Pensaba haberos contado los detalles de mi aventura de ayer
con la lavadora, pero la narración sería demasiado prolija y no aportaría nada
de valor a vuestra existencia, así que me limitaré a deciros que el útil
electrodoméstico se estropeó de la peor manera posible, cargando agua sin
límite hasta desbordarse y encharcar mi cocina. Tras resolver el problema del
vaciado con excesivo trabajo (os diré que hoy tengo agujetas a causa de ello),
decidí que, en lugar de llamar a un técnico para que la reparase, compraría otra.
Y eso hice.
Para que veáis mi rapidez para elegir, os diré que la chica
que me atendió me dijo que ojalá todos los clientes fueran como yo. Me preguntó
qué quería, le dije que una lavadora, me indicó la que mejor salía y le dije
que me la quedaba. En menos de un minuto estábamos los dos contentos: ella por
haber vendido y yo porque me dijeron que hoy mismo me traían el aparato (estoy
esperando su llegada con gran ilusión).
Supongo que en este tipo de tiendas estarán acostumbrados a
que vayan parejas que comienzan a debatir entre sí, con el pobre dependiente al
lado, sobre el precio, el color, la marca, etc.. Haciendo cábalas sobre lo que
les durará el nuevo aparato y contando las anécdotas ocurridas con el antiguo.
Sin duda tiene que ser duro cualquier trabajo en el que haya que tratar
directamente con decenas de clientes a diario. Aunque supongo que no todos
serán excesivamente pesados y a veces aparecerá alguien simpático y que,
además, sabe que él no es el único cliente y que no debe eternizarse en su
elección (sí, habéis acertado, me refiero a gente como yo).
A mí no me gusta ir de compras pero cuando voy prefiero ir a
tiro hecho. Es probable que por ser así me gaste más dinero que si mirase y
remirase en varios sitios para ahorrar unos euros, pero prefiero perder mi
tiempo en otras cosas más estúpidas como, por ejemplo, viendo Gran Hermano o
algún otro programa cultural de ese estilo.
Para ser el primer artículo del año, creo que ya vale.
Podría haber hablado de las preferentes, de Chipre, de Bárcenas, de los eres de
Andalucía, etc., pero de eso habla todo el mundo y seguro que ya estáis
saturados, así que he preferido hacer un homenaje a mi anciana lavadora, que ha
aguantado sin fallar más de trece años y ahora, para una vez que me da un
problema, se lo agradezco mandándola al desguace. Que descanse en paz.
5 comentarios:
Probablemente se atascó la lavadora por algún mechón de tu cabello
La mía tiene ya 15 años pero la mimamos mucho. Ha sufrido un trasplante de corazón (de motor) hace unos años y está viviendo una nueva juventud.
Estimado anónimo, detecto cierto tono burlesco hacia este pobre discapacitado capilar que soy yo. Exijo que pidas disculpas públicamente por tu falta de tacto y que, además, des la cara y no te ocultes. En caso de que no lo hagas, crearé una comisión de investigación para utilizar todas las herramientas que el Estado de Derecho pone a disposición de la ciudadanía para luchar contra la intolerancia de algunos.
Cuando tenga otro fallo estructural dejadla partir hacia el desguace para que haga compañía a la mía.
La mía tiene casi 17 años. La última intervención fue hace unos años. Empezó a salir agua, y era algo tan estúpido como que un manguito se había soltado. Ya de paso le dijimos al técnico que la lavadora al centrifugar daba más saltos que un canguro, y resulta que tiene una especie de amortiguadores que absorben parte de las vibraciones que se producen al girar. Pues estos cacharros estaban rotos, y nos los sustituyó por otros. Así que pasamos de pensar en tirar la lavadora a la basura, a curarla de sus enfermedades... Y ahí está, una más de la familia que lava los trapos sucios (en casa, por supuesto) y los palominos más resistentes. Yo creo que nos puede durar otros 17 años.
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