
Esta excelente frase, la del título, atribuida a Lao Tse la he escuchado en uno de los programas del gran Punset en el que hablaban del liderazgo. Allí se dice que, en los orígenes, los seres humanos elegían a sus líderes por su efectividad para llevar a cabo tareas como la caza, la defensa o lo que se terciara. Más tarde los que fueron encumbrados por esas habilidades, decidieron aprovecharse del poder para eternizarse en él y, ya puestos, hacerlo hereditario. De este modo comenzó a haber líderes completamente inútiles cuyo único mérito era el de ser hijos del mandatario previo.
Mucho más tarde llegó la democracia, y con ella el pueblo volvió a elegir a sus líderes. Me temo que, a pesar de ello, los que salen elegidos no siempre (por no decir nunca) son los más capacitados para la trascendental misión que tienen.
Pero no hablemos de política, que para eso ya hay montones de periodistas que se encargan de ello. Hablemos del mundo laboral ¿Quién elige a los que nos dirigen en el mundo laboral? ¿Se elige habitualmente al más capacitado de entre todos los posibles? ¿Es más habitual el enchufismo y el nepotismo?
La frase de Lao Tse es excelente, maravillosa, pero ¿a cuántos jefes conocéis vosotros que la apliquen? ¿Sabéis de alguien que se preocupe de conocer a sus subordinados y de tener medianamente claro cuáles son sus tareas y cómo las desarrollan? ¿Son suficientemente cercanos como para favorecer una comunicación sincera de sus subordinados con él o, por el contrario, se recluyen en su despacho y se limitan a dar órdenes totalmente alejadas de la realidad sin preocuparse de saber cuál es la opinión de los destinatarios de ellas?
Lo que yo veo en mi entorno es que cuanto más poder tiene una persona, más se aleja de sus subordinados. Mayor rango implica mayor aislamiento en lugar de mayor cercanía. ¿No os habéis fijado en que lo primero que hacen cuando alguien llega a cierto nivel es aislarlo en un despacho para que no tenga contacto alguno con sus compañeros de menor nivel? Lo del despacho podría ser una anécdota si el jerifalte anduviese más tiempo fuera que dentro de él, pero la realidad suele mostrar que, una vez “enlatado”, el jefe comienza a distanciarse más y más de la realidad y a olvidar todo aquello que, tal vez, pensase arreglar al encumbrarse.
Desgraciadamente constato a diario que la filosofía que se impone en el mundo laboral, a pesar de tanto hincapié que se hace en eso del trabajo en grupo y de la inteligencia emocional, no es otra cosa que potenciar la división y el distanciamiento entre jefes y subordinados y, si es posible (y suele serlo) entre los propios subordinados.
Si la jerarquía laboral fuese designada de abajo hacia arriba, tal vez las cosas podrían ser un poco más eficaces (sólo tal vez) porque quien ha trabajado codo con codo con varias personas sabe quiénes de ellos son más aptos para dirigir al grupo y qué cualidades y defectos tienen. En cambio el que elige desde la lejanía de su aislado cubículo, con alta probabilidad se guiará por criterios de afinidad con el elegido y, teniendo en cuenta el tremendo desconocimiento de la realidad que suelen tener en esos despachos de las plantas más altas de los edificios empresariales, me temo que la elección no será de lo más acertada.
P.D.- Todo lo dicho sobre los líderes no es aplicable a mi excelente jefa, persona cercana donde las haya, cordial, comprensiva y, sobre todo, colaboradora para la causa común del éxito. Cuando estoy decaído siempre me alienta cantando una bonita canción que tiene un estribillo muy pegadizo que dice: ¡Adelante!.
Espero que lea esto porque me encanta hacerle la pelota.