Ya ha pasado mes y medio desde que llegó el año 2012 y
Libertad Diodenal se ha mantenido silente a pesar de tantas cosas
trascendentales que han ocurrido. Pero, sin duda, el acontecimiento que más ha
inquietado a la ciudadanía española ha sido la noticia de la condena de Alberto
Contador por ese tribunal deportivo cuyo nombre ignoro.
El ciudadano medio ha olvidado sus tribulaciones y he ha solidarizado
con nuestro gran ciclista. A mí también me cae bien contador, parece un chaval
majete y bonachón y, además, la condena, según dicen los que leen esos rollos,
se limita a decir algo así como que no se puede demostrar su culpabilidad pero
tampoco su inocencia. Un poco cutre sí que parece. De todos modos, el mundo del
deporte de élite, dado que es un espectáculo que mueve mucho dinero, está
rodeado de un halo de sospecha de corrupción y malas prácticas que no debería
sorprender a nadie. Contador parece buena gente y probablemente lo será, pero
yo no pondría la mano en el fuego ni por él ni por ningún otro superhombre
(también incluyo a las mujeres) de los que pueblan las competiciones deportivas
de alto nivel.
Contador tendrá que devolver sus premios, pagar una multa y apechugar
con los gastos del proceso judicial (o lo que sea eso). Todo ello le supondrá
unos millones de euros que, a pesar de ser bastantes, podrá apoquinar sin tener
que irse a vivir bajo un puente.
Ser famoso tiene cosas buenas y malas. Entre las buenas está
el ganar mucho dinero y el contar con el apoyo incondicional de muchas personas.
Pero ese apoyo, muchas veces sin fundamento, suele tener su contrapunto en un
desprecio igual de poco fundamentado que favorece esas chanzas televisivas como
las que han realizado en el Canal Plus francés y que tanta indignación han
provocado en muchas personas.
La cosa tendrá mayor o menor gracia, todo depende del
sentido del humor del espectador, pero sacar a pasear a los ministros y
embajadores por una tontería que hacen en un programa televisivo me parece una
memez de tamaño sideral.
Comprendo que Nadal y Gasol puedan sentirse ofendidos por ser
objeto de esa broma malvada pero, como son listos, sabrán que lo mejor es
ignorar estas cosas y no darles importancia.
Por aquí somos todos muy dignos y, a falta de otros profetas
o personajes sagrados que defender, hemos convertido a los deportistas de élite
en nuestros santones particulares y no toleramos que nadie se meta con ellos. Luego
nos parece ridículo que algunos musulmanes extremistas no toleren que se hagan
caricaturas de Mahoma o que Urdangarín se sienta mal porque se hagan chistes
sobre sus presuntas fechorías. Podemos burlarnos del Papa diciendo que fue nazi,
del Cardenal Rouco diciendo que es el hermano gemelo de Paco Clavel (es que son
idénticos), imprimir una foto de ZP con
cara de lelo en nuestra camiseta, escarnecer al capitán Schettino sin haber
oído su narración de los hechos sobre el hundimiento del Concordia o
ridiculizar a quien nos plazca, pero cuidadito con tocar a nuestros deportistas
de bandera.
Es cierto que los programas de humor suelen aprovecharse de
su condición de graciosillos para lanzar proclamas políticas o cebarse con
quien les caiga mal (en el Gran Wyoming tenemos un ejemplo claro de eso) y para
alinearse con unos u otros, pero si las bromas que hacen nos parecen de mal
gusto o injustas, lo mejor que podemos hacer es ignorarlas. Cualquier otra cosa
que hagamos sólo contribuirá a beneficiar a aquellos a los que queremos
castigar.
Algún día dijo alguien, no sé si fue Camilo José Cela: “que
hablen de mí aunque sea bien”. ¡Cuánta razón tenía! Las críticas negativas
suelen ser una publicidad eficaz y extremadamente barata. Ahora todos nos
reímos de Schettino, pero dentro de poco será él el que se ría del mundo entero
cuando tenga los bolsillos llenos del dinero que va a ganar paseando por los
platós contando su aventura.
Dejemos que en el Canal Plus caricaturicen a nuestros
deportistas, pero no seamos sus altavoces cuando sus burlas no nos gusten y,
sobre todo, no mezclemos en estas memeces a nuestros políticos, que cualquier
cosa que hagan nos cuesta un dineral en dietas.