Se acaba Junio, termina la primavera, se aprueba la reforma laboral, el calor no llega… Y yo sigo sin escribir nada en Libertad Diodenal. ¡Esto es intolerable! Es una falta de respeto a mis innumerables lectores, entre los que ahora, sin duda, se encuentra Yan Lun Chem, el chino que se hizo pasar por Kashuma y cuya verdadera identidad conocemos gracias a Agustín, el bilbaíno que facilitó a la policía su captura (de breve duración, eso sí).
Estoy harto de la crisis y el fútbol no me interesa lo más mínimo, así que me limitaré a contaros cualquier cosa carente de interés.
Esta mañana me he dado una vuelta en bicicleta y, como he llegado bastante cansado, en lugar de coger el Metro para ir a gorronear comida a casa de mis padres, he optado por acudir a Burger King (a estas alturas todos sabéis que es mi restaurante favorito). Mientras degustaba mi menú (Whopper, patatas y Cocacola), se ha sentado en una mesa cercana un caballero de buena altura y mejor peso. Llevaba una bandeja con un par de menús normales y otra con un menú infantil. Ha comenzado a comer sus patatas y su hamburguesa sin esperar a sus acompañantes (yo también lo hubiese hecho porque hoy estaba hambriento).
Al cabo de unos minutos han llegado una mujer bajita (le colgaban los pies al sentarse) y un niño que no llegaría a los tres años. Se han sentado sin dirigir la palabra al grandullón y sin que este dijera nada, ni con la boca ni con sus gestos. De hecho ha mantenido la mirada fija en algún punto del infinito o, cuando se disponía a dar un nuevo bocado, en su hamburguesa.
Yo he seguido con la degustación de mis viandas y, como estaba solo, he prestado atención a esa curiosa familia. En algún momento he pensado que, tal vez, el hombretón tuviese alguna enfermedad cuyos síntomas consisten en una total falta de expresividad ¡Quién sabe!
Mientras los veía pensaba que es preferible comer solo, como yo, que acompañado de alguien con quien no tienes nada de que hablar. Que no hablasen el hombre y la mujer, hasta puede ser normal (tras unos años de convivencia pueden estar ya cansados de contarse siempre las mismas cosas), pero lo más extraño era que el pequeñajo tampoco decía nada. Esta familia (o lo que fuera) guarda grandes secretos que me gustaría desvelar.
Mi comida se acabó y, como no tenía nada que leer para mantenerme en mi sitio sin que sospechasen que estaba cotilleando (se me nota demasiado cuando lo hago), me he marchado a casa.
Por el camino de regreso junto a un contenedor de basura en el que media hora antes no había nada, he visto la CPU de un ordenador. Era igualito que uno que tengo en casa para hacer experimentos. Me he detenido junto a él y, al ver que estaba aparentemente entero. Tenía tarjeta de vídeo, sintonizador de televisión, dos grabadoras de DVD, lector de tarjetas SD y, por el peso, seguro que tenía uno o varios discos duros dentro.
No lo he dudado un momento, lo he cogido y aquí lo tengo en proceso de instalación del Windows 7 (lo he comprado por Internet, ya sabéis que yo siempre respeto la legalidad). El PC está perfecto, no tiene nada roto. Tiene 2 GB de memoria, dos discos duros (de 70 y de 170 GB).
Hay demasiada gente que tira a la basura PC’s en perfecto estado porque tienen algún virus o, en otras ocasiones, porque alguien les ha convencido de que un ordenador de más de cuatro años ya no vale para nada ¡Cuánto charlatán hay por el mundo!
¡VIVA LA CRISIS! Todos a llorar mientras tiramos a la basura aparatos perfectamente útiles para gastarnos dinero en otros que no nos hacen falta.
Por hoy (y por este mes) ya ha sido bastante. A seguir bien.