No sé si antes del advenimiento de las redes sociales y de
la posibilidad que ahora tenemos para opinar sobre cualquier cosa, éramos tan "listos"
como somos ahora. En Twitter, además de decir tonterías, que es una cosa muy
sana que a mí me encanta, hay gente a la que le gusta dar recetas para resolver
los problemas del mundo en ciento cuarenta caracteres o, mejor aún, insultar
con acritud a cualquiera cuyas ideas se crean inaceptables para el insultador
que, por supuesto, es un ser tolerante, demócrata y dialogante.
En cuanto alguien difunde algo negativo de quien nos cae
mal, lo publicamos en nuestro muro, "timeline" o comoquiera que se llame el
artefacto de la aplicación correspondiente. Si es algo positivo para quien nos
cae bien, también lo hacemos. Esto último, sea verdad o mentira, por lo menos
no hace mal a nadie (o sí, dependerá del caso).
Muchas veces, con nuestra mejor intención, damos pábulo a
cosas que son absolutamente falsas o cuya veracidad no hemos intentado
comprobar de ningún modo. Es tan difícil confirmar la veracidad de las cosas
que, particularmente, yo me niego a publicar nada que constituya una acusación
directa a personas concretas, conocidas o no. ¿Cómo podemos saber que esa foto
que nos llega de alguien a quien dicen que se busca por asesino, violador,
corrupto, ladrón, etc. no es de una persona normal a la que alguien quiere
jugar una mala pasada? ¿Cómo podemos estar seguros de que esa información que
habla de la peligrosidad o bondad de cierto producto no es una campaña
publicitaria cutre, a favor o en contra de ese producto?
Siguiendo con el tema de la banalización de la opinión, hay mucha
gente que está segura de que España recuperaría el bienestar total simplemente
con sustituir la monarquía por una república. Particularmente la monarquía me
parece una sandez, pero dudo que por poner a un jefe de estado democráticamente
elegido de entre los tres o cuatro que dispongan como elegibles, las cosas
vayan a cambiar mucho.
Otros piensan que sería magnífico acabar con el modelo
democrático actual, en el que sólo votamos para elegir representantes, para
sustituirla por la democracia directa, en la que todos (y todas, claro)
decidiríamos sobre todo (¿hay que decir aquí también "y toda"?). Lo
que nadie dice es quién decidiría qué cosas habría que preguntarnos y qué cosas
no. Tal vez tendrían que ser esos representantes que elegiríamos del modo
habitual o, como dicen algunos: los más preparados (no sé cómo se identifica a
los mejor preparados porque conozco a gente con título bastante necia y a
intitulados la mar de avispados).
¿De verdad pensamos que se puede someter todo a referéndum?
¿Con qué criterio podríamos opinar sobre tantas y tantas cosas que hay que
decidir en un gobierno?
No digo que los que gobiernan lo hagan bien, pero si todo lo
decidiésemos entre todos, me temo que nunca se decidiría nada o, los más listos
y poderosos, haciendo uso de los medios de comunicación, convencerían a la
mayoría para apoyar lo que ellos decidiesen. ¿Habríamos ganado algo, o
seguiríamos igual pero gastando mucho más dinero en tanta consulta?
Muchas cosas están mal y que hay que resolverlas, lo mismo
que ha ocurrido en otras épocas. Hay mucha gentuza en muchas partes, pero no
todo el mundo es gentuza todo el rato y todos lo somos de vez en cuando. Las
cosas son más complejas de lo que parecen y las soluciones de ciento cuarenta
caracteres no suelen ser muy eficaces, sobre todo cuando casi todos esos
caracteres sirven para insultar. Opinemos, debatamos, y discrepemos, pero con
cabeza y sin dar por hecho que los que piensan diferente son una panda de
cernícalos (a veces lo serán, pero no siempre) o que todo es muy sencillo de
resolver.
2 comentarios:
En este maravilloso blog escribe el Sr. Putu. Me congratula saber que comparte aficiones conmigo tan honorable ciudadano dubaití.
Tengo que agradecer al señor Putu que nos haya hecho el honor de dejar su publicidad en este humilde blog, y a CroquetonConSalchiPapas que, por afinidad con el primero, nos haya distinguido con su bonito comentario.
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