sábado, 15 de mayo de 2010

Ahí va otra propuesta

Esto de la economía (la nacional e internacional, no la hogareña) no hay quien lo entienda. Cada “experto” suelta su rollo acerca de lo que debería haberse hecho y de lo que podría hacerse ahora para resolver el problemón en el que estamos metidos, pero como hay teorías para todos los gustos, al final, nadie sabe realmente lo que se puede hacer para salir del atolladero.

Unos dicen que hay que ahorrar, otros que hay que consumir. Hay quien dice que tenemos que ser más productivos, quien opina que hay que subir los impuestos y quien piensa que hay que bajarlos. Todos están igualmente convencidos de que lo que dicen es lo correcto, a pesar de que unas cosas contradicen a otras.

¿A qué conclusión me lleva todo esto? A la de siempre: Somos una pandilla de ignorantes empeñados en hacer creer a los demás que somos muy listos.

Ahora se recortan los sueldos de los funcionarios y las pensiones, y parece que eso tranquiliza a “los mercados” ¿Pero qué es eso de los mercados? A mí me parece una especie de juego de azar disfrazado de cosa seria. No entiendo que una empresa que cotiza en bolsa pueda incrementar o disminuir su valor de un modo salvaje sólo por rumores o por errores de un “broker” al teclear una cifra en su ordenador. Me parecería más sensato que una compañía fuese más valiosa si vende mucho (su producto interesa a la gente) y perdiese valor cuando lo que vende dejase de interesar. Pero esas cosas no ocurren de la noche a la mañana (no habitualmente), con lo que no podría haber esos vaivenes bursátiles tan exagerados.

Vivimos en un sistema fundamentado en camelos pero, eso sí, con un montón de gente empeñada en convencernos de que todo es robusto, serio y totalmente fiable.

Cuando toda esa robustez se tambalea, crean una nueva institución salvadora que acuda al rescate de las economías zozobrantes con miles de millones de euros (¿de dónde sacan ese dinero?) y “los mercados”, llenos de alegría por la nueva sensación de confianza, crecen a lo loco durante unos días. Pero esa confianza se desvanece rápidamente y todo vuelve a desplomarse.

Todo es tan etéreo... ¿Acaso en esos tres o cuatro días en que las bolsas suben a lo loco y bajan de nuevo a tumba abierta, la producción de las empresas cotizantes ha cambiado en algo?

Lo único que sé sobre la economía es que yo, para poder adquirir las cosas que necesito, tengo que hacer algo que otros también necesiten o, por lo menos, estén dispuestos a comprar. Es el fundamento del trueque que, al final, es en lo que se basa todo este complejo montaje monetario.

El caso es que, cuando veo lo que hacemos en nuestro entorno laboral (de modo general), compruebo como cada día se hacen más cosas que van en detrimento de la productividad y que sólo sirven para encarecer de modo totalmente absurdo los productos que se venden (en mi caso los servicios informáticos). Llevamos años haciendo que el precio de todo crezca sin sentido. Cada vez se implica a más personas en la realización de una tarea de lo más simplón. ¿Cómo se hace esto? Añadiendo burocracia a raudales. El mundo occidental está lleno de burócratas ignorantes que no saben hacer la o con un canuto y cuya única misión es conseguir que ciertos gráficos aparezcan cada día con la forma rectilínea o de campana de Gauss que tanto les gusta. El trabajo real y productivo tendrá que adaptarse para que sus informes no tengan borrones.

Y ahora quieren acabar con la crisis reduciendo sueldos de modo generalizado. Señores, miren a las esferas altas y medias de las empresas (públicas y privadas) y peguen ahí el tijeretazo. Se puede vivir muy bien, pero que muy bien, con sueldos menores de 3.000 euros al mes, que es lo menos que cobran casi todos esos memos cuya labor sólo contribuye a inflar artificialmente los precios y a generar ambientes laborales de lo más desagradable por estar fundamentados en la falsedad y en el absurdo. Den una patada en el culo a toda esa panda de memos y verán ustedes cómo esto comienza a funcionar un poco mejor.

Es posible que mi solución no se pueda llevar a cabo por decreto, y que, si se realizase, se verían menos coches de altísima gama por la calle, las mansiones de la Moraleja quedarían vacías, los aviones tendrían que reconvertir la Business Class en turista, los hoteles de cinco estrellas tendrían que cambiar la grifería de oro por otra de cobre, la casa Rolex sería comprada por la Casio… Pero, finalmente, no se viviría tan mal, o sí ¡Quién sabe!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Meteorismo,

Se me han puesto los pelos como escarpias de la emoción al leer este "pos", creo que deberías reenviárselo a Marcelino Camacho, estaría orgulloso de tí..

Meteorismo galáctico dijo...

Me gustaría que ZP contase con la gran experiencia del gran Marcelino Camacho, pero él se empeña en contar con panolis como Leire Pajín. Así no hay quien avance.

peznaranja dijo...

Yo emprezaría por recortar los sueldos de los políticos. ¿Dónde está aquel chaval que recogía firmas para que los sueldos vitalicios a diputados, ministros, alcaldes y demás se empezasen a dar solo después de haber cubierto la tercera legislatura, es decir, no después de tan sólo cuatro años de "dedicación" al cargo? Lo borraron del mapa a aquel tipo.

Luego quitaría todos los puestos políticos, gente que no se sabe ni lo que gana y que al cambiar de partido en el gobierno lo recolocaron, con los mismos honorarios en otro donde no metiese ruido.

Luego sacaría de las instituciones a todos aquellos políticos que no demuestren tener por lo menos la enseñanza secundaria, que los hay.

Y se me ocurren más ideas, pero quizás las cuente otro día.

Paz

Zarzamora dijo...

Hay mucho pelota rodeando a altos jefes y a políticos y aislándolos de la realidad. El problema es que les acaba gustando estar en esa urna de cristal y desconectan de las necesidades reales.

Se abusa de las subcontratas. Bancos, hipermercados, empresas informáticas...acaban siendo tan solo un "logo", porque un montón de empresillas, creadas "ex profeso" de "amigos" o "familiares" de peces gordos, son subcontratadas a dedo para realizar con mano de obra esclava y sueldos irrisorios tareas que antes realizaban empleados fijos y con sueldos dignos.

La finalidad es enriquecer a unos pocos. Estamos volviendo a una brutal diferenciación de clases propia de la Edad Media; pero esto no estalla porque morir de hambre no muere nadie y aquí en España, si falla la previsión social siempre queda la familia, que dónde comen y duermen cuatro, pueden hacerlo seis u ocho.

Es ilógico pretender un crecimiento empresarial ilimitado y que cada año haya que ganar más que el anterior. Los empresarios deberían leer la doctrina social de la Iglesia, que es más revolucionaria que las consignas de todos estos sindicatos mantenidos.

Kupe Karras dijo...

Meteorismo, tan grande como siempre!

Desde luego, nuestro querido país no levanta cabeza, y menos con las paridas de ZP. Yo solo que que hay gente que no llega a fin de mes y los ricos, como mucho, han tenido que vender su tercera casa. Recortes de sueldos? Buenoooo, aqui por esto se armaría una revolución.