Hoy se cumple una semana de mi última aventura hospitalaria
(de la que he salido airoso). Había pasado un día de trabajo normal. Al llegar a
casa merendé mis dos o tres paletadas de Nutella que, como siempre hago, pasan
directamente del bote a mi bocaza. Luego fui a trotar alrededor de este
maravilloso barrio valdebernardino en el que habito. Hice mis estiramientos y
regresé a casa para ducharme y dedicarme a perder el tiempo de cualquier modo.
Esta vez estuve descargando el borrador de la declaración de la renta y el
primer capítulo de la tercera temporada de Game of Thrones. Otras veces me da
por ir a la web de Gran Hermano y cotillear algunos vídeos para enterarme de
los últimos acontecimientos de ese apasionante "experimento social",
pero no fue eso lo que hice ese fatídico martes, así que no podré culpar de
ello a Mercedes Milá.
Eran casi las nueve y media cuando decidí que me apetecía
cenar, así que, con la suculenta perspectiva de un sandwich de jamón york (no
me privo de nada, como podéis ver), me dirigí al salón para enchufar mi bonito
disco duro multimedia y dejarlo preparado para el visionado de Game of Thrones
tras degustar mi opíparo menú.
Cuando estaba manipulando los cables del aparato (aún
desenchufado) noté que reinaba un "estruendoso" silencio y que,
extrañamente, me parecía oír mi respiración amplificada, como si mis oídos
estuviesen dentro de mí. ¡Qué raro!, pensé, y seguí a lo mío. En ese momento
comencé a sentirme de un modo extraño. Miré mis manos y me parecieron
distantes. La izquierda agarraba un cable pero yo la notaba como si fuese ajena
a mí. No percibía que tuviese nada agarrado. Comencé a ser consciente de que algo
raro pasaba y dirigí mi mano derecha hacia la izquierda para agarrarla. En ese
momento confirmé la razón por la que sentía la otra extremidad como ajena a mí:
estaba completamente insensible.
El sonido de la respiración seguía siendo la banda sonora de
lo que ocurría en mi salón. Mi cabeza estaba un tanto aturdida pero la mente
mantenía la lucidez (la poca que mi mente puede alcanzar habitualmente), así
que, viendo que algo raro pasaba, decidí sentarme para, en caso de
desfallecimiento, no pegarme un trastazo cayendo al suelo desde mi uno ochenta
de altura.
En el sillón comencé a zarandear el brazo dormilón, pero no
conseguí despertarlo. Para intentar acallar el estruendo de mi respiración y
romper el silencio circundante, lancé alguna interjección y me di cuenta de que
mi habitualmente ágil lengua, estaba también entumecida. ¡Dios mío!, pensé,
esto es más grave de lo que pensaba. Me levanté rápidamente del sillón (las piernas
funcionaban de maravilla) , cogí las llaves de casa y el teléfono móvil. Abrí
la puerta y me senté en el suelo junto a ella. Aún tenía esperanzas de que aquello, igual que
había llegado, pasase sin más, pero al cabo de unos segundos pensé que, en estas circunstancias, el tiempo es oro,
así que me levanté y crucé los dos metros que me separan de la vivienda de mis
vecinos. Toqué el timbre y enseguida abrieron la puerta.
Con mi lengua de trapo, la cara torcida y un miedo tremendo
encima, les saludé con una frase similar a esta: "no sé qué me pasa, se me
ha quedado el brazo tonto y cada vez hablo peor". Me mandaron tumbarme en el sofá y me tomaron
la tensión mientras llamaban al 112 e intentaban calmarme.
Allí estuve tendido un rato, con más miedo que vergüenza a
pesar de que, minuto a minuto, el brazo iba despertando de su letargo y mi
lengua atorada iba consiguiendo moverse con mayor soltura. Incluso lloré de impotencia
al darme cuenta de lo rápidamente que puede cambiar la vida de uno sin haber
hecho nada que, en apariencia, pueda llevarte a una situación así.
Menos mal que, gracias a mis queridos (queridísimos)
vecinos, no tuve que pasar el trance en soledad y me sentí plenamente arropado
y seguro de que todo estaba bajo control.
Finalmente llegó la ambulancia y subió todo el pasaje a
hacerme un chequeo inicial. Mi situación había mejorado mucho y ya estaba casi
recuperado, pero aún así, me trasladaron a la ambulancia en una sillita extraña
en la que uno se sienta en ángulo agudo (en la misma posición que uno utiliza
cuando tiene que "plantar un pino" en medio del monte). Yo podía
andar perfectamente, pero las normas son las normas, así que les dejé operar
como ellos saben.
A la camilla subí por mis propios medios porque elevar mis
75 kilos no es tarea fácil y, además, no había necesidad de hacerlo. La
ambulancia fue tranquilamente hasta el hospital y sólo fue activada la sirena
cuando estábamos a las puertas del hospital, supongo que para cruzar alguna
calle sin tener que esperar más de la cuenta.
Cuando me bajaron del convoy, me encontraba muchísimo mejor,
ya hablaba con la pedantería que me caracteriza y sólo tenía problemas para
pronunciar las erres y alguna otra conjunción compleja de consonantes, pero
creo que habría sido capaz de soltar un discurso con más eficacia que
cualquiera de nuestros queridos diputados.
Me llevaron a una de las salas de la unidad de urgencias y comenzó a entrar gente
por todas partes. Yo diría que se congregaron no menos de diez personas a mi alrededor. Me hicieron preguntas varias
y pruebas básicas para comprobar que mis sentidos funcionaban correctamente,
luego me entregaron el uniforme hospitalario (esa bonita bata con la que no hay
modo de ocultar el culo) y me subieron a la unidad de ictus para tenerme
controlado.
Allí conocí a doña Julia y a don Antonio, ambos bien
entrados en la ochentena. La primera se pasó la noche pidiendo que la dejaran ir
a casa con su hija, primero con dulzura y, finalmente, con amenazas de denuncia
si no la liberaban. Don Antonio, en cambio, era silencioso, se limitaba a
intentar levantarse de la cama (a pesar de estar con el gotero puesto) cada
cierto tiempo para, según él, "ir a la terraza a coger los zapatos".
Entre estas cosas y las ganas terribles de orinar que me
llegaban cada cierto tiempo a causa de todo el líquido que me estaba entrando
por el gotero (en cada micción soltaba no menos de tres cuartos de litro) la
noche fue entretenida.
Durante los casi dos días que estuve hospitalizado, me
hicieron tantas pruebas que creo que no hay un rincón de mi cuerpo que no haya
sido escudriñado. Aún así, cuando me dieron el alta, aún no se había podido
descubrir la razón por la que a una persona más o menos joven y aceptablemente sana como yo, le había
dado un ictus. Somos demasiado complejos y no es nada fácil obtener siempre una
respuesta definitiva.
Aún tienen que hacerme más estudios y no sé si conseguirán
dar con la solución a este enigma, pero, gracias a Dios, yo estoy bien y he
podido contarlo. Podría haber narrado más cosas y decir lo bien que me trató
todo el mundo en el hospital, pero como ya me he enrollado demasiado, me
limitaré a decir que ya no me dan miedo los hospitales y que, aunque no es
grato estar allí, tampoco es terrible.
Aprovecho para agradecer a todo el mundo (amigos, familiares
y gente que pasaba por allí) el interés mostrado y los ánimos recibidos en
directo, por teléfono, por correo y por cualquier otro medio. Procuraré no
daros más sustos pero lo mejor es darnos cuenta de que, por más que lo
intentemos, hay demasiadas cosas que se escapan a nuestro control. Y con eso
tenemos que vivir procurando no estar aterrados en todo momento. Yo aún llevo algo
de miedo dentro, pero ya pasará, después de todo no somos eternos, y cuanto
antes lo asumamos, mejor.
Pero mientras estemos por aquí, procuremos ser más como don
Antonio, que sólo intentaba ir a por sus zapatos sin incordiar a nadie, y menos
como doña Julia, que pensaba que todos los que la rodeaban estaban contra ella.
De todas la situaciones se aprende algo.
5 comentarios:
¡Con lo contenta que estaba tu mamá teniéndote en casita...! ¿Cómo es que has vuelto tan pronto a la tuya?
A ver si el origen del ictus fue la Nutella... Yo me pasaría a la Nocilla por si acaso.
Hay que ver como cambian las cosas en cuestión de segundos, como cambia la forma de visión ante la vida con pequeño "diálogo" con el destino.
No, no es que antes no te/nos diéramos cuenta, es tan sencillo como que siempre piensas y crees que eso sólo les pasa a otros.
Es absolutamente fantástico como la capacidad de supervivencia humana te hace olvidar en tiempo record cualquier parámetro que considere negativo y de esa forma tu sigas haciendo tu vida. Pero... amigo, a veces, cuando como en el juego de los barquitos dan a un barco, se ven las cosas de cerca y te hace ver los matices desde diferente ángulo.
De hecho, hace poco que vi una película, que ha pasado por el cine sin pena ni gloria...fugazmente, en la cual hay un párrafo que me gusto mucho y que paso a transcribir literalmente, ya que creo que viene al caso.
Creer, como el miedo y el amor debe ser entendido como entendemos la teoría de la relatividad y los principios de incertidumbre. Fenómenos que determinan el curso de nuestras vidas.
Ayer, mi vida se dirigía en una dirección, hoy...va en otra.
Ayer, jamás hubiese creído que habría hecho lo que hice hoy.
Estas fuerzas que suelen rehacer el tiempo y el espacio y que pueden dar forma y alterar quien imaginamos que somos, cominzan mucho antes de que nazcamos y se mantienen después de nuestra muerte.
Nuestras vidas y nuestras decisiones, como trayectorias cuánticas, se entienden momento a momento. Cada intersección, cada encuentro, sugiere una nueva dirección potencial.
En fin, que para pensar un rato no está mal, al fin y a la postre seguimos estando y dando guerra.
Ale, nos vemos en breve.
Saludos.
Nuestro amigo Meteorismo no sé si se cambiará a Nocilla..Pero seguro que seguirá generándola..
Prrrrrrrtatataaaaaaaaaaaa
En efecto, Viajero Estelar, mis slips son a la Nocilla como los panales a la miel (a buen entendedor, pocas palabras bastan).
Lo que son las cosas. Investigando los Blogs asociados que tiene Zarzamora se me ocurre abrir uno, más que otra cosa, por el nombre que tiene. Vi una cabeza cerebrada y comencé a leer.
A medida que avanzaba en la lectura me daba cuenta (o es cuen) de las cosas que pueden ocurrirnos y que le ocurren a la gente sin que nos demos cuenta y sobre todo lo bien que estaba escrito. –no como otros- Solamente al final y al fijarme en los seudónimos- ¡Pero si es Meteorismo!. Menudo trastazo me di al caer. Bueno es saber todo esto.
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