o menos igual, pero a lo mejor al camarero que curra allí no, por eso entiendo que tb lo prohíban, en otros países se ha hecho igual y no pasa nada..

Dr. Flatulencias dijo...

Pues yo la verdad es que estoy encantado con la nueva ley, lástima que no se hiciese hace años.
El único problema es que hay que aguantar los lloros. Lloros de los hosteleros, la mayoría no hace más que llorar que van a perder negocio, eso sí, no pueden llorar mucho porque tienen el bar lleno y no pueden perder mucho tiempo. Porque no nos engañemos, esto es España, aquí la gente puede dejar de ir al cine, pero nunca dejará de ir al bar. En el restaurante donde como habitualmente durante la semana también se quejaban de que van a perder negocio, y yo me pregunto ¿la gente va a llevar la comida de casa porque no le dejan fumar en el restaurante?, ¿o comerán en menos tiempo porque no van a perderlo fumando?
Y por supuesto los lloros de los fumadores, pobres incomprendidos, víctimas de una sociedad antidemocrática. Ellos que nunca se metían con nadie, que generosamente regalaban su humo a todos los no fumadores. Pobrecitos.
Saludos.

Mojarra dijo...

A mí también me encanta esta ley. Todavía me acuerdo de cuando, en la infancia, ibas al médico y te soltaba una bocanada de humo a la cara. Ahora esto parece una exageración, pero así era entonces hasta los años 80.
Lo del instituto y la universidad también era de juzgado de guardia. Estabas en clase y te tenías que aguantar el humo del compañero porque ¡podías fumar en clase!
En cuanto al olor a sobaquete, sólo puedo decir que, aunque es desagradable, sobre todo cuando es ese olor a sobaco dulzón y encebollado, no es nocivo para la salud. Es decir, que es más detestable un fumador que enciende un cigarro en un bar, que un guarro que tiene que arrancarse la mugre con una espátula.
En cuanto a los medios pro-fumadores (La Gaceta, LD, y en general todos los críticos con el gobierno) sólo tengo que decir que cuando hablan de este tema, cambio a otra cosa. Me da ASCO oir a la gente ampararse en el paraguas de la libertad para coartar la libertad de todo ser humano de respirar Oxígeno, Hidrógeno y Nitrógeno lo más libre posible de sustancias nocivas.
Por eso, ahora que después de más de 40 años puedo:
- entrar si me apetece a un bar y salir de allí sin tener que cambiarme la ropa porque huele que apesta.
- Trabajar sin que haya un descerebrado que me echa el humo.
- Decirle a cualquier capullo que intenta encender un cigarro en un lugar cerrado:"Apágalo".
... sólo puedo decir: "GRACIAS ZP. Eres un inútil, un capullo, un revanchista, un C....., un H... .. ...., un G........., pero por fín puedo respirar"
Y espero que los cretinos del PP (a los que he votado siempre) dejen de proclamarse pro-fumadores porque están acabando con las pocas simpatías con las que actualmente cuentan por mi parte. He dicho.

Anónimo dijo...

Pues a mi, para llevar la contraria no me gusta esta ley.

No estoy de acuerdo con ella sobre todo por los argumentos con los que se justifica.
Yo tampoco quiero tragarme el humo de los coches de los demás. No me cuenten lo del camarero que no quiere respirar el humo. Que se dedique a otra cosa.
Tampoco quiero aguantar al borracho y su mal aliento.

Creo que es sencillo, al que no le guste el humo del bar que no entre. De lo contrario, siempre habrá alguna argumentación para seguir prohibiendolo todo. Yo no fumo, pero enpiezo a ver el tabaco como una oportunidad de rebeldía contra tanta imposición.