Acabo de leer en Libertad Digital (no tiene nada que ver con política, así que también lo podéis leer los progresistas) que han encontrado a un tipo que llevaba en medio de los Pirineos cinco días con el peroné roto, bebiendo agua de un riachuelo que tenía cerca y alimentándose con unas galletas que llevaba en la mochila (el hombre no podía moverse). Nadie lo había echado de menos durante cinco días y, por esa razón, no había nadie buscándolo. Era, claramente, un ser marginal y autista (casi como yo). Menos mal que otros excursionistas oyeron sus gritos de socorro en la lejanía, dieron la alarma y la “Meretérita” acabó encontrándolo sano y salvo. Bueno, realmente no estaba sano, pero sí vivo.
Yo soy un gran defensor de la marginalidad, pero con casos como este me doy cuenta de que esa situación puede no ser la mejor en algunas situaciones como la del excursionista o, sin ir más lejos, la de cualquier persona que viva sola y le dé un jamacuco en casita. Si el solitario en cuestión no acostumbra a llamar con regularidad a alguien para dar novedades de su estado, es altamente probable que nadie asuma como extraña la falta de noticias.
Es cierto que si uno tiene trabajo, en su centro laboral seguro que se dan cuenta de la ausencia y, si el autismo de la persona no es excesivo, tal vez algún compañero tenga su teléfono. De todos modos, si las llamadas no son respondidas, alguien puede suponer que el trabajador se ha dado a la fuga sin avisar y al cabo de un tiempo sin noticias se podrá rescindir el contrato sin contemplaciones mientras el pobre diablo yace moribundo en el frío suelo de su solitario hogar.
Recuerdo que un buen amigo (firmaba como “Jet” en algunas de sus intervenciones en este blog) iba cada tarde, a eso de las 16:00, a deponer al servicio de nuestro centro de trabajo y, en cierta ocasión, tras la gloriosa “puesta”, al ir a abrir la puerta, se dio cuenta de que estaba atrancada. De no ser porque llevaba el teléfono (siempre está bien entretenerse jugando con el móvil mientras uno evacúa) y porque Antares y yo siempre estábamos al tanto de las idas y venidas de nuestros compañeros al retrete (tenemos espíritu detectivesco) es probable que Jet, marginal entre los marginales, hubiese permanecido atrapado en la cabina depositoria hasta que el personal de limpieza hubiese llegado para quitar las zurrapas que los usuarios suelen dejar en tan íntimos lugares.
Creo que la marginalidad ya no me gusta tanto.
Y ahora debatamos sobre las cosas buenas y malas de la marginalidad y el autismo.
8 comentarios:
...me has hecho llorar.
Y no por haberme otorgado la distinción de "buen amigo" (que de entrada agradezco y aprecio), sino por la exposición de aquellos delirantes momentos, que me ha hecho soltar unas carcajadas que han provocado alguna lagrimilla. Lo cierto es que ya no lo recordaba.
Fueron unos largos minutos durante los cuales nadie se percató de mi ausencia, y al final tuvieron que venir los chicos de mantenimiento a desmontar la cerradura y se comieron todo el "marrón". Cuando conseguí salir ya era el hazmereir de toda la oficina.
Gracias por rescatar del olvido tales momentos.
Por cierto, que si en los próximos días no recibís noticias mías, lo mismo es que nos tienen en cuarentena y no nos permiten salir del cuartel hasta que pase la epidemia.
Siempre es grato saber que mi narración ha sido capaz de arrancar unas carcajadas y alguna que otra ventosidad descontrolada de mis lectores. Fíjate, amigo Jet, que en este escrito dedicado a la marginalidad nos hemos quedado solos tú y yo, paradigmas del ostracismo. Ni siquiera Antares, que también tiene lo suyo en esto de situarse al margen o, más bien, de ser situado allí, se ha dignado a participar.
Recuerdo que los excusados de aquella empresa que nos permitió conocernos eran cabinas estancas en lugar de cubículos separados por livianos paneles con huecos por debajo y por encima para poder ver los pies de los “deponentes” o para asomarse por la parte alta y sorprender al cagador en plena faena.
En situaciones como la que tú viviste, podrías haber escapado de la prisión retretil reptando por el hueco de la parte inferior de la puerta o escalando para evadirte por la zona superior. Lo de reptar, teniendo en cuenta lo gorrinos que solemos ser y la cantidad de gotitas que caen fuera del receptáculo fecal, habría sido excesivamente expuesto.
Y ahora, Jet, cuéntanos los riesgos de contaminación vírica a los que te enfrentas en tu nuevo destino laboral.
Yo recuerdo aquella vez que al entrar a deponer me encontré un "shitberg" de proporciones monstruosas..
Por cierto, hoy mis deposiciones han sido bastante nocillosas, ¿tendrá algo que ver las galletas de chocolate que ingiero con deleite?..
Jet es muy grande, sin duda y sé que nos aprecia y espero que nos dedique un rap "prósimamente"..
No hay ningún riesgo de contaminación. Ya ha dicho la ministra que el brote está completamente controlado y contenido y no se va a extender. Así que podeis estar tranquilos.
Jet:
Me alegro enormemente, no tanto de que no haya peligro de contaminación como de que te fíes plenamente de Trinidad Jiménez. Nuestra ministra de sanidad es una excelente gestora y ha sabido contener la alarma social y el virus de la gripe A con gran maestría. Si Antares fuese capaz de contener así de bien sus heces, reventaría en menos de un día.
Veo que esta entrada se ha convertido en un reducto de marginalidad total. Los tres jinetes del ostracismo nos hemos dado cita en este “pos” y nadie más se atreve a mezclarse con nosotros.
¡Tranquilos! Que la marginalidad no se contagia.
¡Qué poco serios!. Por cierto, ese Jet ¿está en Hoyo de Manzanares?.
Yo a veces leo cosas de los ancianos que son hallados muertos en su casa. Lo ponen siempre como para hacerse sentir culpables a todos: la familia, los vecinos... la sociedad, como siempre. Pero si a un viejo no le echa nadie de menos en días, probablemente es que esté medio loco, tenga síndrome de Diógenes, o haya sido un cabroncete toda su vida y no le aguanten ni los hijos. Que hay mucha ñoñería y sentimentalismo cuando se habla de ancianos. Y, a veces, la marginalidad se la busca uno.
Saludos, y a ver si dejáis de hablar de "caca-culo-pedo-pis"
Estimada Zarzamora:
Intentaremos hacer honor a tu petición de recatarnos en el uso de referencias explícitas a situaciones de alta carga escatológica, pero no sé si lo conseguiremos. Procuraremos avisar con algún mensaje del estilo de “¡ATENCIÓN, FRASE SOEZ!”.
Creo que tienes razón cuando dices que hay mucha ñoñería cuando se habla de los ancianos. Prueba de ello es que ahora está muy mal visto llamar viejo a un anciano. Es más, tampoco se les puede llamar ancianos, hay que llamarlos “mayores”. Lo que no sé es cómo puedo llamarme yo entonces ¿maduro? ¿post-joven? ¿ultra-adolescente? ¡Qué compleja es la vida cuando hay que ser políticamente correcto o, lo que es lo mismo, imbécil integral.
Como las generalizaciones son casi siempre erróneas, dejaremos un resquicio para suponer que, igual que existimos seres medio autistas como Jet y yo, que somos personas adorables y muy queridas por nuestros amiguitos, también habrá vejetes solitarios que no son odiosos sino, sencillamente, que han decidido incordiar lo menos posible o no les queda nadie cercano y por eso viven solos y sujetos a los riesgos de la falta de compañía.
A un profesor de mi Escuela, un tal Sardina, se lo encontraron en el baño (el de su casa), donde llevaba 3 ó 4 días muerto. El catedrático hizo unas declaraciones diciendo que era un profesor muy querido. ¡Y una mierda! Nadie lo podía ni ver: ni sus alumnos, ni él, que lo odiaba con ese odio mortal que solo se puede encontrar en instituciones universitarias y algunos harenes otomanos.
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