Antes de comenzar mi discurso de hoy, quiero saludar
afectuosamente a los pocos lectores que aún le quedan a este moribundo blog (estoy
intentando aplicar la táctica de dar pena para ver si cosecho algún seguidor
más).
En esta semana en la que los españoles tenemos dos días vacacionales
insertados entre tres laborables, no dejan de oírse las voces de quienes dicen
que es intolerable esto de los puentes, que no se puede permitir que España se
paralice durante una semana, que se perderán no sé cuántos miles de millones de
euros por tanta inactividad.
Cuando oigo estas cosas yo me pregunto ¿acaso la gente se
toma los días libres porque le da la gana? Yo pensaba que los días libres son
de esos que, por contrato, podemos disfrutar cada año como vacaciones y que, de
momento, algunos pueden elegir en qué fecha situarlos.
Si uno tiene derecho a sus vacaciones ¿qué más da si se las
toma en agosto o en diciembre? ¿Acaso la productividad será mayor si me tomo
las vacaciones en agosto que en diciembre? Si esto es así ¿cuál es la razón? Porque
yo no la acabo de ver.
Si lo que se quiere decir es que en España tenemos muchas
vacaciones, que lo digan, pero que no vengan con la tontería de que nos cogemos
muchos puentes, porque cada día laborable no trabajado se descuenta de nuestro
saldo de días de vacaciones. Si hay alguna empresa en la que, además de las
vacaciones, te regalan días de puente, supongo que será porque al dueño no le
importa, pero me temo que esas empresas son pocas (si es que existen).
Particularmente prefiero tomar todas mis vacaciones en
verano e ir a trabajar en esos días en los que otros prefieren hacer puente. El
tráfico está divinamente y se trabaja con más relajo.
También parecen olvidar los sesudos “expertos” que hacen
estos estudios que si alguien se toma unos días de vacaciones, es altamente
probable que se vaya a disfrutarlos a otro lugar (sobre todo si ese alguien es
español), con lo que su holganza se transforma en negocio para los hosteleros,
los gasolineros, las líneas aéreas, las ferroviarias, los ganaderos, los
agricultores, etc. (hay que dar de comer a los turistas).
Yo creo que estas campañas absurdas se hacen para intentar
hacernos sentir culpables pero, lo que es a mí, no me afectan lo más mínimo. El
problema no está en que la gente se tome sus vacaciones cuando quiera o cuando
pueda, el problema está en la extrema ineficacia burocrática que existe en casi
todas las empresas de cierto tamaño y en la administración pública. Ahí es
donde, creo yo, radica la improductividad de nuestro sistema.
Si algo que puedo hacer en dos días yo solo, me obligan a
alargarlo más de un mes metiendo en el ajo a un montón de intermediarios que no
son necesarios ¿la culpa es mía?
Obviamente no, la culpa es de la panda de lerdos que tengo por encima que no
saben gestionar pero que asumieron encantados una responsabilidad que les venía
grande.
Y ahora que hable la ciudadanía.