
Como no sé cuáles son los motivos de la ruptura, no tengo ni idea de quién ha roto con quien ni quién ha sido más determinante en el hecho, así que no me pongo al lado de ninguno de los dos (me gusta estar en medio, sobre todo desde que soy progresista).
Nos encanta hacer planes a largo plazo en los que pensamos que todo va a ser perfecto, o casi perfecto; somos especialistas en hacer promesas eternas a pesar de ser conscientes de nuestra facilidad para cansarnos de todo en menos que canta un gallo; pedimos fidelidad total a otros cuando somos incapaces de mantener nuestra palabra con nosotros mismos. En fin, que nos encanta pensar que vivimos en los Mundos de Yupi y, cuando nos damos cuenta de que las cosas no son tan bellas y sencillas, nos desanimamos y nos deprimimos porque vemos que el tiempo pasa y no conseguimos esa felicidad tan ansiada y que en las películas consigue casi todo el mundo (en las películas de Sandra Bullock y en las de Michael Landon, que son las que a mí me gustan).
Lo malo de llevarse estas decepciones es que luego, por ese ansia de recuperar el tiempo perdido (eso que se toma como tiempo perdido), la gente se lanza a la caza y captura de otra persona que llene el hueco dejado por quien acaba de abandonarles y, hasta donde yo sé (que es poco o nada), las prisas son muy malas en esto, como en casi todo.
Comprendo que la soledad puede ser un tanto insoportable, pero esa necesidad de tener siempre a alguien al lado no creo que sea muy sana, es más, a mí me parece casi enfermiza (tanto como no aguantar a nadie al lado). Las dependencias absolutas de algo o de alguien no conducen a nada que no sea una terrible decepción cuando te quedas sin eso de lo que dependes (ya sea persona, cosa o actividad).
Desde este humilde blog le diría a mi querido y liviano amigo (tiene menos masa que un pajarito) que se tomase las cosas con calma y, como un día dijo mi gran ídolo John Rambo, que viva día a día y, sobre todo, que nunca piense que lo pasado ha sido tiempo perdido (ni siquiera el que dedica a hacer el paripé en el trabajo, que es lo que nos toca hacer a muchos).
P.D.- Dedico un saludo a Jenny (la protagonista de la aventura del enano gruñón), que sé que es fan de este blog pero no participa en él porque piensa que su nivel de pedantería no llega al mínimo exigido para hacerlo (es excesivamente humilde).