sábado, 17 de enero de 2009

Dios en los autobuses

Ya parece que ha dejado de hablarse de la publicidad que han contratado algunos grupos ateos para poner en algunos autobuses londinenses y españoles (creo que ha sido en Barcelona). Otros, no sé si como reacción a los primeros o porque tienen al mismo asesor publicitario, optaron por el mismo sistema para decir que Dios sí que existe. ¡Viva la pluralidad!

Particularmente no entiendo que alguien se gaste dinero en una publicidad que no le va a reportar beneficio económico alguno (por lo menos eso es lo que parece), pero son libres de hacerlo, faltaría más. Yo también me gasto dinero en apuntarme a carreras populares que sólo me reportan cansancio durante muchos minutos y un instante de gozo al cruzar la meta, así que no soy el más indicado para llamar tonto a nadie por hacer cosas aparentemente absurdas.

Tengo que decir que no he oído declaraciones críticas con estos carteles a ningún jerarca eclesiástico, cosa que me agrada enormemente porque cualquier cosa que se diga sobre este tema no sirve más que para darle más publicidad aún y, además, gratis (la que le pueda dar yo es tan escasa que no creo que me lo agradezcan los artífices de la cosa).

No creo que con estos carteles nadie pretenda “convertir” al ateísmo a nadie y me parecería una tontería muy grande que algún grupo de creyentes, de la religión que fuese, viese amenazada su fe por estos carteles en los autobuses (y por el montón de artículos en periódicos e Internet y debates en la radio y en la tele que esto ha generado). Si alguien pierde su fe por algo tan nimio como esto, es que no la tenía y, que yo sepa, es difícil perder lo que no se tiene. Y si alguien tiene miedo de que esto reste seguidores a su religión es que ese alguien es un memo integral al que sólo le interesan las estadísticas de feligreses y no la fe real de los mismos, en cuyo caso tampoco creo que semejante persona esté muy convencida de las bondades de la religión que dice profesar.

Por hoy ya es suficiente. Si alguien tiene información sobre los beneficios reales de este tipo de publicidad ateo-religiosa, que lo diga.

viernes, 9 de enero de 2009

Sacando partido del caos

Hoy ha caído una gran nevada en Madrid (y en otro buen puñado de lugares del “estado”) y ha habido atascos monumentales. Yo, que tengo una suerte que no me merezco, he conseguido zafarme de todos los embotellamientos. Mi naturaleza madrugadora me ha librado del tapón mañanero, y por la tarde he transitado la M-30 madrileña con una densidad de tráfico casi tan escasa como la de los pelos de mi cráneo. Os aseguro que a las cuatro de la tarde de un viernes no es normal tal fluidez. Cuando he llegado a mi barrio he tenido que cruzar sobre la M-40, y allí abajo he podido ver cuál podría ser la razón de tan escaso tráfico en el centro de Madrid: Casi todos los coches estaban atrapados en esa vía ¡Pobres diablos! Creo que esta noche me acercaré allí y, si la cosa sigue igual, ofreceré mi hospitalidad a dos o tres conductores.

Ahora estoy escuchando la radio y algunos cuentan que llevan atascados desde las nueve de la mañana (son las cinco y media).

No tengo ni idea de cómo podrían evitarse estos problemas en lugares en los que tenemos tan poca costumbre de tener nevadas, pero me temo que la cosa no es tan fácil de solucionar como algunos pretenden. En Madrid hay demasiadas carreteras y me temo que aunque circulasen camiones quitanieves por todas ellas y todo el mundo llevase un saco de sal a hombros el follón se montaría de modo similar. Además, cuando una carretera está completamente atascada ¿por dónde puede pasar el quitanieves?

Pero entre tanto caos también hay lugar para el gozo. Durante toda la mañana, en nuestro lugar de trabajo, además de mirar por la ventana para ver cómo el paisaje se blanqueaba, se sucedían las noticias sobre atascos y cortes de carreteras y la alarma general sobre cómo podríamos regresar a casa ha surtido el efecto deseado: Nuestros líderes han enviado un mensaje diciéndonos que podíamos irnos a casa antes de la hora para evitar problemas. Algunos seguro que a estas horas aún andan intentando llegar a casa, pero yo diría que la mayoría podríamos haber salido a nuestra hora y haber cogido el Metro para llegar a casa sin problemas, eso sí, dejando nuestros coches en aquel inhóspito lugar. En cualquier caso casi todos (siempre hay algún abnegado trabajador) hemos tomado las de Villadiego con gran alegría y con cara de preocupación por dejar nuestro puesto antes de lo debido. Incluso ha habido quien ha inventado alguna excusa extra para justificar un poco más su huida (¡qué profesionalidad!).

Una vez más se demuestra que de casi todo se puede sacar algo bueno.

domingo, 4 de enero de 2009

El primer "pos" del año

Esto de ser editor jefe, y único, de Libertad Diodenal, conlleva una extrema responsabilidad (todos los que “dirigís” un blog me comprenderéis). Es intolerable tener a los seguidores ayunos de novedades. Cada vez que un fan acude a Libertad Diodenal y comprueba que su perezoso responsable sigue sin renovar la portada, es normal que piense en darse de baja como lector de esta necia publicación.

No obstante también es cierto que publicar cosas insulsas con excesiva frecuencia, también puede ser motivo de hartazgo de la escasa porción de la ciudadanía que se pasea por este lugar cibernético. Algunos blogs comprometidos con causas políticas se renuevan a diario (incluso varias veces) para que sus seguidores puedan tener en todo momento argumentos (a cualquier cosa se le llama argumento hoy en día) para seguir odiando a los oponentes ideológicos (a cualquier cosa se le llama ideología hoy en día).

Estamos en esas fechas en las que mucha gente comienza a intentar poner en práctica todos esos buenos propósitos que llevaban planteándose los últimos meses del año pasado. Unos dejan de fumar, otros se apuntan al gimnasio (lo de acudir a él para sudar un poco es otro cantar, pero apuntarse se apuntan), a otros les da por dejar de descargarse música y películas por Internet (esto sólo se lo plantean los miembros de la SGAE, pero creo que tampoco lo consiguen). Hay planes para todos los gustos, pero hay una cosa en la que coinciden muchos de los que hacen sus “new year’s resolutions” (yo me he propuesto para este año soltar pedanterías en inglés): Casi ninguno consigue su propósito.

Yo diría que esperar a que sea uno de enero para ponerse a hacer algo indica, sobre todo, que ese algo no nos apetece un pimiento y que estamos convencidos de que no lo conseguiremos. Cuando uno está convencido de que debe hacer algo, lo hace lo antes posible y no espera a que un reloj marque las 12 y un calendario se termine. Pero nuestra naturaleza gregaria nos incita a hacer las cosas cuando muchas más personas las hacen (yo también corro la Sansilvestre Vallecana junto con miles de necios como yo).

No recuerdo haberme propuesto nada especial al comenzar alguno de mis años pasados, que ya son un buen lote, y este que acaba de comenzar tampoco tengo especial ilusión por hacer algo que no haya hecho nunca o en dejar de hacer cosas que me empeño en hacer aunque sean molestas a otros (seguro que todos estáis pensando en mi pasión por la flatulencia en todas sus formas). Os insto a compartir con el resto de los colaboradores vuestros propósitos, o ausencia de ellos, para este 2009 o, como es habitual, cualquier otra cosa que queráis expresar (hay que hacer cualquier cosa para atraer público).

martes, 16 de diciembre de 2008

Vamos de cena

Ante el aluvión (que no alubión, que es una alubia grande y flatulenta) de peticiones de un artículo sobre las cenas o comidas navideñas, no me queda otra opción que atender a mis lectores que un día, no muy lejano, confío en que sean mis votantes.

Tengo que decir que casi siempre que he ido a alguna cena navideña ha sido con gente que, mayoritariamente, podía considerar amiga. No recuerdo haber tenido que asistir a encuentros gastronómicos de empresa en los que uno tiembla ante la altísima probabilidad de que le toque estar sentado entre dos personas con las que jamás has cruzado una palabra. Ahora que lo pienso, lo peor no es sentarte con gente a la que apenas conoces, sino quedar emparedado entre dos personas con las que la uno se lleva fatal.

Menos mal que, a causa del efecto navideño, las tensiones personales desaparecen en cuanto la gente comienza a beber. Diríase que el objetivo aparente de estas reuniones no es otro que el de acabar con una cogorza desmedida, cosa que, por ser yo una persona que goza estando consciente, me desagrada enormemente.

No sé si os habéis fijado en que las cenas surgen porque alguien dice eso de “Deberíamos ir organizando la cena de Navidad”. Habitualmente quien dice eso es la persona que no se ocupará de organizar nada y que, probablemente, luego sacará pegas a cualquier propuesta que hagan los demás: “Ese sitio es muy cutre”, “ese día me viene fatal”, etc. Al final el pobre diablo que se encarga, con su mejor voluntad, de hacer buscar el restaurante y hacer la reserva, es el que acaba siendo objeto de todo tipo de quejas y, llegado el caso, insultos si la cosa no sale lo bien que algunos señoritos querrían.

También se da el caso, en empresas con cientos de personas, de que proliferen convocatorias múltiples y que existan empleados a los que se invite a participar en varias de ellas mientras que hay otros, mis amigos los seres marginales, que no son convocados a ninguna. Hay gente a la que esta situación de marginalidad social le resulta terrible, pero otros nos alegramos de quedar al margen de todos estos saraos y ver cómo se generan tensiones y rencillas a cuenta de las listas de convocados y marginados.

Yo, cuando alguno de mis compañeros de marginalidad me propone hacer alguna comida navideña, suelo decir que me parecerá estupendo reunirnos en el McDonald’s el día que quieran pero, por alguna razón que no comprendo, parece que los Burger no son lugares apropiados para estas convenciones de la necedad humana ¡Con lo navideño que es Ronald McDonald!

Además de las cenas de empresa, están las cenas de amigos (de esas sí que tengo algunas). Siempre es agradable reunirse con los amigos (casi siempre), pero hay que reconocer que hacerlo en estos días en los que todo el mundo decide reunirse es un verdadero follón. Es complicado encontrar sitio porque nadie quiere cenar en los restaurantes de Valdebernardo y se empeñan en ir al centro, pero lo peor es el regreso a casa ¡No hay quien encuentre un “tasis”! Menos mal que para personas poco trasnochadoras como yo (nunca me apunto a las copas) siempre queda el recurso del Metro.

¿Por qué nos gusta tanto hacer las cosas a la vez que el resto del mundo? El Gobierno de España debería proponernos, como hace en todas las operaciones salida y regreso del verano, que nos escalonásemos para disfrutar de nuestras cenas (nunca he entendido como semejante petición puede llevarse a cabo cuando nadie organiza el escalonamiento, pero parece que a veces funciona).

Y aquí dejo mis reflexiones sobre tan apasionante tema. Debatamos.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

¡Escándalo!

Acabo de escuchar en el noticiero de Iñaki Gabilondo la noticia de que en una cadena de televisión británica van a retransmitir un documental en el que muestran los detalles del suicidio asistido de Craig Ewert, que utilizó los servicios del grupo suizo Dignitas en el año 2006 para morir. El escándalo está asegurado (o tal vez no).

El tema de la eutanasia, como el del aborto, la pena de muerte y otros, siempre es polémico y por esa razón la emisión de un suicidio asistido (de un documental en el que se muestra) también será altamente debatida.

Particularmente no sabría posicionarme ni a favor ni en contra de la eutanasia porque me temo que, en general, no tenemos claro lo que es. La llamada eutanasia pasiva que, si no me equivoco, consiste en no someterse a tratamientos indeseados para alargar la vida, no me parece mal, pero reconozco que probablemente me costaría mucho encontrar razones que no fuesen de orden sobrenatural para infundir ánimos a alguien cuya vida consiste vegetar esperando la llegada de la muerte y que pide que le ayuden a acabar con esa espera (supongo que esto es lo que se llama eutanasia activa). Ciertamente hay multitud de casos y no todos son equiparables y es ahí donde surge la polémica.

Sea como fuere, el tema de hoy no es la eutanasia sino la retransmisión de las imágenes de Craig Ewert durante sus últimos instantes de vida.

Reconozco que a mí no me molesta lo más mínimo que emitan esas imágenes y tampoco me molesta que alguien gane un dineral a costa de ello (supongo que mi afición a Gran Hermano me ha vacunado contra el virus del escándalo). Si los implicados en esto han decidido dar su permiso para que se haga, no encuentro objeción a ello, además, siempre se puede apagar la televisión si uno cree que lo que se va a mostrar es una indecencia.

Podría alegarse, tal vez con razón, que esta es una forma de intentar convencer a la gente de las bondades de la eutanasia activa. Es probable que sea una de las finalidades, pero aunque así sea, sigue sin parecerme mal. Es más, gracias a estas imágenes, el que quiera defender la eutanasia, la defenderá, y el que quiera atacarla, la atacará. Ocultar las cosas no sirve para aclararlas, pero ponerlas sobre el tapete permite someterlas a juicio. El señor Ewert ya está muerto, así que el poner las imágenes de su suicidio o no ponerlas no va a servir para que regrese a la vida, pero sí pueden ser útiles para que tengamos animadas charlas de sobremesa o para escribir “posts” tan insulsos como este.

Con gran probabilidad habrá multitud de voces que se alcen para denunciar la iniquidad de quienes van a montar este espectáculo, pero yo no veo esto peor ni mejor que las imágenes de los campos de concentración nazis o de los efectos de los múltiples atentados terroristas con los que nos "deleitan" tantos iluminados que hay por el mundo, y tampoco veo que este tipo de exhibiciones televisivas escandalicen a nadie (a mí no, desde luego).

Seguramente las imágenes de un señor que muere tranquilamente en la cama tras tomar unos relajantes letales no aporten nada a nadie (salvo unos cuantos milloncetes de euros a repartir entre unos cuantos) pero la polémica que se suscitará conseguirá que hasta quienes piensan que esto es una aberración, acaben viéndolas.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Entrevistas a delincuentes

Hace tiempo que venía anunciándose la entrevista a Julián Muñoz que tuvo lugar el viernes pasado. Entrevistar a un preso y pagarle unos cuantos cientos de miles de euros parece escandaloso a mucha gente pero, a juzgar por los niveles de audiencia, no exagerados pero sí considerables, la cosa despertó interés. Yo mismo estuve un rato delante de la tele viendo la entrevista. Reconozco que me pareció un poco rollo lo poco que vi, pero me agradó contribuir a desbaratar los planes de quienes lanzaron una cruzada contra el programa. Se mandaron correos en masa, se creó una web y no me extrañaría que hubieran hecho algún calendario de esos en los que sale la gente desnuda para llamar la atención a la “ciudadanía” sobre alguna “causa justa” (me estoy pasando con las comillas).

Acabo de echar un vistazo a los comentarios de la web y veo que hay gente muy decepcionada con “este país de mierda”. También se habla de "haber perdido la batalla pero no la guerra” y no sé cuántas más reflexiones de alto calado. También veo que uno de mis blogs progresistas más admirados, Madrid Progresista, también hace suya esta grandiosa causa.

No diré que entrevistar a delincuentes pagándoles grandes sumas de dinero me parezca una cosa digna de aplauso, pero si es legal y alguien quiere hacerlo, que lo haga. Si lo que querían estos “luchadores” por la decencia televisiva era conseguir que la entrevista tuviese pocos espectadores, deberían saber que sus esfuerzos no hicieron otra cosa que publicitar con más intensidad y, además, gratuitamente eso que tan mal les parecía (a lo mejor ha sido un truco publicitario de Telecinco).

Esto de Internet es un maravilloso invento, pero hay demasiada gente empeñada en usar este medio para convencer al mundo entero de cualquier cosa. La Red se ha llenado de “salvadores”, de “intelectuales” de tres al cuarto que, a pesar de no saber hilar cuatro palabras seguidas sin intercalar cinco faltas de ortografía (a mí me pasa a menudo), se empeñan en llamar idiotas a todos los que no apoyan sus siempre justas “luchas” (a veces también me dejo seducir por ese ímpetu guerrero, no lo puedo negar). A mí me parece mejor llamar idiota a todo el mundo incluyéndome yo mismo en el lote de memos, así soy un poco más original y mis detractores se quedan sin armas para rebatir mi indiscutible estupidez.

Ya me estoy yendo por las ramas y estoy marginando a Julián Muñoz que era el protagonista de mi escrito. ¿Alguien vio la entrevisa? Yo sólo quería saber si Isabel Pantoja todavía le ama (él a ella sí, eso me quedó claro) pero no pude aguantar el sueño y me tuve que retirar sin averiguar tan importante información. A ver si alguien puede hacernos un resumen de lo más importante de tan trascendental evento informativo. Yo me encargaré de pasárselo a los de www.noveaslaentrevista.com, seguro que lo agradecen.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Informes inútiles y caros

Ya que hemos hablado un poco de la paripeística cumbre del G-20 (al final ha ido quien ha querido, así que no sé por qué han mantenido el 20), no estará de más seguir hablando de sandeces que cuestan un montón de dinero y no sirven más que para que unos se enriquezcan con poco esfuerzo y para que las arcas estatales vayan mermando sus reservas.

He leído en mi “libelo fascista” favorito, Libertad Digital, que en la Generalidad Catalana (sí, digo Generalidad como los “intolerantes” porque me da la gana y porque también digo Casa Blanca y Londres) se han gastado millones de euros en informes tan trascendentales para la humanidad como el titulado así “Ambientación olorosa de un espacio circular de unos 30 metros cuadrados de superficie abierto en su parte superior” u otros igualmente sugerentes como el dedicado al “Seguimiento del escarabajo de las palmeras”. Menos mal que hay políticos que saben que lo que hace avanzar al mundo es la investigación, y dan muestras de ello invirtiendo tanto dinero como pueden en estudios de gran calado como los que hemos resaltado.

De entre los informes que se mencionan en el artículo de Libertad Digital hay uno que me ha enternecido, es el titulado “Diseño de parchís y puzzle de la casita de cartón recortable” ¡Qué bello! Me encanta que también se intenten hacer avances en temas lúdicos como el parchís o la construcción de casitas de cartón. ¡Nuestros niños merecen ese esfuerzo!

Estos informes no son más que una pequeña muestra de los 1.583 que se llevaron a cabo durante el año 2007. ¡Qué año tan productivo! Pero lo mejor de todo es el precio, porque la cosa salió baratísima, ese millar y medio de complejos estudios y sus correspondientes informes sólo costaron 31 millones de euros. ¡Qué son 19.583 por informe! ¡Nada de nada! La cultura y el saber valen mucho más que eso.

Confío en que el resto de las comunidades autónomas hagan una inversión similar en este tipo de cosas. Supongo que esto es a lo que llaman inversión en I+D+I ¡Hay que ver lo bien que quedan todas esas letras unidas por el signo más!

Propongo a nuestros regidores políticos que para el año que viene encarguen a alguna universidad de esas tan famosas (la de Wisconsin es mi favorita) que investigue el porcentaje de trabajos completamente inútiles y prescindibles se llevan a cabo en nuestra avanzadísima sociedad. Yo les podría ayudar porque en mi entorno laboral somos especialistas en inventar tareas inútiles que, además de consumir muchísimo tiempo, se cobran a precios desorbitados. Creo que un estudio así sería de lo más interesante.